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América se resfría y a Chivas da pulmonía

LOS ÁNGELES -- Sería vulgar y ramplón explicar la victoria de Leones Negros culpando al América. Sería desleal e irrespetuoso estigmatizar de irresponsables a los jugadores del Nido para describir la bocanada de oxígeno de la UdeG.

Los Leones Negros se comportaron como tales. Víctimas propiciatorias, renegaron de su destino popular. Bruno Traven lo tituló mejor que nadie en su libro La Rebelión de los Colgados. Así ocurrió: UdeG desertó a su papel secundario de muerto y se convirtió en héroe de la jornada. Se quitó la soga del cuello y enredó la horca en el pescuezo del anticipado verdugo.

No recurramos a la retórica. Todo tiene un nombre conocido: testosterona, hombría, estamina, o como lo dijo Félix Araujo al final del juego: "Nos sobraron güevos y nos sobran güevos para seguir en Primera División". Sí, hormonal y testicularmente correcto.

Con la esencia aminoácida a la que hace referencia Araujo, borboteando en las venas, los Leones Negros hicieron lo suyo para sobrevivir. El 1-0 los premió de esperanza, con jugadores notables como Jairo y Jonathan González, quienes montaron el cerco más firme al vuelo zopiloteado de las Águilas, y en especial un Luis Fernando Telles que hizo válido aquello de los patos tirándoles a las escopetas, marcando un golazo en el 0-1.

Sí: lo de Leones Negros fue supremo. Pero, el América, el presunto verdugo, el supuesto matasiete, el aniquilador inminente, terminó siendo su mejor cómplice.

Dice un proverbio indio que "el oro hace soberbios, y la soberbia, necios". Y los americanistas fueron soberbios primero y después necios.

Y fueron tan necios que sus hipotéticos fusileros llegaron al menosprecio primero y a la desesperación después de buscar obuses muy lejanos para buscar hacer daño. Y no, ni Oribe Peralta ni Benedetto ni Darwin pudieron bajar la pelota de las alturas requeridas para un gol de campo en futbol americano.

Esopo lo relata en la fábula de la Liebre y la Tortuga, y el Viejo Testamento lo reseña en el mítico David venciendo al mítico Goliath. Los arrogantes mueren atragantados de su exceso de confianza.

El italiano Nicolás Tomasseo debió cruzarse con algún tipejo que asomó en su vida con la misma actitud de bravucón y perdonavidas que los americanistas este sábado.

"La soberbia es el vicio más frecuentemente castigado, y, sin embargo, el más difícil de curar", reflexionó Tomasseo.

Y ese es el problema para Gustavo Matosas. Su equipo se mostró ante Leones Negros plagado de valentones, fanfarrones y balandrones, que pensaron que en cualquier momento podrían ganar. Su premio, la ominosa derrota.

Y los llamados sublimes, protagonizaron el ridículo. En el área, Benedetto, Darwin, Sambueza, Aguilar, Peralta, Oswaldito intentaban el lujo o los artificios. Siendo superfluos nunca pudieron abrir el marcador a pesar de un abrumador dominio los primeros 20 minutos.

Después, los Leones Negros entendieron que perro que ladra no muerde. Y América siguió ladrando, pero la primera y única mordida la dio la UdeG a través de Telles.

Y el saldo rojo de América es preocupante.

1. Expulsados Chepe Guerrero y Pablo Aguilar.

2. Lesionado Benedetto.

3. Oribe Peralta bajo observación.

4. Derrota con el peor de la porcentual.

5. La peor exhibición de actitud del equipo, con esa aura de matón de vecindad.

6. Y las elucubraciones. América deja con vida a Puebla y a Leones Negros, rivales directos del Guadalajara en la pelea por el no descenso.

Y visto así, es simple entender a los maliciosos: cuando el América se resfría, a Chivas le da pulmonía.

Y claro, punto aparte, los horrores del silbante Luis Enrique Santander, con un nefasto trabajo.

1. Se come un penalti a favor del América. Alatorre no tiene las manos pegadas al cuerpo y frena el viaje del balón.

2. Perdona penalti a las Águilas. Teatralizó Fidel Martínez, pero el contacto existe y por lo tanto la falta.

3. Empujón de Cufré en el área sobre Sambueza, y no marca penal.

4. Perdona la segunda amarilla a Sambueza y a Araujo.

5. Pero no hay más en el arbitraje mexicano. Al final todos son tan malos o sospechosos como en su tiempo lo fue su propio mentor de hoy, el mismísimo Edgardo Codesal.