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América... sin más islas para naufragar

LOS ÁNGELES -- Evoco a Sabina: "Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar...".

América se encuentra así. A pique. Y sin más islas para naufragar.

Año del Centenario. El año de la glorificación se ha convertido en el año de la condenación. El rey de las utopías se queda sin reino. Hoy es bufón de los bufones.

Año del Centenario. Y había tantas larvas con fantasías dentro, pero que sólo engendran pesadillas. Los gusanos se devoran entre sí. Canibalismo del fracaso.

Ultrajado en su propio castillo de naipes, el América pierde cada batalla empecinado en perder la guerra. El sábado, el León sacó las garras e hizo garras al fastuoso homenajeado.

Y se acerca el 12 de octubre. Y el festejado vive en el abandono. El rey de reyes se viste en el leprosario del fracaso. Hasta sus títulos de Concachampions son baratija telenovelera en la bisutería de Televisa.

La derrota ante Chivas hiede más que los vapores conformistas de remontar ante Cruz Azul. Las heridas sobreviven a cualquier sonrisa forzada.

Y en la mordaz crueldad del abuso, el León llega con un certificado de defunción: el cumpleaños es ineludible, pero el cumpleañero ha muerto en la víspera.

Año del Centenario. Y convoco a García Márquez: "Cuídate el corazón Aureliano (...) Te estás pudriendo vivo". Sí. América se pudre en vida.

Un técnico que no descifra al adversario. Nacho Ambriz, en los últimos días, llena sus plegarias más de disculpas y súplicas, que de instrucciones, órdenes, estrategia, arenga. Su voz se debilita. Ya no hay autoridad en ella, sino un discurso compungido.

A Nacho Ambriz le han hurtado el vestidor. El autoritarismo de Ricardo Peláez encendió la revuelta. Le quitó a su entrenador la cruz, el silbato y la cachucha. Y le ató con el sedal del titiritero. "Baila, Nacho, yo tarareo", seguro le dijo.

Los jugadores fueron disculpados para la anarquía. Y la ejercen. El cinismo se vuelve un acto de renuncia. Hacen de la traición un homenaje. Y corren menos, luchan menos, sufren menos, sudan menos, pero cobran más.

De la abnegación y la autoconsolación ante Chivas, despertaron ante Cruz Azul, que fiel a su linaje veinteañero de víctima, se inmoló por cobardía. León fue un poco más serio. Se decidió a jugar futbol ante tipos que reaccionaban siempre tarde, que contemplaban sin actuar, y les hizo un 2-0, en el propio Nido marchito, que es un marcador de clemencia ante su prostituida víctima.

¿Ganar la Liga? ¿Ganar la Copa? ¿Ganar el Mundial de Clubes? En el Año del Centenario, el América escucha los responsos enredados en el humo espeso de los cirios. El pastel del 12 de octubre será una obra de arte: ¿quién dará la primera mordida al ataúd?

"Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar...". Porque a las Águilas del América se le agotan las excusas. Se le agotan los motivos. Se le agotan los penitentes.

Cierto que las estadísticas aún avivan la flama escuálida y bulímica de esas cien velas. La Liguilla no es inalcanzable, y como saludable y ridículamente dijo Ambriz: "seguimos con vida en la Copa MX". ¿Y...?

El problema es la cancha. Una radiografía cruel. Un equipo desarticulado. El orden y la coherencia de otros tiempos juegan a los dados con Alzheimer. La amnesia, sin embargo, parece voluntaria.

Sambueza se amotina y es capitán de su fracaso. Oswaldito corre con la misma sabiduría que un perro cazando llantas en movimiento. Y su defensa se condena, indultando hasta a los más tullidos delanteros.

Y la desvergüenza habla. Un discurso común y populachero en El Nido. Guión de telenovela, al fin. El sello de la casa.

Todos, desde el traje Boss de Peláez y De Luisa, pasando por desertores de futbolistas, hasta llegar al harapiento costurero de Ambriz, el último en esta cadena antropofágica del autocanibalismo, recitan las mismas promesas de trabajo, de resurrección, de cambio, de redención. Entre ellos, se perdonan todos sus pecados.

La afición tiene meses que ha montado el patíbulo. En el zócalo imaginario de Coapa, sólo esperan el pescuezo de Ambriz. Declaran inocentes a los 23 culpables. Ambriz al menos no ha traicionado. La incompetencia no es un acto de insurgencia. Lo de los otros 23, sí...

En las penumbras, aferrado a cuatro títulos y poca continuidad de sus técnicos, Ricardo Peláez contempla sus errores. Sus Frankensteins desfilan ante sus ojos. Se siente a salvo. En el Teatro Guiñol, la marioneta muere antes que la mano.

De inmediato se viene un Necaxa en urgencias, y unos Pumas que salivan de antemano la visión americanista del mequetrefe. Ambos ven a ése, el que se pudre en vida.

A través de Juan Rulfo, en El Llano en Llamas, se identifica el América: "Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar, está muerta".