LOS ÁNGELES -- La vida de Andrés Guardado está marcada por momentos impactantes. Y en absoluta madurez vive una recompensa fascinante en Holanda, cuando apenas hace un año ventilábamos, así en primera persona del plural, su desahucio como jugador y su jubilación como futbolista.
La tribuna del Phillips Stadium le rinde tributo el fin de semana pasado. Un mural gigantesco sobre ese circo europeo despliega postales imponentes. Su nombre. Su rostro. La bandera de México.
Y en esa coreografía estimulante y sobrecogedora, agregue los alaridos, los vítores y la invocación para un futbolista al que proclaman e instituyen como un referente: "Nuestra águila de oro es mexicana".
No es sólo un arco iris de agradecimiento, es un gigantesco reconocimiento cromático y, por supuesto, una plegaria para que no se deje seducir por los millones del París Saint Germain.
Porque, y Guardado lo sabe, detrás de cada cartulina y detrás de cada recuadro hay una pasión secuestrada con fervor en cada ser humano que bufa de felicidad con el PSV Eindhoven. Y esta temporada, el mexicano ha marcado diferencia.
Hace menos de un año, Guardado era un gitano frustrado de la desesperación. El Valencia no sabía qué hacer con él y lo endosa al Bayer Leverkusen, que poco antes del Mundial de Brasil le advierte que no lo contempla en la nómina, cuando el sitio del jugador en el mismo Tri estaba en duda.
Hace menos de un año, Andrés Guardado se estremecía con el síndrome del abandono. Ni equipo, ni futuro en Europa y tal vez sin Mundial. Sus mejores ofertas llegaban de Tomás Boy, quien quería reclutarlo para el Atlas y, hasta lo impensable, de Chivas.
Insisto: esa piedra alevosa, abusiva, venenosa, injusta, precipitada y torpe también la lancé yo. Era de la corte de miserables que desde la comodidad del palco lanzábamos deméritos para que Guardado no llegara al Mundial, y menos en la posición que le quería inventar Miguel Herrera.
Hoy, como tantos, llega el momento de recoger las piedras y con ellas la vergüenza de nuestros juicios precipitados. Guardado tuvo un notable Mundial. Debió ser el mejor al lado de Rafa Márquez y Héctor Herrera.
Ahora es hasta el capitán del Tri y entre los desdenes del Valencia y del Leverkusen, ha encontrado en el futbol de Holanda la más genuina de las veneraciones y de los cultos: los de la afición.
¿Cuántas figuras en el mundo quisieran ser honradas de esa manera? Porque, queda claro ahora, ese gesto multitudinario no fue organizado -aunque sí avalado- por el club sino por la misma afición, alertada por las pretensiones del PSG.
Hablábamos de los momentums de Guardado. Y podemos recapitular más allá de ese dramático descenso de sus bonos en España, su personalidad eficiente en el Mundial de Brasil y este gesto del PSG, su irrupción en el Mundial de Alemania.
Inesperadamente, a los 19 años, Ricardo LaVolpe apuesta por él en octavos de final y ante la entonces temible Argentina. Y asombró a todos. Menos a Guardado. Cuando Néstor Pékerman se vio confundido, desarmado, acorralado por el ingenio táctico de su paisano, ya había fenecido el primer tiempo.
Guardado, sin pánico alguno, salta a la cancha de Leipzig y se convierte en la pieza que distorsionó todos los cálculos de Pékerman sobre una selección mexicana que había clasificado a octavos por bendiciones ajenas y fatalistas, porque mientras perdía con Portugal en la fase de grupos, hasta el minuto 75, estaba eliminado. Lo rescata el gol de Bakhtiarizadeh para Irán. De otra manera Angola habría clasificado en lugar de México.
Y Pékerman había estudiado las negligentes actuaciones y armados de LaVolpe ante portugueses, iraníes y angoleños . Guardado fue la jugada maestra del bigotón. Y tras el 1-1, con goles de Rafa Márquez y Hernán Crespo, ya en el alargue dramático, el golazo de Maxi Rodríguez ("le pegué con la zurda de Diego [Maradona]") al 98' escribió la historia.
Ahora, Guardado hereda las ilusiones mexicanas como capitán de Miguel Herrera. "El gafete queda en las mejores manos, es de la casa", dijo Rafa Márquez, haciendo referencia a que el llamado Principito es de la misma cuna, la del Atlas.
Y en Holanda, su apellido, traducido, hasta aromatiza a alcurnia: Andrés Opgeslagen. El Principito enseñorea dos reinos: México y Holanda.
Vamos, hasta los países que divorciaron los clavados de Arjen Robben, los reconcilia Guardado. Bien escribe el español José Luis Alvite: "Los divorcios los provoca un tercero... y los impide otro tercero".