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Mario Osuna y la efemérides del hubiera

LOS ÁNGELES -- Ya el Chepo de la Torre se ajustaba las gafas hipster que envidiaría el Turco Mohamed...

Y ya el silbante Luis Enrique Santander consultaba el reloj que compartía los 90 minutos de bostezos de la tribuna...

Y ya Víctor Manuel Vucetich respiraba aliviad, porque a pesar de tener 67 minutos en la cancha el lastre llamado Ronaldinho conservaba el 0-0...

Y ya en las redes sociales se elucubraba sobre los años que habían pasado antes de que Chivas volviera a ser tercer lugar de la tabla a mitad de un torneo...

Y ya en Veracruz, en Puebla y en La Primavera (sede de los Leones Negros) se lamentaban de que Chivas saliera con un punto...

Y ya los aficionados del América se desgarraban en El Nido las vestiduras porque Chivas estaba un punto arriba de ellos...

Y ya los aficionados de Chivas desarrugaban sus playeras para ostentarlas el fin de semana por plazas, zócalos y centros comerciales...

Y ya Jorge Vergara esperaba la nueva oferta para vender a Chivas, que esta vez sí se acercara a los 800 millones de dólares...

Y ya Aldo de Nigris preparaba su discurso para decir que "hubiera entregado una lesión en la otra pierna por una victoria de Chivas"...

Y ya Luis Michel revisaba la prístina, virginal e inmaculada blancura de un uniforme albo, níveo, que parecía terminar el juego sin manchas de tierra o césped...

Pero cuando el reloj desangraba el minuto 90, en la agonía frustrada del 0-0, cuando todo indicaba que el músculo se iría a dormir y la ambición a descansar, justo en ese instante llegó el colapso para los precipitados.

Justo en ese instante, desde más de 30 metros en un bazucazo que venía intentando todo el tiempo, Mario Osuna tiene su premio.

El balón es un meteorito despiadado a la derecha de Luis Michel, quien se lanza, roza el balón, pero tal vez protegiendo el manicure, sin meterle la mano con estoica masculinidad, termina sólo contemplando la espléndida postal de la victoria del Querétaro 1-0.

Y fue entonces cuando Mario Osuna abortó todos esos hubiera que se recreaban en las fantasías de los personajes. A Chepo se le resbalaron los lentes, a Vergara el celular, a Vucetich el libro de excusas, a Santander y a su reloj la modorra, a Michel el ahorro del pago de la lavandería, mientras que en Veracruz, Puebla, La Primavera y Coapa festejaban como si hubieran anotado ellos y no Osuna, el asesino de las efemérides de los hubiera de este viernes.

Necesario decirlo: mientras Querétaro jugó con diez, por andar cargando al Convidado de Piedra Ronaldinho, el Guadalajara generó oportunidades suficientes para ganar y golear, pero los disparos, con más precipitación que puntería, terminaron siendo un concierto de goles de campo con destino a las tribunas.

Cuando Vucetich cumplió con la dosis angustiosa de darle gusto a sus patrones satisfaciendo las excéntricas, mezquinas y estrafalarias órdenes de sus capataces de poner en la cancha al legendario brasileño, quien hoy es más merecedor de un museo que de un sitio en la titularidad, justo entonces y con la entrada de Patricio Rubio, los Gallos Blancos dejaron de dar ventajas y emparejaron el juego.

Con once genuinos gallos, el Querétaro revolcó el escenario y Chivas empezó a angustiarse y más aún cuando en una decisión suicida: Chepo saca a un pundonoroso Carlos Fierro e ingresa a un Ángel Reyna que regresa, según lo demostró, al confort del aburguesamiento total.

¿Hasta cuándo deberá seguir Vucetich sometido por los afanes exhibicionistas de sus patrones? Esa lealtad, o esa disciplina, o ese servilismo, le costó el puesto a Nacho Ambriz y en este momento, por vestir al equipo de oropel, le puede costar al Querétaro recaer en la Tabla por el no descenso.

Tan sólo la noche de este viernes, el arquero Tiago Volpi hizo más por el Querétaro y recorrió más kilómetros que Ronaldinho en todo el torneo.

¿Y Chivas? Lo espera Querétaro el próximo martes en la Copa MX y el Puebla la próxima semana, con la lección de que los hubiera son una fantasía de los ociosos que no sobrevive 90 minutos.