Ya empezaron los sabermétricos a hacer campaña por Mike Trout para el premio de Jugador Más Valioso de la Liga Americana.
Y lo hacen con la misma insistencia con la que Hillary Clinton y Donald Trump buscan convencer a los electores para que voten por ellos el 8 de noviembre.
Son los mismos que en el 2012 absurdamente abogaban por premiar a Trout por encima de Miguel Cabrera, a pesar de la hazaña de la Triple Corona del venezolano.
Y para ello se basan principal y casi exclusivamente en el WAR (Victorias sobre Reemplazo, por sus siglas en inglés), esa estadística inexacta con que estos sesudos, que ven el béisbol como un videojuego, intentan descubrirle la quinta pata al gato.
Nadie pone en dudas la calidad del jardinero central de los Angelinos de Los Angeles, un pelotero completísimo que lo hace casi todo a la perfección en el terreno y que además es el chico bueno del béisbol, siempre correcto, siempre impecable.
Pero pongámonos serios. Sus números globales no se comparan con los del dominicano David Ortiz o los de Mookie Betts, ambos de los Medias Rojas de Boston, quienes deben ser los verdaderos candidatos al JMV.
En primer lugar, definamos qué es ser un Jugador Más Valioso. Si los Medias Rojas están hoy con un pie en la postemporada, se debe en gran medida al aporte de Ortiz y Betts, independientemente del trabajo del resto del equipo.
Entonces, ¿de qué ha valido el famoso WAR de Trout para los Angelinos?
Vamos a las estadísticas. Trout batea, hasta los juegos del martes, .318 de promedio, con 164 hits en 515 turnos, 27 jonrones, 31 dobles y cinco triples, 113 carreras anotadas y 92 impulsadas, 104 bases por bolas y 127 ponches, además de 26 bases robadas en 31 intentos.
Si comparamos esas cifras con las de Betts, vemos que el jugador de Boston lo supera en casi todas y en las que no, se le acerca mucho.
El jardinero de los Medias Rojas promedia .317, con 201 imparables en 635 veces, 31 bambinazos, 40 dobles y cinco triples, 115 anotadas y 108 remolcadas, 43 pasaportes y 80 abanicados, además de 24 estafas en 28 intentos.
O sea, que Betts batea un punto menos en promedio, pero ha bateado 37 hits más, ha anotado y empujado más carreras, tiene más dobletes y jonrones, la misma cifra de triples y dos robos menos.
Trout ha recibido 61 boletos más, pero también se ha ponchado en 47 oportunidades más que Betts.
A la defensiva, el de Boston ha cometido un solo error, con 13 asistencias desde los jardines y completado tres dobles matanzas.
El de los Angelinos tiene cuatro errores, siete asistencias y ha participado en un solo doble play.
Y me enfoco en Betts por encima del Big Papi para no entrar en el debate de que si un bateador designado debe o no merecer el galardón.
Y porque Trout y Betts son jugadores de características similares, a pesar de que el primero es físicamente más grande y fuerte, algo que también hablaría a favor del segundo, pues tratándose de un hombre de 5 pies 9 pulgadas de estatura y 180 libras de peso es capaz de poner mejores números que el primero, dotado con 6'2" de altura y 235 libras.
Volviendo al Papi, es cierto que su aporte al equipo es solamente ofensivo. Pero ¡qué aporte!
Tiene el mismo promedio de Trout (.318), 16 dobletes más (47 en total, líder del circuito), nueve bambinazos más (36) y 121 carreras impulsadas.
A pesar de ser un toletero natural, se ha ponchado apenas 75 veces. O lo que es igual, 52 menos que Trout.
A eso súmenle el liderazgo indiscutible que ostenta el dominicano en Boston, algo que no se mide en las estadísticas, ni tradicionales, ni sabermétricas, y que hace a un jugador capaz de cargar sobre sus hombros al equipo cuando más lo necesita.
Eso es ser verdaderamente valioso y no el WAR, ese dato inexacto cuyo resultado está en dependencia de quien lo calcule, sea Baseball Reference o Fangraphs, cuando dos más dos son cuatro desde los orígenes del mundo y los gatos son cuadrúpedos, por más que los sabermétricos intenten hallarle una quinta pata.