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Darwin, el provocador; Gullit, más expiatorio que chivo

Mexsport

LOS ÁNGELES -- América renueva votos. Regresa a Semifinales. El urgente título está a 360 minutos de distancia. Tan cerca, tan lejos. Porque la codicia no es sólo suya. Hay otros tres con uñas de usurero.

Zarpó América a Semifinales del Clausura 2016 con botín completo: 2-1 sobre el Guadalajara. Fue mejor, fue contundente, desolló al rival, y agregó como trofeo en el zócalo del Estadio Azteca, la zalea humeante de Chivas, y sobre todo, gana sin ese hedor malsano de complicidad arbitral. Sus detractores hoy son ventrílocuos silenciosos.

Este Clásico correspondió a su linaje. Exudando intensidad, devoción, testosterona, cargó con la ecuación propia de sangre, sudor y lágrimas, en el atisbo final del trámite, sin faltar claro, polémicas arbitrales. La virtud y el pecado también aman el futbol.

Chivas tuvo su chivo expiatorio: Gullit Peña. Le entregaron al condenado a muerte y con una bala en el revólver. Y desde el manchón de la incertidumbre, Gullit curó el estremecimiento de millones de americanistas estremeciendo el larguero y dejando estremecida a la Nación Chiva. Trémulo, impávido y patidifuso el Rebaño. El semidios de sus oraciones, confirmó que tiene rodillas de barro.

América sumó méritos. Carlos Darwin Quintero se parece cada vez a su pasado santista que a su pasado americanista. El mejor en la cancha. ¿Alguien recuerda a un tal Sambueza?

Después de todo, El Conejo Brizuela tenía razón: "Quintero es un provocador, se lleva y no se aguanta". Sí provocó la derrota, se llevó por delante la zaga de Chivas y aguantó generar las dos jugadas de gol, la del penalti y la de Oribe.

El diminuto con cara de gamín (sinvergüenza en Colombia), se recreó y recreó. Carlos Darwin despega, frena, pisa, amaga, circula, elude y entrega órdenes de fusilamiento, con precisión de francotirador. Un piloto suicida con un balón como volante.

Y si el colombiano se redime, además se ha reconciliado con su consorte. Sí, ya ese matrimonio que hizo campeón al Santos insinúa que puede llevar al América al altar. Oribe y Quintero, hasta que la muerte los separe.

Habíamos insistido que en el Juego de Ida el mejor hombre fue Oswaldito Martínez. Se vistió de anonimato, pero en el Estadio Chivas aplacó las embestidas de Gullit Peña y de Orbelín Pineda.

Jugó -el otrora Osguanguito- lejos de los reflectores, pero cerca del titiritero. Volvió a hacer lo mismo. El gol de Orbelín es una desatención de posición de Andrade, que como Riflecito, es apenas una resortera güilotera.

Mientras Oswaldito acierta y Gullit desperdicia, y mientras Sambueza era ya sólo un recorte de periódico en el refrigerador, en la banca de Chivas hacía falta Matías Almeyda. La tecnología no sustituye la presencia, menos aún la de un genuino caudillo.

Los cambios que hizo Chivas, con la partitura enloquecida de la desesperación absoluta, terminaron por arruinar al equipo más agradable de las últimas siete semanas en la Liga MX.

Las elecciones de jugadores en los trueques fueron totalmente correctas, pero, queda claro, las indicaciones fueron imprecisas, equivocadas, al darse o al recibirse. En tiempos de celulares, Chivas perdió bajo la teoría del teléfono descompuesto.

Y el equipo luminosamente ofensivo, inteligentemente defensivo, se convirtió en una teatralización ordinaria, en una representación vulgarmente genuina, del origen mismo del mote del Guadalajara: "Corren como chivas locas, así juegan", según las bautizó el finado Latiguillo en las páginas de El Informador. Y eso fueron.

Nuevamente un duelo tijereteado. Las estadísticas del juego recalcan 42 faltas en 90 minutos. Una casi cada dos minutos. Cierto: muchos roces, muchos clavados y mucha dramatización.

Las asignaciones no cambian. América debe entregar el trofeo de este Clausura 2016. Insisto: ¿pueden imaginarse que el 12 de octubre en lugar de pasear el título, terminen paseando un ataúd lleno de cenizas de promesas mientras graznan los cuervos sus excusas? No se festejan 100 años en el cementerio donde yacen los fracasos y perfuman los cempasúchiles.

¿Chivas? Tiene carta blanca. Llegaba a la Liguilla perdonado de todos sus pecados. El ascenso es una calamidad ajena. Tiene la mejor base de futbolistas mexicanos, aunque su auténtico líder es, inobjetablemente, argentino. La pesadilla quedó atrás. La esperanza del torneo siguiente, sólo Jorge Vergara puede arruinarla.

Para ociosos: América jugó con ocho no nacidos en México. Chivas con ocho no nacidos en su cantera, pero, obvio, todos mexicanos.