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Si América no te dio tu lugar, la afición sí Cuauhtémoc

No fui, no soy y tampoco seré de su agrado. La relación con Cuauhtémoc Blanco fue siempre complicada en mi época como reportero. Recuerdo una ocasión en Valle de Bravo, el ‘Temo’ apenas vio mi presencia y gritó en pleno entrenamiento: “¡Aguas con lo que van a decir, ya llegaron los de Récord!”. Nunca entendí por qué fue esa diferencia conmigo, pero sinceramente tampoco le tomé mucha importancia.

En el Mundial de Clubes del 2006, durante la participación de América en la competencia, en Japón, donde les fue bastante mal, sabida la mala relación con Blanco, me acerqué a él en un espacio recreativo y acepté que quizá había una mala relación, entre él y yo, pero le solicité que me dejara entrevistarlo. En principio negó que quien esto escribe le cayera “mal”, pero nunca aceptó una charla uno a uno conmigo. Quizá eso no sea lo importante. Lo más trascedente es el respeto que se le puede tener a un jugador por su autenticidad, por ser el mismo y por su espectacularidad dentro de un campo de juego.

No es nuevo decir que Blanco es un fenómeno mediático. Un personaje de barrio nacido para el futbol. Hecho por y para el pueblo. Admirable el arrastre que tiene con la gente. Por algo, en medio de su alta ignorancia en temas políticos, llegó a la presidencia de la alcaldía de Cuernavaca. Hombre de carácter que enfrentó obstáculos en su carrera y su vida. Difícil verlo hoy en un ambiente que no es el suyo, rodeado de camionetas del ejército para resguardar su seguridad por temor a su vida. Lamentable. Triste.

Sin embargo, ahí está, valiente. “Yo sí tengo bien puestos los pantalones”, aseguró hace poco durante una entrevista. Tiene razón. Es un hombre de una pieza que ha sabido darle cara a la adversidad. El reflejo positivo de miles de personas que como tú o como yo tienen temor a ser uno mismo por miedo al qué dirán. A cometer errores, a ser la burla de la gente por sacar las flaquezas de esa endemoniada personalidad, con la que muchos lidian todos los días.

Blanco es Blanco. Envidia de muchos por ser él mismo. Mofa de miles por equivocarse siempre, pero es él y eso, más que criticarlo, hay que aplaudirlo. Es una leyenda viviente del futbol mexicano. Acaso uno de los símbolos más importantes que tiene el América en sus 100 años de historia. Es tan grande que hoy los medios no hablamos y tampoco analizamos el juego del América-Morelia, sino la trascendencia del adiós de uno de los más polémicos personajes con los que cuenta nuestro país.

No soy y tampoco seré su amigo. Es lo menos relevante. Hoy se hablan de sus claroscuros. Los tintes de nostalgia del adiós hacen que pocos se acuerden de escándalos graves, como el haber golpeado a su esposa y después ofrecer disculpas. Rehén de los intereses de la televisora, dueña del equipo donde jugaba para limpiar una imagen que se escupía en medios informativos. Un títere a conveniencia.

Ése no es el caso. También hay cosas muy positivas en el ‘Cuau’, como nunca olvidarse de sus orígenes. Ayudar a los necesitados. Ser un consejero para las nuevas generaciones. La figura que seguramente ha inspirado a miles de futbolistas a ser como él. Lamentable o afortunadamente, Cuauhtémoc sólo hay y habrá uno. Su historia es viva. Desde acá deseo que siga siendo él mismo. Sacar la cara en medio del pantano en que a veces se vive en México es grave porque cuando alguien se asoma buscan hundirlo de inmediato. Que sigan los triunfos Cuauhtémoc y que mañana sea una despedida “digna” (la afición lo puede hacer, por supuesto, de uno de los hombres más importantes del futbol mexicano.

Si América no buscó un lugar y espacio importante para agradecer lo que hiciste por el equipo, el pueblo sí, porque vives en su corazón y nunca te va a olvidar. Enhorabuena, Cuauhtémoc... Suda la camsieta, como hoy pocos lo hacen en el América. Seguro miles van a querer que nunca te vayas, aunque el tiempo te diga “basta”.