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Una pesadilla

El Fun Fest se llenó de locales Getty Images

RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- A los brasileños no les importaba este partido. O mejor dicho, no los movilizaba. La increíble derrota 1-7 contra Alemania todavía retumba -y retumbará por muchos años- en los torcedores y por eso el duelo por el tercer puesto ante Holanda carecía de trascendencia en sí mismo. Lo que sí tenía relevancia era la despedida de la Selección local de la que iba a ser "su Copa del Mundo" y terminó siendo la vergüenza más grande de su historia.

Este sábado, Río de Janeiro amaneció invadida por argentinos. No es una figura metafórica ni nada de eso, es la más cruda realidad. Pasear por Copacabana es toparse con cinco argentinos por cada brasileño. A pesar de sentirse visitantes en su propia casa, los torcedores colmaron el Fan Fest carioca. De hecho, antes del inicio del encuentro debieron cerrar las puertas porque la capacidad ya estaba completa.

"Vine para despedir al Scratch", "estoy acá para repudiar a estos jugadores", "vinimos porque es el último partido del Mundial", "queríamos estar para festejar un triunfo en el último juego". Estas son sólo algunas de las razones que dieron los brasileños ante la pregunta "¿Por qué viniste al Fan Fest?". Después de la goleada alemana, uno podía esperar que poca gente apoyara al combinado anfitrión, pero tanto el estadio Nacional de Brasilia como la playa de Copacabana se mostraron repletos de camisetas amarillas.

Es cierto que en cada uno de los Fan Fest del Mundial uno puede encontrarse con hinchas de todas partes del mundo. Incluso de países que no se clasificaron. Por eso, no es correcto decir que los brasileños coparon el festival. Había mayoría, claro, pero también se podían ver holandeses, alemanes, mexicanos, colombianos, españoles y, claro está, argentinos. Cientos de argentinos. Dentro del área FIFA pero también fuera. Por todos lados.

Los vecinos armaron su propia fiesta ajena al partido por el tercer puesto. Es cierto que celebraron los goles de Holanda, pero le dieron la espalda a lo que sucedía en Brasilia y se concentraron en seguir alentando a su Selección, que el domingo irá en busca del título. Casi todas las canciones están dedicadas a sus clásicos rivales, que en esta ocasión tenían algo más de que preocuparse.

La Canarinha dio vergüenza, una vez más. Perdió 3-0 contra Holanda y quedó cuarta en el Mundial, pero la caída odría haber sido aún peor si la Naranja no hubiera regulado en muchos momentos del juego. El análisis futbolístico quedará para otro momento, pero es indispensable comentar el bajísimo nivel colectivo e individual de todo el equipo brasileño. Como frente a Alemania, no tuvo argumentos futbolísticos, anímicos ni físicos para contrarrestar las virtudes holandesas y volvió a tener errores defensivos imperdonables. Fue una caricatura de lo que se esperaba.

El público que acudió al Fan Fest estuvo como ausente desde el comienzo mismo del encuentro. La imagen de Neymar fue la primera que apareció en la pantalla tras una arenga forzada del maestro de ceremonias y eso levantó un poco a la multitud. Fue ovación para el crack malogrado. E indiferencia para el resto del plantel. El himno fue cantado tímidamente y el comienzo del juego no tuvo los aplausos característicos. Era como si todos hubieran ido a cumplir un trámite, a decir estoy presente.

Una goleada como la de Alemania hace tambalear hasta los preceptos más sólidos de una estructura futbolísticas. Y hasta pone en jaque a la historia. Será un golpe que Brasil tardará años en asimilar. Se notó en el primer partido post 1-7 y se seguirá notando por mucho tiempo. La gente está dolida. Ni siquiera se vio bronca ni enojo. Sí dolor y resignación. Por eso, no hubo entusiasmo nunca. Y menos todavía después de un penal en contra antes de los dos minutos.

La reacción fue algo así como "sigue la pesadilla". Tras la aparatosa caída de Arjen Robben se escuchó un "noooooo" tímido. Era como si el partido ante Alemania siguiera jugándose. Robin Van Persie definió con tranquilidad y Brasil ya perdía de nuevo. La gente hablaba con su compañero, se quejaba del arbitraje sin demasiada vehemencia, tomaba cerveza y pensaba en qué pasará en el futuro.

Antes de los 20 minutos Daley Blind convirtió el segundo tanto y ya no quedaron dudas: el Maracanazo había sido una gran campaña en comparación con este Mundial 2014 ignominioso. Holanda ganaba 2-0 y manejaba el trámite del juego a su antojo. La gente miraba en silencio mientras escuchaba el triste relato en portugués y de fondo los cánticos extasiados de los argentinos. Si eso no es una pesadilla, entonces qué es.

El resto del encuentro transcurrió entre la abulia y algunos silbidos aislados. El principal destinatario de los abucheos fue Luiz Felipe Scolari, en tanto que el único que despertó algún tipo de reacción positiva fue Hulk cuando ingresó. Ni siquiera había fuerzas para repudiar al peor Seleccionado de la historia del fútbol brasileño. No hubo llantos porque las lágrimas se terminaron el pasado martes, pero sí decepción. Una silenciosa decepción.

Tras la caída 0-3 y el cuarto puesto confirmado, algunos hinchas se quedaron en el Fan Fest para presenciar el show musical posterior, mientras que los que se fueron se encontraron con la fiesta de Argentina en la Avenida Atlántica. Cientos de hinchas cortaron el tránsito para festejar el hecho de jugar la final del mundo en la cara de sus acérrimos adversarios. Lo único bueno para los locales: queda sólo un día para que se termine este Mundial.