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River mostró su peor cara en Avellaneda

BUENOS AIRES - Desde la llegada de Marcelo Gallardo a la dirección técnica, River no está acostumbrado a ser dominado de forma tan categórica. No es habitual encontrarlo maniatado, sumiso, sin capacidad de resolución ni de reacción, desconcentrado, reconociéndose implícitamente inferior. Sin embargo, en su paso por Avellaneda la imagen que quedó difiere bastante de la que la realidad apuntala con sus números inapelables. Debe haber sido la peor versión colectiva del millo del último año. Más allá de todo lo negativo, dentro de un partido en el cual se juntaron la peor cara de River con la mejor de Independiente, le quedan a los de Núñez cosas para destacar. Como por ejemplo la autocrítica de su entrenador. Que fue despiadada, cruda y realista. Y eso es bueno, porque significa que no está dispuesto a tirar la basura debajo de la alfombra y llama a las cosas por su nombre. Gallardo asumió su error táctico, la mala lectura que hizo de lo que podía suceder. No cargó las tintas sobre sus dirigidos. También destacó como un error colocar en cancha a futbolistas que venían de jugar en la altura y de un viaje que fue muy largo en horas de vuelo y escalas. Una vitrina llena de títulos le permite efectuar semejante autocrítica. Pero más allá del crédito que posee, la hizo, y ese es un gesto poco común en nuestro fútbol, donde las excusas están a la orden del día.

Está dicho que desde lo futbolístico River volvió a tener una labor poco convincente. Algo que se viene repitiendo (aunque no de forma tan notoria como el domingo), desde que volvió de Japón a esta parte. Falló como equipo, no tuvo respuestas en lo individual, y no pudo suplir su letargo ni siquiera con algún arrebato aislado. Fue tan claro en dominio de su oponente, que cuando se observa la diferencia de 3 a 0 todos coinciden en que fue exigua. ¿Qué debe suceder para que River vuelva a ser el equipo de otros tiempos? Por sobre todas las cosas, tiene que recuperar algo de su fútbol. Hoy adolece de ideas claras, carece de impronta y está vulnerable en la defensa. Desde la ida de Ramiro Funes Mori, que posibilitó a Eder Álvarez Balanta contar con mayor rodaje, el colombiano no ha podido parecerse al solvente marcador central que era codiciado por importantes equipos del mundo, al contrario, hoy está vacilante e impreciso, por lo cual la franja izquierda de la línea de fondo, que comparte con un errático Milton Casco, se ha vuelto una tentación para los ataques rivales.

De todas formas no es el único costado flaco del equipo. Tampoco ha conseguido el fútbol que esperaba con la vuelta de Leonardo Pisculichi. Más allá de que le aportó una mayor fluidez al juego, aún no consiguió hacer la diferencia, con lo cual los delanteros tampoco son abastecidos en forma correcta ni permanente. ¿Es motivo de preocupación este presente? Si Gallardo logra encontrar los mecanismos para solucionar parte de las falencias, se tratará sólo de algo pasajero, pero si se extiende en el tiempo como viene sucediendo, habrá que concluir en que no se trata de algo tan coyuntural como parece. Eso sí, a la hora de los mano a mano, como disputan en las copas internacionales, ahí se vuelve implacable. Pero no deberá sostenerse en esos pergaminos, tendrá que levantar su nivel porque las ideas de su conductor así lo demandan. Por convicción y por necesidad, para que un ciclo exitoso continúe teniendo vigencia.