TORONTO - Por si quedaba alguna duda, la vida del reportero puede llegar a ser de lo más intensa. Y ya si hablamos de cubrir los Juegos Panamericanos, la cosa toma un tinte curioso. Es apasionante el estar pendiente de lo que sucede en las 36 disciplinas que se practican, inspirador el hablar con deportistas de todo tipo de modalidades que tienen que luchar contra viento y marea para lograr una presea de oro. Deportes olvidados de la mano de Dios que no reciben subvenciones, como el tiro, el pentatlón moderno y otros muchos que ahora están en el centro de todos los focos pero que luego pasan al olvido.
Es inevitable. Al final el interés está en otros menesteres y muchas de las modalidades que vemos en este tipo de eventos o incluso los Juegos Olímpicos no dejan de ser minoritarias. Tanto que en algunos casos no tienen Federación que les represente. Véase el equipo de pentatlón del Perú, el caso más reciente con el que me he topado. Han tenido que luchar mucho para poder conseguir que el Comité Olímpico les ayude y las trabas que están encontrando para desarrollar esta disciplina de cinco deportes son innumerables.
Y así, entre las bofetadas de realidad, resultados, alegrías, decepciones e historias de superación pasa el tiempo. Atletas que ganan metales tras haber sufrido lesiones, favoritos que no cumplen las expectativas, o ese padre que no ha conocido a su hijo recién nacido porque está en plena competición. Y las horas se van sin remedio. Hasta 15 horas diarias estamos echando editores, realizadores, técnicos, reporteros, productores, escritores...
Y el correcalles de siempre. El ir de un lado a otro como si nos diera la vida en ello, básicamente porque nos da la vida en ello. Porque debemos estar justo donde está la historia, donde se cuece la noticia, donde el interés aflora. Y no importa que las distancias sean en ocasiones imposibles, o los planes cambien, o se tengan que hacer auténticos rompecabezas para cuadrar las cosas.
Todo vale cuando se trata de informar, de sensibilizar y de lograr que todo llegue a tiempo para ustedes. Y es que, al fin y al cabo son ustedes el fin último de todos nuestros ajetreos, cacheos, sudores, tensiones y emociones. Porque todo esto es una experiencia inolvidable, pero sin alguien que nos ve, nos escucha y nos lee, nada de esto tendría sentido.
Recibe la estafeta de este largo relevo Jaime Vega Curry.