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CR7 sale del limbo; MSN, almas en pena

LOS ÁNGELES -- Parecía que terminaría recluido en el limbo. Ahí, en ese monasterio de la nada. Ese, ahí, donde también estaban Messi, Suárez, Neymar e Iniesta. El Camp Nou parecía Comala de Juan Rulfo. Ese, el de las almas en pena.

Parecía que Cristiano Ronaldo permanecería ahí, bajo cautiverio. "(A las almas en pena) lo único que nos sobrevive es el remordimiento", escribió Rulfo.

Y sí, a Messi, Suárez y Neymar, lo único que les sobrevive es, precisamente, ese arrepentimiento del desasosiego.

Lionel, des-Messi-uradamente perdido; Suárez, mordiendo al vacío, y Neymar en bancarrota, como su Brasil y sus aritméticas fiscales.

Pero el holocausto catalán no termina ahí, en los pucheros del 1-2, ante un madridismo menguado por la roja y la reja a Sergio Ramos, y que, entonces, estaba a diez metros, o puntos, bajo tierra en la pelea por la Liga.

No. Era el día de las exequias magníficas para Johan Cruyff. Era el día en que resucitaría y ascendería al cielo culé, con los coros catalanes, escoltado por los querubines fantásticos y herederos de su doctrina. Pero...

Sí, el pero. El obituario de Cruyff quedó inconcluso para la eternidad. Los hijos de sus hijos futbolísticos renegaron de su doctrina, venerada en el universo. Los cirios no los apagaron respetuosamente los heraldos de la victoria, sino el huracanado disparo de Cristiano Ronaldo para el 1-2.

Ya no importan los saldos lúdicos y lustrosos. Esos que, al final, iban a ser ofrendas póstumas para Cruyff: el gol 500 de Messi y la virginidad de los 40 juegos.

Lo decíamos en Twitter: seguramente llora más Cruyff por el Barcelona de hoy, que lo que llora Barcelona por el Cruyff de siempre.

Pero, más relevante que los pecados capitales del Barcelona y sus tres almas en pena, perdurarán los méritos del vencedor. La BBC escrituró y notarizó la victoria. Benzema con una cabriola de media tijera hizo el primero, y Cristiano Ronaldo, a servicio de Bale, fugándose del Limbo, cuando lo improbable parecía imposible, abre un túnel entre las piernas de Bravo, para trepar el segundo al veredicto del marcador.

¿El trámite? Deslucido. Un primer tiempo en el que el Barcelona cercaba y en el que Navas se erguía como salvador madridista, mientras el árbitro José Hernández iba recolectando un desfile de chambonadas, desde comerse una patada de Ramos a Messi, que merecía la segunda amarilla, hasta el gol anulado a Bale por supuesto recargón, cuando queda claro que primero salta el galés y remata, y después se da el contacto.

Pero las guerras entre Madrid y Barcelona son siempre así: el primer muerto, de miedo, antes de que arranque la batalla, es el propio árbitro. #YNoImportaCuándoLeasEsto.

Indiscutible que el Barcelona hizo el gasto y jugó con las apuestas. El Madrid jugaba a ser el tránsfuga de su propia sentencia de muerte. Pero, lejos de originar censura, debe magnificarse la solidaridad de los tres supuestos divos madridistas, porque Cristiano, Bale y Benzema, eran apagafuegos en su propia área.

Cuando Barcelona acosaba los Muros de Jericó para asaltar a Navas, los criticados catrines del Madrid se metían en la refriega a colaborar en abortar el abordaje catalán. Y CR7 y Bale eran guardaespaldas de sus comunes y programados guardaespaldas: Kroos, Modric y Casemiro.

Y no debió ser fácil para Zinedine Zidane bajar de las orejas de sus atrios de divas a sus tres francotiradores, para sumirlos en la pocilga bélica en la que había que olvidarse de aparadores y altares. Y cumplieron resistiendo.

El Juicio Final aguarda por otro lado a los recluidos en el Limbo. Messi, Suárez y Neymar tienen cita el martes, con 72 horas de distancia del tropezón, con unos mastines depredadores e insaciablemente voraces, vestidos de rojiblanco, y que los azuza, fervorosa y frenéticamente, el padre de todas las arengas y todas las emboscadas, El Cholo Simeone.

Otra pena, pues, para las tres distinguidas almas en pena. Y ya no pueden, Messi, Suárez y Neymar, arrepentirse de lo que hicieron ante el Real Madrid. Pero sí pueden arrepentirse de lo que no hicieron ante el Real Madrid: jugar bendita y prodigiosamente a eso que saben muy bien: al futbol.