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MLB puede arreglar una situación bien pegajosa

A Gaylord Perry se le revisó muchas veces el cuello. Y está en el Salón de la Fama. AP Photo/Rusty Kennedy

BOSTON -- Michael Pineda entró al vestuario visitante en esta ciudad alrededor de las 4:30 de la tarde del miércoles vistiendo una camisa polo y jeans, escuchando música con sus auriculares blancos puestos y con una sonrisa de oreja a oreja que formaba parte de una cara que estaba más cerca del techo que cualquier otra en el vestuario. Pineda mide 6 pies y 7 pulgadas (2,04 metros), siempre parece estar de buen humor y siempre es agradable hablar con él, a tal punto que él me hace acordar al personaje principal de "La Historia de Ferdinand".

Ferdinand es un toro enorme, y todos los demás quieren que Ferdinand pelee considerando su inmenso poder. Sin embargo, todo lo que Ferdinand quiere hacer en realidad es acostarse bajo un árbol y oler las flores. Su manera de vivir es simple en un mundo complicado.

Un par de horas después, en los momentos posteriores a su expulsión, Pineda le pidió perdón a sus compañeros y se sentó a esperar las preguntas de la prensa cuando los periodistas entraron al pequeño vestuario visitante. Él era mucho más alto que el contingente de periodistas presentes, pero esta vez su sonrisa estaba ausente y su explicación sobre porque se había puesto resina de pino en el lado derecho de su cuello antes de lanzar en la parte baja de la segunda entrada contra los Medias Rojas fue simple. ¨Hacía frio¨, él dijo. ¨Yo no quería golpear a nadie, no sentía la pelota y no quiero golpear a nadie¨.

Sí estabas a la misma altura del diamante, uno podía ver como Pineda estaba teniendo problemas para controlar la pelota cómodamente en su mano durante toda la primera entrada en una noche que contaba con un viento que se hacía sentir por todo el parque en Fenway. Él se tocaba la parte de atrás de su cuello y su frente para agarrar un poco de sudor. Él intentó soplarse la mano y en un momento en particular pareció escupir en ella.

"Yo no pienso que nadie pueda sentir la pelota bajo estas condiciones climáticas¨, dijo el cátcher de los Yankees Brian McCann, quién también dijo que le costaba controlar a la pelota cuando él se la devolvía al lanzador.

Tras una extensa primera entrada durante la cual Pineda permitió un par de carreras y no estaba cerca de acertar con sus lanzamientos, él aparentemente regresó al dugout con el firme objetivo de encontrarle una solución al problema que muchos lanzadores -- OK, probablemente la mayoría de los lanzadores -- ya han solucionado hace mucho tiempo. Casi todos usan algo, tal y como algunos integrantes de los Yankees y los Medias Rojas han dicho en conversaciones privadas durante la última pasada, como si ellos estuviesen hablando sobre conductores que sobrepasan el límite de velocidad. Sin embargo, cuando Pineda salió a la lomita en la segunda entrada, él se convirtió en el tipo que pasa enfrente del policía yendo a 80 mph por el carril izquierdo de la carretera.

Él tenía un poco de resina de pino en la parte derecha de su cuello, y después de que Aaron Boone lo notó durante nuestra transmisión -- inmediatamente, apenas comenzó la entrada -- el teléfono de Brian Cashman, el gerente general de los Yankees, empezó a sonar mientras él estaba sentado en el dugout visitante, así que Cashman se paró y enfiló hacia el vestuario. Presuntamente, él iba a tener el mismo tipo de charla que tuvo con Pineda el 10 de abril, después de que él abrió un juego con resina de pino aparentemente presente en su mano derecha.

Sin embargo, el manager de los Medias Rojas John Farrell ya había salido del dugout de Boston para pedirle a los umpires que revisen a Pineda por una sustancia foránea para cuando Cashman llegó al vestuario. Gerry Davis, el umpire principal, se acercó para tocar el lugar de la mancha en el costado del cuello de Pineda, lo sintió y dijo, ¨Eso es alquitrán de pino¨.

Así que Pineda salió de la lomita, afrontando una suspensión.

Nadie presente en el vestuario de los Yankees intentó hacerse el distraído y pretender que Pineda no había quebrado las reglas, y nadie culpó a los Medias Rojas; Es más, Cashman exoneró a Farrell al decir que él querría que su propio manager haga exactamente lo mismo bajo esas circunstancias. La violación en cuestión fue tan descarada y a la vista de cada televidente que los Medias Rojas en realidad no tenían otra alternativa.

Girardi no sonaba como alguien que estaba dedicado a pensar en vengarse de los Medias Rojas. ¨Sí existe algo realmente obvio, quizás lo haces¨, él dijo. ¨Yo no sé¨.

Cashman también ofreció su opinión: "Esto en verdad fue una falla de nuestra organización entera cuando él salió a jugar con eso en su cuello¨.

Sin embargo, la semántica de todo esto parece volverse cada vez más ridícula, e inevitablemente será anulada por la misma tecnología que avanza constantemente.

Considerando que las Grandes Ligas no están ocupadas con nada más en este momento -- algo como, digamos, la implementación del sistema de repeticiones, o un cambió drástico en la manera en que los umpires interpretan la transferencia de la pelota desde el guante a la mano, o mandando memorándums sobre la retención de documentos -- aquí va un buen caso para que la buena gente de la Avenida Park. Es hora de que ellos identifiquen y aprueben una sustancia que los lanzadores puedan utilizar para poder agarrar la pelota con firmeza, algo que sea el equivalente del alquitrán de pino de los bateadores para ellos.

Todos saben que la regla explícita 8.02 es violada constantemente, pero también existen reglas implícitas sobre como los lanzadores deberían violarlas para evitar ese tipo de cuestionamiento y la suspensión que ahora afronta Pineda. Uno podía ver como otros lanzadores hacían exactamente lo mismo que Pineda después de que él fue expulsado, la única diferencia era que ellos lo hacían más sutilmente y no contaban con un manchón en el costado de su cuello. Uno podía ver como ellos se tocaban la parte de atrás de la muñeca de la mano de su guante rápidamente, la cual parecía brillar, posiblemente debido a una sustancia clara.

Tal y como yo escribí la semana pasada, el mundo de la alta definición y los lentes con zoom hace que los lanzadores sean examinados en el béisbol de una manera similar a los golfistas, y cualquier equivocación puede ser descubierta y reportada en Twitter inmediatamente.

Yo puedo ver juegos y darme cuenta de cómo los lanzadores rozan a sustancias ubicadas en la punta de su gorra, en su antebrazo, debajo del pelo en la parte de atrás de su cuello, y yo me pregunto: ¿Acaso alguien se dará cuenta? ¿Alguien se va a quejar?

Todos los jugadores lo ven, todos los managers lo ven, todos saben que está sucediendo, y eventualmente alguien va a ir un paso más lejos que el dubitativo Farrell para tomar una ventaja estratégica. Y así será como las Grandes Ligas se quedarán ubicadas en una posición sumamente incómoda.

Una vez que una sustancia aceptable para los lanzadores sea identificada -- algo que sea lo suficientemente pegajoso como para ayudar al control pero no tan grueso como para que se adhiera a la pelota y afecte su movimiento aerodinámico -- eso podría ser aplicado en el antebrazo de la mano del guante. Dicha sustancia podría ser aprobada previamente por los umpires cuando el lanzador sale a precalentar por primera vez, de la misma manera que los umpires le han dado el visto bueno a los lanzadores para que ellos puedan soplarse las manos cuando hace frío.