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La novela de José Fernández en Miami

Los Marlins de Miami repiten una y otra vez que José Fernández no se va a ningún lado, lo cual hace muy probable que sí se vaya.

Podría ser a los Yankees de Nueva York o los Dodgers de Los Angeles, los dos equipos que mayor interés han mostrado en el derecho cubano, Novato del Año de la Liga Nacional en el 2013.

Y aunque el gerente general de los peces insiste en que José no está disponible en el mercado de cambios, siempre habrá, como diría Vito Corleone em la película 'El Padrino', una oferta imposible de rechazar.

Cuando entran los Dodgers en la conversación, los nombres que suenan son los del también cubano Yasiel Puig, el prometedor campocorto Corey Seager y el zurdo mexicano Julio Urias.

De esos tres, solamente Urias tendría cierta lógica, pues se trata del principal prospecto del pitcheo angelino y aunque apenas tiene 18 años de edad, podría estar listo para debutar en las Mayores a mediados de la campaña del 2016 o al inicio del 2017.

Pero al canje Fernández-Urias habría que añadirle unas cuantas piezas más para hacerlo equitativo.

Seager, a menos de que vaya a ser movido a la antesala, no tiene nada que buscar en Miami ante la presencia del cubano Adeiny Hechavarría en el campocorto.

Hechavarría, sempiterno candidato al Guante de Oro, ha logrado conformar junto con Dee Gordon la mejor combinación alrededor del segundo cojín en todas las Grandes Ligas y ni a corto, ni a mediano plazos, Seager encaja en esa ecuación.

Y en el caso de Puig, sería comprarse un talento muy problemático o un problema muy talentoso. Se sabe que la relación del pelotero con su ex manager Don Mattingly no era la mejor y de venir a Miami, el cubano se encontraría nuevamente con el director que no supo manejarlo en Los Angeles.

Por su parte, los Yankees tendrían que incluir, sí o sí, al portentoso Aaron Judge, una suerte de Giancarlo Stanton de seis pies y siete pulgadas de estatura y casi 300 libras de peso, capaz de enviar la pelota lejos, muy lejos, como hace el jardinero derecho de los Marlins.

Pero tanto Judge como Urias, e incluso Seager, con todo y que lució enorme en los 27 partidos que jugó en el 2015 en las Mayores, son apuestas arriesgadas por un lanzador hecho y que, si la salud lo acompaña, es de los mejores de todo el béisbol.

Sobrados son los casos de promesas que se quedaron en eso, promesas.

Por otro lado, calidad indiscutible aparte, Fernández no deja de tener signos de interrogación, pues en el 2014 se sometió a una operación e codo Tommy John y cuando regresó en gran forma, también debió pasar por la lista de lesionados en el 2015.

La novela de José tiene aristas y capítulos disímiles. Como su salud es una incógnita, podría ser inteligente salir de él si en retorno recibe talento joven abundante.

Además, para nadie es un secreto que la relación entre los Marlins y Scott Boras, el poderoso representante del jugador, está completamente fracturada, lo cual hace casi segura su partida en busca de nuevos aires cuando llegue el tiempo de la agencia libre.

Pero Fernández es la cara de los Marlins, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese.

No es Stanton, con todo y su contrato de 325 millones de dólares, pues aparte de sus kilométricos cuadrangulares, tiene una personalidad opaca, aburrida, que no convoca fanáticos al estadio como lo hace José.

Además, ¿por qué cambiar a un jugador que además de estelar es mercadeable y sobre el cual el equipo tiene control por tres temporadas más?

Quizás en el 2018 sería el momento de un canje, meses antes de que se convierta en agente libre. Pero ahora no.

De todos modos, habrá que esperar a ver cómo termina la novela de José y si el final se precipita esta misma semana, durante las reuniones invernales de Nashville, Tennessee.