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¡El béisbol es un deporte y punto!

"El béisbol es un deporte de blancos". Eso asegura Adam Jones, jardinero central de los Orioles de Baltimore, quien se queja de la cifra cada vez menor de afroamericanos en las Grandes Ligas.

Swing al aire de Adam Jones. El béisbol es un deporte y punto, sin distinción de colores o razas.

Las declaraciones del pelotero de los Orioles vienen a raíz de la manera de protestar de Colin Kaepernick, mariscal de campo de los San Francisco 49ers contra un sistema que califica de discriminatorio hacia las personas de raza negra.

Jones lamenta que el gesto de Kaepernick hacia el himno de EEUU, ahora imitado por otros jugadores de la NFL, no haya tenido eco en el béisbol y se queja de que los peloteros afroamericanos fueran el ocho por ciento de las plantillas de los 30 equipos el día inaugural de la temporada.

Pero ese bajo porcentaje no es, para nada, un sinónimo de racismo.

Es, entre otras causas, consecuencia de la estructura del deporte, que a diferencia de otras ligas profesionales, tiene una presencia abrumadora de jugadores extranjeros.

La barrera racial que Jackie Robinson derribó en 1947 no sólo impidió brillar en el mejor béisbol del mundo a afroamericanos como Josh Gibson, Buck Leonard o Cool Papa Bell.

Por esa prohibición las Grandes Ligas también se perdieron la oportunidad de ver al cubano Martín Dihigo, uno de los peloteros más extraordinarios que haya pisado jamás un diamante.

El camino que trazó Robinson no sólo fue para que el propio Jones o Andrew McCutchen puedan brillar hoy a la par de jugadores blancos como Mike Trout o Clayton Kershaw.

También fue la puerta por la que entraron David Ortiz, Yasiel Puig o Francisco Lindor. Eso, sin contar a Roberto Clemente, Juan Marichal o Tany Pérez.

Que los afroamericanos sean ocho por ciento no quiere decir que esa sea la cifra de afrodescendientes, pues ahí está la mayoría de dominicanos, cubanos, venezolanos o puertorriqueños, sólo que esos entran además en la categoría de hispanos o latinos.

El problema es, en primer lugar, que la presencia de peloteros extranjeros, ya sea latinos o asiáticos, hace más difícil la competencia por las plazas disponibles en las plantillas de Grandes Ligas.

A eso súmenle todo el entramado del sistema de ligas menores por el que hay que transitar antes de llegar a la ansiada meta de las Grandes Ligas.

A diferencia de la NFL o la NBA, el ser escogido en el draft no garantiza el ascenso inmediato al más alto nivel.

Jugadores de football o baloncesto colegial que sean seleccionados prácticamente están debutando al año siguiente en la NFL o la NBA, mientras que en el béisbol pueden pasar varias temporadas para subir o simplemente, no lograrlo jamás.

Entonces muchos, con aptitudes atléticas para varias disciplinas, optan por el camino más expedito hacia los millonarios salarios que pagan las diferentes ligas profesionales en Estados Unidos.

¿Qué hay asignaturas pendientes en cuanto a integración racial en MLB? Eso no se discute, sobre todo a niveles gerenciales.

¿Qué las comunidades afroamericanas en Estados Unidos padecen de niveles de pobreza contrastantes con barriadas mayoritariamente anglosajonas? También es cierto.

Pero eso no se resuelve arrodillándose mientras suena el himno estadounidense, sino con inversiones en infraestructura en esos vecindarios pobres, para crear oportunidades educativas y laborales en esos vecindarios deprimidos.

Cada cual hace con su dinero lo que le venga en gana, pero Kaepernick o Jones podrían aprender de los jugadores latinos, muchos de los cuales regresan a sus raíces para mejorar las comunidades pobres de donde salieron.