Para que un líder triunfe ha de ser capaz de llevar sus decisiones hasta el final sin importar lo que piensen los demás. Kevin McHale está siendo uno de los coaches más laureados en estos momentos, también de los más cuestionados. Ha conseguido que los tejanos lleguen a la final de la Conferencia Oeste, sin embargo, sobre él se están vertiendo críticas varias en las últimas horas. No haber pedido tiempo muerto en la última posesión del Juego 2 se pagó caro. Después de que Harrison Barnes fallara la que podría haber sido la canasta de la victoria para Golden State Warriors (habrían alcanzado una ventaja de tres puntos) gracias a una marca sólida de Dwight Howard, James Harden se encargó de gestionar la ofensiva final, la que podría haber puesto las tablas a una serie que ahora está 2-0 a favor de los californianos.
Cualquier entrenador habría ido a por el tiempo muerto, pero McHale confió en la finura de un Harden especialmente inspirado durante todo el encuentro. No lo estuvo en ese momento clave y el mundo se cayó a sus pies; también sobre los de McHale. Podría haber haber dibujado una ofensiva final, pero decidió apostar por su jugador más desequilibrante. Y muchos pensarán que se equivocó, quizás los mismos que aplaudieron el que dejara fuera a su escolta durante el Juego 6 de la eliminatoria ante Los Angeles Clippers, en aquel último periodo en el que los Rockets fueron capaces de sobreponerse a una desventaja de 19 puntos. Así son las decisiones que toman los líderes, arriesgadas, improvisadas en ocasiones y de consecuencias impredecibles.
Los argumentos a su favor con respecto a lo que sucedió el jueves ante los Warriors son varios, quizás el de más peso, el que justifique su decisión de continuar con la jugada fue precisamente la confianza que tiene en un Harden que rozó el triple-doble. Para qué dar tiempo a la defensa de los californianos a que se arme teniendo a uno de los jugadores que mejor penetran a canasta y con mejor tiro de media distancia de la liga. La estrategia no funcionó, pero las posibilidades de que lo hiciera fueron grandes. Los líderes no se equivocan aposta, hay variables incontrolables.
A McHale le sobran las credenciales en una carrera pegada al baloncesto desde el principio hasta el final. Curtido en la Universidad de Minnesota, florecido en Boston Celtics, quebrado como vicepresidente de operaciones de básquetbol en Minnesota Timberwolves y como coach en los T-Wolves y en los Rockets desde 2011, donde las cosas no le van nada mal considerando que en sus dos primer año no fue capaz de llevar al equipo a playoffs y en los dos siguientes no pasó de la primera ronda. Ahora están en el paso previo a unas Finales que se antojan complicadas.
Sus números están por encima de la media con 228-178 en balance de victorias y derrotas durante la temporada regular (.562). Si contamos que en sus cuatro años en la franquicia tejana, McHale ha llevado al equipo a lograr más de 50 victorias en las dos últimas campañas y que ha podido reclutar a jugadores de la talla del propio Harden o un Howard que huyó despavorido de Los Angeles Lakers. Eso tiene mérito y no hay muchos entrenadores que en la actualidad hayan impactado tanto en la cultura de una franquicia como lo ha hecho él.
Se trata sin duda de uno de los coaches más infravalorados de la liga, pero la realidad es que tan mal no lo debe estar haciendo para haber llegado a este punto en la actual campaña. Puede que McHale esté firmando sus últimos partidos de la temporada en esta serie ante los Warriors, puede que después de lo recorrido en esta postemporada, el camino se parta antes de llegar a las Finales, pero lo que está claro es que ha tenido agallas para tomar decisiones antipopulares que han sido aplaudidas hasta la saciedad cuando funcionaron y criticadas en los momentos en los que las cosas no salieron. Eso es muy fácil, lo difícil es llevar esas ideas a cabo.