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¿Campeón América? Lo condena la historia

LOS ÁNGELES -- Abre la pasarela del Clausura 2016. Y algunos de los contendientes cargan con una cruz antes del primer silbatazo. Las obligaciones superan a los derechos.

1. Tigres, con un plantel fortalecido, debe ganar todo. El Bicampeonato es un deber. Acaso sólo lo distraiga la Concachampions, un escalón debajo de la Libertadores.

2. Chivas se fortalece y Matías Almeyda invoca y evoca sus primeras cuatro victorias al mando y la Copa MX, pero escurre bajo el tapete los seis últimos juegos de la Liga: ganó cinco de 18 puntos posibles. Obligado a salvar al Rebaño, y según, Jorge Vergara, a ser campeón.

3. Y otros más: Cruz Azul apuesta por Tomás Boy y contrataciones en el menú del técnico. Gárgolas del fracaso de 18 años sin título los contemplan. Pumas debe redondear la obra del Apertura 2015.

4. ¿América? ¿Más obligado, más comprometido que los anteriores? Sin duda. Fracasa en Liguilla y en Mundial de Clubes. El Nido tiene fiesta: 100 años de vida. El fandango reclama trofeos, historia, galardones.

Pero malas noticias para las Águilas. Ningún equipo mexicano ha sido campeón de Liga después de su comparecencia, bochornosa, claro, en una Copa Mundial de Clubes. Algunos, ni siquiera han clasificado a Liguilla en el torneo inmediato.

En 2005, Saprissa representó a la Concacaf, pero de 2006 a la fecha, cinco de los nueve equipos que jugaron el Mundial de Clubes, no lograron clasificar a Liguilla, y algunos hasta sufrieron cambio de entrenador, aún clasificando.

Cierto, después de ese torneo anual de FIFA, tres equipos lograron llegar a la Final, pero la perdieron: Monterrey con Vucetich, Pachuca con Meza y América con Luis Fernando Tena.

Pero al América de gala y de manteles largos el 12 de octubre le alcanza con otro protagonismo en la Liguilla. Difícilmente.

Sería amargo, morboso, chocante, ridículo, perverso, casi, armar un carnaval en el Estadio Azteca con un ataúd en el centro de la cancha en lugar del anhelado título número 13. Sería como ir de boda con una momia.

Tras el berrinche manifiesto de Emilio Azcárraga Jean luego del bochorno en el Mundial de Clubes, que no truncó el mando de Ricardo Peláez ni de Nacho Ambriz, la Espada de Damocles oscila sobre sus pescuezos, sostenida con un frágil hilo fosilizado.

Lo saben ambos: de no levantar la Copa del Clausura 2016, los dos no podrán ni regresar a El Nido de Coapa a recoger sus pertenencias. El patrón no perdonará que el champaña que ya enfría se agrie para esas fechas.

Cierto que los antecedentes, las tendencias, las referencias y las estadísticas son estrictamente un punto de consulta, pero no un juicio absoluto. Nada impide que América despedace la nociva tendencia al fracaso reiterado.

Citamos ya los nombres de los tres técnicos que se sobrepusieron a la congoja en el Mundial de Clubes y al menos fueron finalistas en el torneo inmediato de Liga. Nombres de alcurnia en México.

Entrenadores con experiencia todos ellos. Ganadores de títulos nacionales y hasta de lustre internacional, como Enrique Meza en la Sudamericana y Luis Fernando Tena en los JJOO de Londres.

¿Está Ambriz en ese nivel de cotización, conocimientos, aprendizaje y astucia? No, definitivamente no.

¿Es acaso Ricardo Peláez mejor director deportivo que los de ese Monterrey, ese Pachuca y ese América que al menos fueron finalistas en la siguiente Liga? Al menos a la altura de algunos de ellos.

¿Qué ocurre después del Mundial de Clubes? Hay varios forajidos que entrampan el camino en el torneo inmediato.

América en este caso llega sin una pretemporada completa. Ni siquiera con una rehabilitación correcta.

El grupo estaba vapuleado por la forma vergonzosa en que se dieron las expulsiones de sus referentes extranjeros en la Semifinal ante Pumas, y después el bochornoso espectáculo de Carlos Darwin Quintero liándose a golpes en el Mundial de Clubes.

A ese equipo en ruinas futbolísticas, morales, anímicas, grupales, disciplinarias y físicas no se le dio tiempo de terapia completa. No hubo tiempo de contrición, sino que de inmediato tienen la obligación de redimirse.

Es un trabajo urgente. De sanación absoluta. En manos de Ambriz y en manos de Peláez. Y con verdadera contrición y voluntad de sus futbolistas.

A favor del América y su grupo, debemos recordar el Síndrome del Arrepentimiento. El futbolista es baquetón y sinvergüenza, pero no es tonto.

Los jugadores del América saben que están al borde del abismo. Que juegan con fuego. Que pueden quedar marcados y marginados en sus carreras futbolísticas.

Y ese fenómeno del Síndrome del Arrepentimiento puede ser el motor inesperado de grandes proezas. Es cuando los ciegos ven, los sordos oyen, los mudos hablan...

El instinto de conservación, el espíritu de supervivencia, puede aleccionar a los futbolistas del América que se absuelvan en la cancha de todos sus pecados, pero ¿en verdad querrán hacerlo...?