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River supera adversidades

RAFAELA -- Jugando bien o jugando mal. Casi como rindiendo un tributo a lo que canta la hinchada, River sigue superando adversidades. Cuando juega bien, gana. Y cuando sucede lo opuesto, también se queda con los tres puntos. Desempolvando una gama de argumentos que no hacen más que refrendar los motivos de tan buena campaña.

Soportó en el primer tiempo, cuando la peor versión de River en el semestre tambaleó al punto de que el 1-0 en contra con que se fue al vestuario dejaba una sensación de haberla sacado barata. Pero cuando a un equipo así se le da una oportunidad, no la desaprovecha.

Pelota parada de Pisculichi y otro acierto de Marcelo Gallardo en un cambio (puso a Gio Simeone y no le tembló el pulso para sacar a un errático Teo Gutiérrez), abrieron el camino a una remontada que le permite al Millo mantener la diferencia en la punta, un detalle no menor teniendo en cuenta que el torneo entra en la recta final.

El costado malo fue realmente muy malo. Fue un equipo largo, sin dinámica ni sopresa, bloqueado en su faz creativa y con serias grietas en la mitad del campo, lo cual redundaba en que los centrales pagasen esa deuda generada por no poder tener la pelota.

Sin embargo, como todo buen equipo genera anticuerpos, deja abierta siempre la posibilidad a un cambio. ¿Qué fue lo que hizo? Reaccionó a tiempo. Ya esta señalado que terminó ganando y que pudo mantener la punta y la diferencia con sus seguidores, pero más allá del dato estadístico, hay que dimensionar el daño anímico que género en sus rivales. Porque es duro para los de atrás observar que el líder no se cae ni siquiera cuando juega mal.

Por todo lo expuesto, es trascendente lo que se trajo de Rafaela. Y además porque estamos en la recta final de una carrera que transita por los últimos tramos. Y en esta recta, el cuerpo no debe fallar.

En un fútbol tan exigente y resultadista, Marcelo Gallardo logró pasar de ídolo a entrenador en apenas unos minutos. Es hora de dosificar esfuerzos con la precisión de un relojero, para no quedarse con las manos vacías.

Sería una pena, y hasta injusto por la propuesta que siempre intentan plasmar en la cancha, que algo asi suceda.