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Caixinha y sus Santos 'muertos' vivientes

LOS ÁNGELES -- Sentencia absoluta. Santos humilla a Querétaro. 5-0. Guerreros consolidados y confirmados, se yerguen desde el desdén del octavo lugar al podio de campeones.

Faltan 90 minutos. Seguro saldrá un vendaval en Querétaro. Los Gallos Blancos querrán salirse del rosticero. Abrumar como abrumaron al Pachuca. Confiarán en el Rey Midas, ese Víctor Manuel Vucetich que alguna vez hizo milagros en los misterios de lo imposible.

Pero esta vez, enfrente está Caixinha. Y su banda de desdeñados, se plantan ante la redención. El mismo portugués había sido vituperado por la tribuna, a la que le había respondido con ese lenguaje universal que implica una mentada de madre.

Pero, también, de los arrepentidos es el reino de los cielos y de la tierra.

1. Jesús Molina estaba en Santos aún antes de poder festejar su título con América. Llegó como moneda de cambio junto con el Quick Mendoza, por un momento de iluminación de la supuesta sabiduría de Ricardo Peláez. Carlos Darwin Quintero está de vacaciones, lleva seis meses de hecho, mientras que Molina está cerca de otro título.

2. El Avión Calderón, desmantelado en Pachuca, con solo 10 partidos y pocos minutos, se convierte en el eje de Santos, con una devoción y hambre de balón y protagonismo. Andrés Fassi y Jesús Martínez en otro de sus desaciertos.

3. Y especialmente, en esa legión de redimidos, el Chuletita Orozco. Hace cuatro de esos cinco goles. Con repertorio de artillero serio, implacable, asesino. Se convierten en momias sus jornadas de incertidumbre en un Cruz Azul que lo marginaba de la Liga y lo enviaba a torneos alternos. Integrante de esa generación frustrada, emerge en el partido decisivo con un equipo y un entrenador que lo respalda a muerte.

4. Néstor Araujo llega de esa misma generación maldita de La Máquina, donde el criterio es que todos los de su cuna son inútiles y engordan los intereses de Carlos Hurtado y algunos de sus propios dirigentes, contratando bultos del extranjero.

Y podemos agregar a Acosta, al Quick y sobre todo a Adrián Aldrete, piedra angular en el América del Piojo Herrera, pero desechado por Mohamed y Peláez.

Con esos jugadores, Caixinha revistió la columna vertebral de Santos: tres jugadores de Lanús, como el notable arquero Marchesin, un motor como El Pulpo González y un zaguero como Carlos Izquierdoz, quien arrancó con momentos titubeantes, para cerrar a la altura de las urgencias del equipo.

Y la apuesta a futuro. Un promedio de edad de 23 años y meses, en una transición penosa, especialmente porque de la etapa boyante, generosa, de grandes sueldos y grandes contrataciones debió constreñirse después a cierta austeridad.

Santos clasificó como octavo. Y de carambola. Desastres ajenos le empujaron a la Liguilla. Y como ocurre en el futbol mexicano, los momentos o el momentum marcan diferencia.

Y el desahuciado entró a tundirle a los soberbios. Un Tigres favorito y líder y un Guadalajara pomadoso, con jugadores que hasta hablaban de emigrar al Real Madrid.

Santos aplicó la misma emboscada que contra Chivas. También a los Gallos, les comió terreno, les robó la pelota, los desbordó en la cancha, les mató en velocidad y certeza sorprendente -no sorpresiva- en los trazos. Fueron cinco, pero pudieron ser más, con apariciones sacrificadas, solidarias, generosas como la de Djaniny e insisto en el peso de Molina y Calderón.

Querétaro podrá intentar una ofensiva desesperada y desmesurada como lo hizo ante Pachuca desde el inicio en el Juego de Vuelta. La diferencia es que Caixinha no es el asustadizo Diego Alonso, y si se atreve Vucetich a creer que pueden retocar la historia con Sinha y Ronaldinho juntos -como algunos absurdamente lo reclaman-, será simplemente elegir el suicidio como forma alocada y poco honorable de morir.