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Y porqué el 'Piojo' jugó con Rafa Márquez

LOS ÁNGELES -- Cuando Miguel Herrera determina que Rafa Márquez juegue contra Perú, parecía decisión demencial. Un suicidio casi.

1. Márquez había jugado un partido intenso contra la Juve. Tan comprometido y concentrado estuvo, que fue quien dio el pase para el empate en los estertores del juego. Es decir, jugó el último minuto, como si fuera el primero.

2. Su organismo exigido, exprimido, de 36 años, cientos de batallas a primer nivel, sacudido por lesiones y con una confesión suya: "pagando por una nutrición deficiente en la infancia y adolescencia".

3. Se largó el lunes un viaje de 18 horas entre Italia y Perú. Reposó del juego el domingo. Y del viaje el martes. Y tanto Márquez como Herrera lo sabían: en el fondo de la defensa mexicana se libraría la mayor de las batallas contra las bayonetas peruanas.

Parecía una demencial decisión, más que una decisión demencial. Un suicidio porque Márquez será el gran ausente en la Copa Oro y perderlo por sobrecarga, fatiga o un golpe en la Copa América haría más patética su situación que en los primeros 70 minutos del Tri ante Perú.

Vuelvo al argumento que a muchos molesta: ver a un jugador en vivo, el entender su trascendencia en el equipo y en el juego, porque la TV acosa al balón y presenta retazos de lo que pasa en el terreno. Ahí en la cancha se le condecora o se les degrada, como pasó al final con Marco Fabián, Efraín Velarde y Paleta Esqueda.

La tribuna de prensa del Estadio Nacional de Lima tiene privilegios. Está sumergida entre el público, con excelente cercanía visual de la cancha. Se escuchan incluso los gritos, cuando la afición aplaca su euforia.

Por esa ventaja se pueden citar varios momentos de Rafa Márquez que dejaron en evidencia el peso en el Tri, que, ojo, ningún otro futbolista podrá tomar.

Una de las jugadas con mayor claridad ofensiva por parte de México en la primera mitad, y seguramente muchos la recuerdan, fue un pase preciso a la velocidad hacia el área de Javier Aquino.

Pero, en el proceso y elogios de ese servicio se perdió de vista el desarrollo previo. Márquez sale del fondo. Sin espacio para avanzar y sin espacio para entregar la pelota. La pide por derecha del Jerry Flores. La entrega a Valenzuela hacia el centro, la recibe y busca con Domínguez hasta la banda izquierda un nuevo relevo y una nueva pared. Regresa y hace el mismo pacto con Medina. Y adormece a Perú, con ese paseo intrascendente del balón en la cintura de la cancha.

De repente, ya de nuevo en sector derecho, busca con la mirada a Jiménez, pero el trazo, raspando el balón, es a la derecha, perfecto al espacio y a la velocidad de Aquino, quien no la hace crecer.

Hizo otra jugada similar. Paseó el balón, arrulló a Perú agrupado ya, se paseó por media cancha y soltó el latigazo, sólo que Paleta Esqueda adivinó la fineza de la jugada hasta que viajaban de regreso al hotel posiblemente.

Eso en trabajo ofensivo. En la trinchera, lamentable y desgastantemente, debía arrastrar siempre a Flores, a Velarde o a Domínguez, cuando súbitamente él salía y dejaba a Farfán o Guerrero en fuera de lugar. Es su labor como líder, pero el resto, en tanto, no sabe leer el entorno y por eso fueron tomados en desbalance en varias jugadas.

Y en ese mismo trabajo defensivo, Márquez cortó tres pases filtrados cuando Cueva, Farfán y Guerrero ya habían rebasado por el centro la marca, leyendo perfectamente cómo se atolondraban en la salida los zagueros mexicanos.

Muchos hablan de lentitud de Rafa Márquez. Cualquier zaguero se verá lento si además de tratar de cubrir su feudo, debe cuidar a su vecino, porque recula en vez de anticipar o porque anticipa en vez de esperar o porque persigue al receptor en lugar de proteger la zona con el pasador del balón.

Y después de esos 45 minutos, quedaba claro porqué Herrera y su capitán habían pactado que saliera a la cancha. Algo que hasta Alfredo Talavera resintió, porque debía pegar gritos precipitados a sus defensas.

Sus 163 juegos con el Barcelona evidentemente le dieron la sabiduría que refleja con el Tri, y que además fue más contrastante en su juego 125 con la selección mexicana.

El problema es que no hay un heredero claro. Hoy a sus 27 años, Héctor Moreno no muestra la serenidad defensiva de Márquez, y mucho menos el aporte ofensivo. ¿Maza Rodríguez?

Miguel Herrera, del Pachuca, parecía tener esas condiciones, pero su madurez se ha vuelto lenta, porque, evidentemente, no tuvo las grandes aulas europeas que a esa edad (26 años) ya tenía Rafa Márquez.

¿Diego Reyes? Técnicamente podría serlo. Pero físicamente y futbolísticamente no alcanza ese nivel, pero por un solo motivo: hace del futbol un hobby y no una pasión, ni un proyecto de vida. La gran verdad es que en el Porto lo compraron por sus condiciones notables, pero ahora quieren venderlo por su desidia, por su apatía ante la gran oportunidad de descollar en Europa.

Quienes siguen este espacio saben la oposición abierta a naturalizados en el Tri, pero, irónicamente, en este momento el mejor compañero de Moreno en México, visto desde fuera, sería un joven naturalizado: Leyton Jiménez, zaguero colombiano del Veracruz, despreciado extrañamente por Pékerman.

Mientras tanto, el Tri necesita encender veladoras por la salud de Márquez o de otra manera deberá encender cirios por la salud defensiva del Tri.