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Gracias a Chivas y América por unas horas de canibalismo

LOS ÁNGELES -- Vivir desnudo el futbol es una bendición. Eso de ser atlantista te convierte -gracias a Burillo, Couchonal y García- en el último eslabón de la cadena caníbal del futbol mexicano. Ser atlantista es profesar una religión, de la que son ateos hasta los mismos atlantistas.

Eso da cierta comodidad y licencias. Inmunidad diplomática. Desde el palco de la desgracia eterna del atlantismo, uno puede solazarse primero, claro, si no, donde queda la mexicanísima mezquindad, con las desgracias, y, después, con las victorias, de los que compiten en la primera categoría del tercermundismo futbolístico.

Y es fascinante esa impunidad. Vivir en el atlantismo significa vivir en las ruinas, y desde ahí uno saca desperdicios para sumarse a la lapidación del que sufre, e inventarse, claro, confeti ajeno para el que goza.

Todo este preámbulo, si es que los tres pelagatos adictos a este espacio se atrevieron a llegar hasta aquí, es para refrescar el horizonte de la Jornada 3, en la que sobresale ese festín del canibalismo compartido.

Chivas suma a las llagas de su desgracia deportiva y extradeportiva las cuatro tarascadas de unos Xolos que jugaron chimuelos como locales el torneo pasado: tres derrotas y seis empates. En Tijuana, la cuarta ciudad con más dentistas en México, su equipo se puso el torneo pasado dentaduras postizas.

Y Chivas se convirtió en el bufón del viernes. 4-0, el saldo del equipo con más no nacidos en México sobre el equipo de los mexicanos. El Rebaño cruzó después la frontera para enfrentar al Arsenal, convertido en un banquete clandestino de birria.

Y, claro, el americanismo y la aún más creciente y sardónica legión Anti-Vergara encabezaron la rapiña. Si Chivas estaba en los huesos, hasta el tuétano le chuparon, o, le chupamos, aprovechando, insisto, esa insana e inclemente pasión que permite vivir en el destierro.

El americanismo se creía el cuento de algunos de que "Tigres se hace chiquitititito" en el Estadio Azteca, cuya vocera flamante y flagrante es nuestra admiradísima compañera en ESPN, Nelly Simón.

No ocurrió así. O tal vez sí. Y el que se hace chiquitititito, hizo más chiquitititititito y le humilló con un marcador grandotototote de 3-0 en el Estadio Azteca. Y pudieron ser más, pero Monsieur Gignac fue compasivo, casi tanto como lo fue, deplorablemente, ante Portugal en la Final de la Euro... y en otras muchas finales.

Y en la batalla campal en redes sociales surgió el arsenal distinguido y exquisito del ingenio, hasta, claro, los patarrajadas del raciocinio que contestaron con ambas camisetas a la más pura y soez mentada de madre. Hasta en el canibalismo hay clases sociales. Hay quienes se cultivan y hay quienes sólo han leído tres libros, entre ellos el directorio telefónico.

Y queda claro que la convivencia de las tres tribus, es cautivante. Americanistas, chivas y la rapiña, los expoliadores de la desgracia ajena, disfrutaban más la exaltación del cataclismo ajeno.

Claro, los americanistas abogaban, ante las embestidas, la expulsión de Renato Ibarra, quien quiso aletear como polluelo buscando el pescuezo del infractor. La regla es clara: dar o intentar dar. El ecuatoriano intentó causar penas, pero sólo dio pena.

En el fragor malsano entre los contendientes y los arribistas metiches festivos -ahí entramos los atlantistas, entre otros- en el afán de ganar una guerra tuitera, tan divertida a veces como inofensiva siempre, tanto los criollos defensores de Chivas y América al final fueron clementes y misericordiosos con los responsables.

Se enfrascaron tanto en tratar de lavarse las heridas propias con las pústulas ajenas, que se olvidaron de revisar primero las miserias de su propio equipo antes que las del adversario. Escarbaron en las úlceras ajenas antes que en las propias.

Chivas acusó muchos defectos, muchos problemas y un pecado mayor: espíritu insulso. La condena del 4-0 es inobjetablemente merecida.

Matías Almeyda había encontrado el discurso para hacer un cateterismo entre el cerebro, el corazón y los testículos, para que en el Rebaño se recuperara la pasión competitiva. Este torneo no aparece ni en las miserias de la Copa ni en las exigencias de la Liga.

América acusó defectos tácticos. De esos que se trabajan en la semana. Tuca Ferretti, con los susurros de Miguel Mejía Barón, le usurpó la media cancha y le puso grilletes a sus supuestos laterales. Y después cosechó con la expulsión de Ibarra.

¿Once contra once qué habría ocurrido? Bueno, ya Javier Aquino había tirado una acuarela espectacular desde la izquierda. América no tuvo respuesta en este choque del futbol mexicano donde lo que más escaseaban eran los mexicanos.

El emplazamiento, al final, es si la gallarda actitud de Tijuana y Tigres se mantendrá en la Jornada 4, o si, simple y oportunistamente, ambos equipos fueron arengados y motivados más por sus rivales, que por el decoro propio. En el futbol hay larvas que sólo son mariposas de una semana.

Ciertamente prohijar ese sadomasoquismo inocuo, sin damnificados físicamente, y sin llegar a las vertientes dolorosamente sangrientas de otros países, agrega sin duda un carnaval de cada fin de semana, en un escenario donde casi todos ganan.

Bienaventurados los pobres de equipo -como los atlantistas-, porque de ellos será el reino del arribismo y el canibalismo, mientras Chivas y América, protagonistas máximos, dejen drespojos en el tendedero de sus fracasos.