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El extraño caso de Yoenis Céspedes

Cuando el mercado de agentes libres abrió sus puertas después de la Serie Mundial, todos los portales de béisbol colocaban una foto del cubano Yoenis Cespedes en cuanto artículo hablaba sobre los bates más cotizados del invierno.

Ya se acerca la primavera y cuando están a punto de abrir los campos de entrenamientos, Céspedes todavía no tiene empleo y las ofertas que ha recibido están muy por debajo de los estimados que se manejaban hace tres meses atrás.

Según fuentes cercanas a las negociaciones, el pelotero estaría buscando un contrato en el orden de seis campañas y 22 millones por temporada.

La cifra total sería de 132 millones de dólares, por debajo de los 150 millones en que algunos entendidos estimaron el valor del cubano en el mercado.

Los números no sonaban descabellados, sobre todo después de que los Cachorros de Chicago anunciaran la firma del también jardinero Jason Heyward por ocho años y 184 millones de dólares.

Sin embargo, que se sepa, hasta el momento la mayor oferta recibida por Céspedes es la de los Baltimore Orioles y que podría rondar los 90 millones por cinco temporadas.

La única diferencia notable entre Céspedes y Heyward a favor de este último es la edad, pues mientras el cubano acaba de cumplir 30 años, el estadounidense tiene 26.

Heyward, segundo en la votación del Novato del Año de la Liga Nacional en el 2010, cuando jugaba para los Bravos de Atlanta, nunca ha cubierto las expectativas en proporción con su talento y el megacontrato que le han dado los Cachorros podría ser uno de los peores de la historia, a menos que aún no haya alcanzado el pico de su carrera y tenga una explosión ofensiva que justifique semejante pacto.

A juzgar por los números conseguidos hasta ahora en seis años de carrera, Heyward ha sido un jugador promedio, del montón, con promediando .268 de average, 19 bambinazos y 68 remolcadas por campaña.

Esas cifras palidecen ante los promedios en promedio (.271), jonrones (30) y empujadas (103) de Céspedes, quien pudiera estar siendo víctima de la sabermetría.

No nos engañemos. Las nuevas estadísticas que han ido imponiendo personas ajenas al béisbol, que ven el juego a través de los números de una computadora, desconocen la esencia de este deporte, aunque hasta cierta medida intenten evaluar el rendimiento de un pelotero de manera más exhaustiva.

Heyward tiene un mayor promedio de embasamiento (OBP) que Céspedes y ese es uno de los datos que más valoran hoy los sabermétricos.

¿Pues saben qué? De nada le ha valido, pues anota menos carreras por año que el cubano, quien acumula también más imparables, más dobletes y triples que el nuevo jardinero de Chicago.

Pero incluso en cifras que prefieren los sabermétricos, como el promedio de slugging y en OPS (la suma del slugging y el OBP), el antillano supera a Heyward.

Ambos son ganadores de Guantes de Oro, tres para Heyward y uno para Céspedes, quien posee el brazo más respetado entre todos los guardabosques de las Grandes Ligas.

Entonces, no se entiende que a estas alturas, en un mundo donde el dinero se regala muchas veces sin sentido, nadie se haya decidido a pagar por el cubano el precio justo.

Es cierto que en cuatro campañas en las Mayores, ha pasado por cuatro equipos diferentes, pero en los casos de los Atléticos de Oakland y los Tigres de Detroit, su salida se debió a razones económicas de los conjuntos.

Asimismo, su estancia con los New York Mets se sabía que era a modo de alquiler, pues la franquicia no tuvo nunca intenciones reales de extenderle un pacto, a pesar de su aporte fundamental para llegar a la Serie Mundial, debido a causas financieras.

Quizás la química entre el jugador y el cuerpo de dirección no funcionó durante su breve estadía con los Medias Rojas de Boston, en el 2014, pero Céspedes no es el tipo de persona problemática que llegue a convertirse en un indeseable dentro del clubhouse.

De haber sido así, David Ortiz, líder indiscutible de los Medias Rojas, no habría abogado por su contratación a largo plazo, como en su momento hizo el Big Papi, consciente de la ayuda que podría representar el jardinero para la ofensiva del equipo.

Entonces, es un caso muy raro que un hombre capaz de batear 30 cuadrangulares e impulsar 103 carreras por año siga desempleado.

Aunque los sabermétricos insistan en desvirtuar estas estadísticas, el objetivo final del juego es fabricar anotaciones y el cubano ha demostrado ser un artífice en eso, aparte de impedir unas cuantas con sus disparos electrizantes desde las praderas.

A fin de cuentas, es por los jonroneros, por los remolcadores de carreras, por lo que los fanáticos pagan sus entradas al estadio. ¿O no?