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¿Y cuál es la realidad del irreal Madrid?

LOS ÁNGELES -- ¿Y el Real Madrid que con un hombre menos humilló al Barcelona?

¿Y el Real Madrid que salió ufano y gallardo del Camp Nou?

¿Y el Real Madrid que prometió el sábado pasado estar listo para contender por la Champions?

Wolfsburgo 2-0 Real Madrid. ¿Cuál es la realidad del irreal Madrid? La masculinidad irreductible del sábado o el castrado vacacionista de este miércoles.

¿Y dónde está el maratónica y testosteronamente gladiador Cristiano Ronaldo, quien tuvo voluntad, piernas y pulmones para defender y atacar cuatro días antes?

¿Y el dique de Casemiro? ¿Y la ansiedad lacerante de Benzema, más allá de la artera patada recibida?

¿Y el Bale de kilometraje inagotable y sociedades oportunas ante el Barcelona? ¿Y todos los demás? ¿Y el discurso de Zidane? ¿Y Kroos no podía haber lanzado alertas sobre el taladro infatigable Draxler?

¿Cuál es la realidad del irreal Madrid? Es esta, la mostrada ante el Wolfsburgo, protagonista la temporada anterior de la Bundesliga, que es hoy un itinerante, un vagabundo de los callejones de hambrientos de su Liga.

¿Cuál es la realidad del irreal Madrid? O es aquella, la del equipo que pasó de la sumisión durante 60 minutos, y sobreviviente de algunas saetas arbitrales, hasta consumar una múltiple zurra sobre las pretensiones de ese día del Barcelona (Cruyff, invicto, gol 500 de Messi, honor, y etcéteras).

Lo cierto es que con el ABC del futbol, el Wolfsburgo terminó por analfabetizar a la BBC del Real Madrid, pero, sin duda con la complicidad desdeñosa, despectiva y displicente de los tres atacantes de supuesta fantasía y de todo su séquito.

Esta vez, el laureado del sábado, Cristiano Ronaldo no se atrevió a salir del limbo, pasó de la cautivante voluntad de aquel divo con atuendo generoso de obrero para retirarse en la Champions a arrullarse en la adoración colectiva.

Cierto: Wolfsburgo no es un cualquiera de Alemania, aún cuando ande en las fangosas mediocridades de esta temporada, pero seguramente subastando la banca del Real Madrid, encabezada por el costosísimo James Rodríguez, alcanza para comprar al equipo alemán, su estadio y algunos escarabajos rodantes.

El mérito de Los Lobos fue precisamente eso: ser auténticos lobos. Ante la nominalmente distancia futbolística entre uno y otro plantel, la jauría alemana agregó a la rabia espumosa de su devoción, la dosis de talento para imponer superioridad sobre los turistas que aún no bajaban del ensueño de haber vencido a los catalanes.

2-0 y una condecoración a Navas, marcan sin duda la distancia entre el montón de elitistas privilegiados y un equipo de redimidos, que vieron de manera jugosamente oportuna, la posibilidad de reivindicarse en la gala de la Champions.

¿Podrá revertir el Real Madrid las vicisitudes sin veredicto de este 2-0? Sin duda. Puede hacerlo. Sólo necesita asemejarse a su versión genuina e irreal ante el Barcelona para lavar los trapos percudidos de su versión, genuina o irreal, ante el Wolfsburgo.