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Una marca indeleble en el corazón de River

BUENOS AIRES -- Quizás para el mundo del fútbol, la fecha del 6 de abril de 1986 no represente demasiado. Sin embargo, para los hinchas de River simboliza un mojón histórico que les genera un entendible orgullo.

Aquel año es recordado porque quebró una larga abstinencia en títulos internacionales, pero, además, porque se trató de una temporada en la cual sus sueños se afianzaron con un anhelo que se venía transfiriendo entre generaciones.

Aquel día narrado estuvo lleno de tópicos positivos, los cuales quizás no vuelvan a darse. Pero en aquella tarde se asociaron en un mismo sitio para escribir una página de oro en la historia del Millo. Con el Beto Alonso como figura decisiva, como un jugador que se iluminó para refrendar su idolatría, con un equipo que iba a seguir transitando por el camino del éxito pero que cumplió con un designio tácito de su gente: dar una vuelta olímpica en cancha de Boca.

Ese Superclásico que marca a fuego las almas riverplatenses tuvo tantos condimentos que hoy, a 30 años de haberse jugado, es recordado con una irónica sonrisa por los hinchas.

Dejamos afuera del combo de condimentos, quizás, al más curioso, al irrepetible, al que le otorgó un cariz diferente, al que le permite a Norberto Alonso la posibilidad de jactarse de ser el único en toda la larga lista de acontecimientos ocurridos en nuestro fútbol, de haber podido anotar un gol con una pelota de color naranja.

Los más jóvenes habrán visto las imágenes, aquellos más entrados en edad recordarán ese salto épico del Beto que le sirvió para elevarse tal alto que dejó al Loco Hugo Orlando Gatti sin posibilidades de impedir quedar en la historia como el único arquero que recibió, en Argentina, un gol con un balón de color naranja.

¿Por qué se utilizó esa pelota? La iniciativa fue propuesta por el propio Gatti, quien, sospechando que la gente de Boca iba a tirar muchos papelitos, imaginó como un detalle de color interesante jugar con un balón que contrastase con ese terreno que iba a quedar blanco. Lo que nunca pensó el Loco era que con esa idea estaba abriéndole paso a una página inolvidable para todo River.

El ídolo máximo de la institución Millonaria anotando con una pelota naranja (en realidad marcó los dos goles de River pero en el segundo tiempo se volvió al balón tradicional), vuelta olímpica en La Bombonera como celebración de un título que había obtenido tres fechas antes, marcas indelebles en los corazones de la gente.

Aquellos que palpitaron hace 30 años y también para los que hoy, aprovechando que los archivos están al alcance de la mano, paladean con el mismo placer que sus ancestros aquella conquista.

El Beto Alonso como cabeza y referente de un equipo de River que sus conquistas lo transformaron en inolvidable para toda su gente. Y con esa pelota naranja que hoy reposa, con orgullo, en una vitrina del museo del club para ser mimada con las miradas cómplices de aquellos fanáticos que se emocionan ante su diminuta pero gigante dimensión.