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¿Podrá El Piojo bajar a sus 11 del Patíbulo?

VIÑA DEL MAR -- Las medias verdades son un recurso no renovable. Caducan. Se marchitan con la vida prestada por las medias mentiras.

A Miguel Herrera se le agotaron las medias verdades. Se entiende, pero no se le justifica, el haber construido Castillos en el Aire para salvaguardar y solidarizar a su grupo, a costa de su credibilidad, vapuleada arteramente en redes sociales.

Como cabeza de una manada dispersa, asustada, desconfiada, huidiza, atemorizada, como esta Selección B con mentalidad y postura de Selección MuyX, la grandilocuencia de su discurso ha pretendido arengar pública y privadamente a un grupo que, estrictamente, comparece como aquella legendaria película: Los Once del Patíbulo.

Es un escuadrón suicida. Kamikazes indecisos. Antihéroes de una causa perdida, con la esperanza de redimirse en una hazaña.

1.- Miguel Herrera se ha inmolado. Habló de una Final. Habló de títulos. Habló de protagonismo. Si lo cumple, lo espera un carro alegórico por Paseo de la Reforma. Si no lo cumple -y Bolivia pareció certificárselo-, deberá remitirse herido, sombrío, en la redención urgente, obligatoria de ganar la Copa Oro.

2.- En la locuacidad de sus promesas encuentra pecado y penitencia. Resulta que el coloso de verdor ecológicamente invulnerable que proyectó antes del torneo, se desmoronó internamente ante Bolivia. No todos sus jugadores están hechos de la sustancia de sus exigencias. Porque, ojo, y él lo sabe, correr mucho no es igual a luchar mucho o a colaborar lo necesario. Le sobran, y él lo sabe, maratonistas huecos de compromiso.

3.- Los jugadores son catalizadores de su propia desconfianza. Y eso tal vez no lo ha percibido El Piojo, pero sus futbolistas saben que sus socios no son la mejor compañía posible. Ese empaque de grupo aún no ha encontrado su punto de catarsis. ¿Lo habrá sido Bolivia? ¿Lo será Chile? El discurso del entrenador se diluye si Tecatito no cree en Vuoso, si Güémez no cree en Flores, o, aún peor si Herrera no cree en Herrera, o Aldrete no cree en Aldrete.

Se magnifica a Vuoso. El naturalizado cumplió raspándose los muslos, y apretando los dientes, pero que poco jugó al futbol. ¿Desde cuándo debe exaltarse la entrega desmedida de un seleccionado nacional? Él sí hizo su trabajo, varios de los otros, no, y eso, cínicamente, se llama traición.

4.- En esta caravana de peregrinos buscando Utopía, que por etimología significa el lugar que no existe, Miguel Herrera es el culpable. Él eligió dirigir la travesía. Él eligió a sus insensatos, quienes se autoembaucaron, a cambio de la promesa de vestirse de verde, que podían conquistar un Everest en patineta.

La ansiedad de gloria, como Hugo Sánchez en el Preolímpico para Pekín, arrincona a Herrera. En el otro extremo, aterrorizado, Chepo de la Torre envió a Luis Fernando Tena a a los JJOO de Londres, y éste le arrebató la vitrina histórica.

5.- Aun cuando marcó ritmo e intenciones en el juego ante Bolivia, pero no por ello lo dominó en el terreno en que necesitaba ni generó mejores posibilidades de gol, El Piojo eligió colocar a un Negrito Medina menos inquietante que con Atlas, y un Javier Güémez que hizo extrañar a Mario Osuna, ante Chile seguramente será más precavido incluso.

¿Qué viene? La encerrona drástica. La catarsis dramática. La terapia violenta. Miguel Herrera debe consumar de inmediato el control anímico de sus jugadores, con cirugías, trepanaciones urgentes, sobre la deteriorada fe en sí mismos.

Y a ello se le agregan el alud de desprecio, lástima, menosprecio y conmiseración de su afición a través de las redes sociales.

Este viernes, el cadalso escurrió sangre cibernética y levantó tumbas con epitafios obscenos sobre cada integrante del Tri.

Y cuidar sus homilías. Nadie va a creerle, ni sus jugadores, que México está en condiciones de someter a Chile, un equipo liberado con su victoria sobre Ecuador, y que con la presión exudada, asume de nuevo su rol de favorito pero con la pasión como motor.

Miguel Herrera olvidó una referencia muy juiciosa de sus procesos: paso a paso, juego a juego, partido a partido. Distrajo a sus jugadores encaramándolos al podio de las proezas, sin haber medido la hombría de Bolivia al menos.

Para reconstruir a este Tri, el primero que debe reconstruir sus mensajes y su forma de enviarlos es el mismo Piojo.

Ni todos los discursos de Napoleón eran beligerantes. Ni todos los evangelios hablan de paz y amor.