RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- La Copa del Mundo es lo más grande que hay. A veces se usa esta expresión con liviandad, como un lugar común. Por ejemplo: "esta milanesa es lo más grande que hay". Está claro que hay cosas mucho más grandes que esa milanesa, pero para explicar lo sabrosa que es se utiliza esa figura. Bien, en este caso no hay exageración alguna, porque la Copa del Mundo es lo más grande que hay, literalmente.
No hay evento de la humanidad que se compare con el Mundial de fútbol. Despierta más emociones que ninguna otra cosa en los pueblos de todo el planeta y hace que, por un mes, sólo se hable de la pelota. Eso uno lo sabía desde antes de viajar a Brasil. Siempre ha respetado y valorado la trascendencia cultural de este campeonato y por eso no hacía falta vivirlo en el lugar de los hechos para comprender lo que significa. Sin embargo, estar allí, en el centro de todo, pone en verdadera dimensión lo que esto representa.
No hay región más futbolera que Sudamérica. En ningún otro continente se vive el fútbol con esta pasión. Por eso, que la Copa se haya celebrado aquí le dio una intensidad particular. En cada estadio había una energía especial, diferente a la que se ve en cualquier otro estadio. Quien haya asistido a clásicos nacionales, finales de Copa Libertadores, Champions League o Copas continentales sabe de qué se trata. Cada reacción esta exacerbada.
Esta Copa quedará en el recuerdo por muchas situaciones. Cada uno tendrá su momento destacado, de acuerdo a su nacionalidad o a sus gustos. Algunos eligirán la derrota impresionante de España ante Holanda, otros las victorias de Costa Rica contra Uruguay e Italia, otros cada uno de los goles de James Rodríguez, otros el remate al travesaño de Pinilla, otros la entrega conmovedora de Javier Mascherano en cada juego. Hay para todos los gustos.
Otra de las cuestiones que hizo de este el mejor Mundial que muchos de los que estamos vivos recordemos fue la paridad que hubo. Ninguna Selección se sintió ganadora antes de jugar. Brasil, el gran candidato, jugó frente a Camerún, el peor del torneo, y estuvo a punto de quedar abajo en el marcador. Argentina, con Messi, casi empata ante Irán. Costa Rica protagonizó, quizás, la triple sorpresa más grande de la historia. Argelia llevó al tiempo suplementario a Alemania. Colombia eliminó a Uruguay con una claridad impresionante. Cualquiera podía ganar y cualquiera podía perder. Pero esto no significó una merma en el nivel de juego, sino un incremento en lo que hace del fútbol el deporte rey: la competencia.
Como si fuera poco, Brasil 2014 entregó el resultado más increíble de todos los tiempos. Sí, todo puede ser discutido en el fútbol pero hay momentos en los que uno se da cuenta de forma automática que serán eternos. La goleada 7-1 de Alemania sobre Brasil en las semifinales será recordado como el partido más extraordinario de todos. Sólo el tiempo le dará la trascendencia que tiene, pero con un poco de lucidez uno puede ver lo grande que ha sido ese resultado.
Porque el Maracanazo es una marca que el pueblo brasileño tendrá por siempre, ni el paso del tiempo ni los cinco títulos ganados calmaron ese dolor. Aquel día, el Scratch perdió 2-1 la final contra Uruguay. Fue el batacazo más grande jamás visto. Pasaron 64 años y todos creían que había llegado la oportunidad de enterrar aquella frustración. Lejos de eso, se generó una herida aún mayor. Nadie sabe cuánto tardará el fútbol brasileño en reponerse de semejante humillación.
Luego de la derrota, los torcedores no dejaron de darle importancia al Mundial, todo lo contrario. Ese día, la nación entera lloró la desgracia, pero al día siguiente todos se pusieron la camiseta de Holanda para alentar al adversario de Argentina. Sí, como si no hubiese pasado nada, los brasileños se quitaron la canarinha y se pusieron la naranja. Ese día volvieron a sufrir, pero ya habían encontrado una manera de gambetear el dolor. En la final, sus vecinos cayeron contra Alemania y ellos celebraron el gol de su propio verdugo. Si alguien entiende esta situación, que la explique.
Cuando uno tiene la inmensa fortuna de vibrar con un Mundial en el país organizador, puede ver a la perfección como cada aspecto de la vida social está marcado por el fútbol. El Mundial está omnipresente. En cada charla callejera, en cada canal de televisión, en los diarios, en las escuelas, en los trabajos, en los medios de transporte. La Copa del Mundo llena todos los espacios, incluso los que ya estaban llenos. Se habla del marcador de punta de Bosnia como si fuese un amigo y se busca enseñarle a parar el equipo al entrenador de Suiza. Nadie está ajeno a la gran fiesta.
La Copa del Mundo es lo más grande que hay. Ver un Mundial en vivo y en directo, estar en la cancha mientras sucede algo que quedará en la historia, es el máximo sueño de cualquier futbolero de ley. Y todos los que nos dedicamos al periodismo sobre fútbol somos, primero, amantes de este juego. Por eso, hoy, el día después al final del Mundial quiero agradecer por este sueño cumplido. A la vida y a la pelota.