BUENOS AIRES -- Un buen resultado siempre es un bálsamo. Más aún en el caso de River, que dentro del ámbito local le está costando mucho cosechar alegrías. Tres puntos que le sirven para trabajar con mayor tranquilidad, pero que a la hora del análisis dejan abiertos muchos interrogantes.
Y el principal es la dificultad que está teniendo el conjunto que dirige Marcelo Gallardo para recuperar el buen nivel de juego que exhibió en otros tiempos. Ni con titulares ni con una alineación alternativa está pudiendo ser lo que fue.
El sábado, durante gran parte del partido, lo maniató un Vélez que está realizando una campaña errática, que cuenta con muchos juveniles en su formación. La buena noticia, la destacada, fue la vuelta de Lucas Alario, quien mantiene intacto su oportunismo y capacidad goleadora.
River necesita como el agua de alguien que culmine las llegadas transformándolas en gol, y esa tarea la cumple a la perfección el ex-Colón. Tanto él como todo el mundo Millonario ruegan para que ese hombro derecho no vuelva a salirse de su lugar y le permita jugar sin inconvenientes, al menos hasta el Mundial de Clubes.
Así cerró River una semana en la cual, allá por el miércoles, había tenido una presentación ante Chapecoense, en el marco de la Copa Sudamericana. En Brasil tampoco fue buena su producción. A duras penas pudo mantener la ventaja conseguida en el Monumental (de 3-1). Perdió 2-1, pero en el último minuto un cabezazo que se estrelló en el travesaño paralizó millones de corazones porque de haber entrado esa pelota el pase a semifinales se tenía que dirimir por tiros desde el punto del penal.
Dicha actuación fue, quizás, la más floja de la era Gallardo. Nunca con el Muñeco como entrenador se observó a un River tan dominado en todos los aspectos. El director técnico esto lo sabe y mete mano para modificar la realidad, pero el fútbol no aparece.
Marcelo Barovero le encuentra una explicación en el cansancio físico por la cantidad de viajes, por la suma de partidos, el estrés, todos motivos lógicos de un equipo que no para de jugar desde que comenzó el año. Sin embargo, Gallardo no adhiere a esa teoría. Por el contrario, casi que dio un ultimátum para aquellos que pueda sentirse de esa forma. Palabras más palabras menos, sentenció que quién está cansado, sale del equipo. Pese a todo, River ya tiene garantizado el pase a la semifinal de la Sudamericana, donde deberá enfrentarse con el único equipo que lo venció (con Gallardo como entrenador) en una final: Huracán.
Por eso al principio nos referíamos a la victoria ante Vélez como un bálsamo. Porque la necesitaba, porque siempre reconforta y sirve para que la labor de corregir errores se vuelva más amena. Y River sabe que no puede bajar los brazos. Es que más allá de lo narrado en el contexto continental, lo espera la competencia más importante de los últimos tiempos, que es el Mundial de Clubes a jugarse en diciembre, en Japón, con el Barcelona como rival soñado.
Por eso no puede relajarse, por eso no tiene tiempo para descansar, por eso todos son conscientes de que deberán elevar su nivel futbolístico, por eso la necesidad de que River vuelva a ser el River que revolucionó el fútbol argentino a mediados de 2014.