BUENOS AIRES -- El trajín de la Copa Libertadores, los festejos prácticamente arriba de un avión, en un vuelo interminable, la Suruga Bank con un cambio horario de doce horas, el inmediato regreso, en algún momento el cuerpo le iba a pasar factura al plantel de River. Nadie puede soportar semejante carga sin pagarlo de una manera u otra. Y el equipo de Marcelo Gallardo terminó sufriendo ese ajetreo con una derrota, en su propia casa, ante San Martín de San Juan.
Pero la idea mencionada no se refrenda con el traspié en sí mismo, que dentro de un fútbol tan competitivo puede estar dentro de las generales de la ley, sino que además queda en evidencia por lo sucedido en el campo. River jugó un tiempo y se quedó sin combustible. Claramente. Ni siquiera el haber estado más de media hora con un hombre más fue el disparador para que pudiera establecer una diferencia. Lógico, entendible, razonable. Pero quizás se va con un sabor amargo porque de haber cosechado de a tres, esto le hubiese permitido poder alcanzar a los punteros (Boca y San Lorenzo) con el partido que aún tiene suspendido ante Defensa y Justicia. No fue posible. Hoy el plantel que tiene es muy corto y el entrenador no tuvo la posibilidad de apelar a un necesario recambio.
Por todo esto, en el día de los festejos el hincha de River no pudo irse con una alegría total. De más está decir que la sensación de regocijo por haber ganado la Libertadores no se modifica con nada. Bastaba mirar a las tribunas y observar que el partido se había vuelto una excusa de los simpatizantes Millonarios para estar juntos; sólo deseaban ser participes de una celebración que se venía postergando por casi dos décadas. A nivel cosecha de títulos internacionales, River ha cerrado un año (deportivo no calendario) que es de los mejores en su historia, quizás sólo comparable con aquel 1986/87 en el cual consiguió la Libertadores, la Intercontinental y la Interamericana.
Un festejo que aglutinó a los campeones de otros tiempos, que unió distintas generaciones de futbolistas y, por qué no, de hinchas. No se extendió demasiado ya que Gallardo prefirió algo corto para no desconcentrar a sus jugadores. Pero la realidad es que el tema no estaba en la cabeza, sino en el físico. En lo mental el equipo está atravesando un momento estupendo. Gracias a esa fortaleza anímica es que ha podido superar infinidad de obstáculos y levantar dos copas con una diferencia de días.
La frase "River vuelve a ser River" se convirtió en una de las muletillas más escuchadas de la tarde. Y no deja de ser verídica. Porque después de días aciagos, en muy poquito tiempo ha logrado encarrilar su destino. Tal vez por ese antagonismo en un lapso tan cercano es que se percibía tanta emoción. Con la Copa Libertadores en la vitrina, ahora la voracidad de este River lo lleva a ponerse nuevas metas, ir por otras conquistas, y la realidad es que no resulta malo que, pese a lo ganado, renueve sus horizontes.