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Los Dolphins deben mirar en otra dirección

Joe Philbin ha mostrado incapacidad a la hora de manejar el reloj y carece de liderazgo AP Photo/Michael Conroy

MIAMI -- El dueño de los Miami Dolphins, Stephen Ross, enfatizó en la temporada baja que "necesitaba ver progreso".

Y en muchas áreas, los Dolphins han mostrado cosas interesantes. Su mariscal Ryan Tannehill ha mejorado aunque lejos está de ser un producto terminado, Lamar Miller parece haberle dado la vuelta a la curva, Jarvis Landry parece ser alguien que brillará por muchos años en la NFL y el coordinador ofensivo Bill Lazor ha sido un acierto.

No obstante, dónde más importa, es decir en la columna de las victorias y las derrotas, es el Día de las Marmota para los Dolphins.

Otra vez estancados en la mediocridad.

La sensanción que queda es que este conjunto tiene talento, pero por alguna razón no puede darle la vuelta a la curva.

A la gente le gusta encontrar culpables, y en ese sentido también se puede apuntar a diversas direcciones: su mariscal no tiene precisión a lo profundo, la defensiva está sobrevalorada y lesiones importantes, aunque todos las sufren.

En mi libro, esas son puras excusas. O se gana o no se gana.

En los últimos dos partidos de la temporada pasada --necesitaban ganar uno para estar en playoffs--, los Dolphins anotaron siete puntos combinados ante los Bills y los Jets.

Esta campaña, han anotado tres touchdowns en sus tres partidos de diciembre, y sólo le ganaron a un conjunto de los Jets, que les regaló el partido con sus malos equipos especiales.

En otras palabras, este equipo de los Dolphins no tiene carácter.

Hay una carencia de líderes que es alarmante, y todo comienza con su apático entrenador Joe Philbin.

El mismo que se encargó de dejar ir a todos los jugadores vocales --Reggie Bush, Karlos Dansby, etc...--, porque él no es un alfa-macho y se hace falta uno para lidiar con otros.

Philbin prefería jugadores que digan que sí, y el resultado es que hoy no tiene líderes.

No estoy diciendo que Philbin sea un mal entrenador, simplemente aclaro que no es un líder, y a partir de allí es un efecto catarata.

Los Dolphins no piensan que pueden ganar en diciembre y se han acostumbrado al fracaso.

Para que se den una idea, Miami tiene un sólo juego de postemporada en los últimos 14 años --fueron vapuleados por Baltimore en ese partido--, y no han ganado más de ocho partidos en las últimas cinco campañas.

En los últimos cinco meses de diciembre cuando los Dolphins han estado siempre con probabilidades de clasificar a playoffs, Miami tiene un récord de 9-14.

Como verán, Philbin no es la raíz del problema, pero tampoco es el hombre indicado para solucionarlo.

A nadie le gusta empezar de cero otra vez, porque se piensa que se pierde el progreso ganado.

Despedir potencialmente a Philbin, implica incertidumbre con respecto a los coordinadores, y personalmente pienso que Lazor ha sido muy positivo para Tannehill.

Todo nuevo entrenador quiere traer a su gente y los sitemas ofensivas y defensivos probablemente cambien.

Pero Ross hoy se está haciendo la pregunta del millón: "¿Hasta dónde podemos llegar con Philbin?".

La respuesta es no lejos.

Un hombre que tiene que leer de tarjetas escritas para dar sus discursos post-partido en el vestidor no es un hombre que inspira, no es un hombre que habla con el corazón y más que nada no es un líder.

Esa es una realidad innegable: los Dolphins hoy no tienen un líder, y el resultado es que a la hora de la grande, se hacen chiquitos.

Yo estoy convencido de que este conjunto tiene el talento para estar en playoffs.

Ahora necesitan un nuevo capitán para dirigir el barco, y realmente me sorprendería si Philbin no es despedido en el "lunes negro" cuando finalice la temporada.

Acostumbrarse a perder nunca es bueno, y la mediocridad constante no es aceptable.

Aunque duela, y quizás te haga retroceder un par de casilleros en ciertos aspectos, los Dolphins están cerca.

Sea Jim Harbaugh o sea Rex Ryan, los Dolphins necesitan a un líder que los convenza de que pueden.

Públicamente los jugadores respaldan a Philbin porque saben que ellos son los que han quedado a deber en el terreno.

Pero Stephen Ross no le debe nada a Philbin y prometió darle a la fanaticada un equipo ganador.

Para que eso suceda, Philbin debe irse.

Es crudo el negocio, pero también real.