SANTO DOMINGO -- Los Dodgers de Los Ángeles continuaron su inversión en peloteros cubanos con la firma reciente al isleño Erisbel Arruebarrena, por cinco años y $25 millones de dólares.
Se espera que Arruebarrena, cuyo apellido prácticamente no cabe en la espalda del uniforme, en algún momento de la temporada del 2014 contribuya con el equipo grande de los Dodgers, según declaraciones del gerente general Ned Colleti.
Eso está bien, los Dodgers unirán a Arruebarrena con Yasiel Puig, quien fue su compañero de equipo en la liga cubana entre el 2010 y 2011.
Pero su carrera con los Dodgers no comenzó con el mejor pie, y la culpa no se le puede atribuir al muchacho sino al conjunto californiano.
El número 11 que Arruebarrena lleva en su espalda en los entrenamientos de primavera de los Dodgers tenía un dueño, y no cualquier dueño.
El legendario coach dominicano Manny Mota había sido el portador de ese número por 34 años hasta estos entrenamientos de primavera. Ciertamente, Mota por primera vez en más de tres décadas no es coach de los Dodgers, pero se mantiene presente en el campo de entrenamientos del equipo.
De acuerdo a varios reportes, Mota se enteró que su número había sido entregado a Arruebarrena de la siguiente manera: llegó un día y no encontró su camiseta y el encargado de uniformes le informó que un jefe le había indicado que el número ahora le correspondía al cubano.
¿Esa es la forma en que se pagan más de 40 años perteneciendo a una organización? ¿De verdad?
Cuando un jugador llega a un equipo y su número está ocupado hay mil formas de negociar para conseguirlo. De hecho, algunas estrellas le regalan relojes caros a aquellos de menor jerarquía que entregan la camiseta.
¿Pero ni siquiera informárselo a un señor que por tanto tiempo ha representado honrosamente la camiseta Dodger?
La verdad que Mota merecía y merece más respeto de los Dodgers.