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América sigue con sabor a Ambriz y con fiesta de Quinto Patio

Mexsport

LOS ÁNGELES -- Cierto: un mosaico vergonzoso. Cierto: un himno sin acordes de himno y que además acusan ser un plagio de la melodía del Club Sevilla. Cierto el Centenario parece más la fiesta de El Quinto Patio (del director Rafael ¡Sevilla!) o de una quinceañera pueblerina y sin padrinos, pero...

Lo relevante, para el americanismo, tal vez sea que el América suma puntos, pisa Liguilla, más allá de que continúe sabiendo más a Nacho Ambriz que a Ricardo LaVolpe, ese que dijo que "en estrategia robo".

1-0, sobre Xolos. Federico Vilar, de nuevo, quiere jugar a ser inteligente y consuma la bufonada que sentencia a Tijuana. Un disparo de Michael Arroyo, quien sigue con una pata de conejo hechizada en su zapato, al ver desviada la trayectoria.

Atiborrado el Azteca, la tribuna pujó intensamente para que la festividad que le negaban la directiva y el equipo, fuera cortesía propia, y al final el triunfo, y sobre el líder general, los mandó a casa, con tres recuerdos apócrifos.

1.- Un mosaico parchado.

2.- Un himno con sabor a corrido, y, dicen, con acordes plagiados.

3.- Y un equipo que suma puntos, sube escalones, pero sigue pareciéndose más a los espasmos de Ambriz que al paraíso táctico de LaVolpe.

Más, mucho más, merece la afición americanista. Y seguramente los arquitectos amorosos de esta institución, como Emilio Azcárraga Milmo, Guillermo Cañedo y Panchito Hernández, si tuvieran una tregua divina, y vieran lo que hacen sus herederos, morirían de vergüenza propia y de desvergüenza ajena.

Con los festejos de este Centenario, se arruina el dicho aquel que dice que "hijo de tigre, pintito". No, el hijo de El Tigre (Azcárraga), despintadito, decoloradito.

Tijuana tuvo para ganar. Tres jugadas mano a mano con Moisés Muñoz, Avilés y Caraglio las echaron para afuera, de manera lamentable, de forma tan ominoso que hasta daría leña para que pusieran a arder su llamarada de sospecha los mal pensados.

En Xolos, hay dos pecadores en complicidad. Dayro Moreno jugó uno de sus peores partidos. No hizo su tarea de marcación sobre Oswaldito, y jamás generó jugadas al frente, y la única con que pisó al área, con tiempo y espacio, elige la peor opción.

¿Y su cómplice? Miguel Herrera. Resistió jugar con diez, hasta que seguramente buscó a Dayro en la banca para usarlo de cambio, pero se dio cuenta que estaba, sin estar, en la cancha, desde el arranque del juego.

Y en esas jugadas en las que perdonaron al portero vencido incluso, tanto Avilés como Caraglio, dejaron ir una ventaja en el marcador que les habría abierto la puerta para un destino mejor, toda vez que los Xolos son muy hábiles en contragolpes, y América estaba nervioso... y desesperado.

Y así como Tijuana perdonó, también lo hizo América. Dos jugadas claras desperdiciadas por Oribe Peralta, y una más del Chino Romero, aunque ninguna tan clara como las que fabricó la velocidad de los Xoloitzcuintles.

Con ese escenario pues, pobretón en la logística y en lo futbolístico, reiterar la apreciación del texto anterior: América llega a este su anhelado Centenario con indeseables reumas de mediocridad.