Los fans de los Cachorros de Chicago esperaron 71 años para cantar "Go Cubs, go... Go Cubs go..." con el ímpetu que lo hicieron la noche del sábado cuando el equipo consiguió su pase a la Serie Mundial por primera vez desde 1945.
En ese momento se espantaron todos los fantasmas de maldiciones de cabras y de gatos negros, se ahuyentaron con gritos de alegría, con el júbilo del momento definitivo por el que valió la pena esperar.
La bulliciosa celebración en el camerino tuvo de todo, champán, cerveza, música, luces de colores, baile, estrellas de cine y de rock, y, mucho más importante, el trofeo de campeonato de la Liga Nacional que marcó el fin de la sequía más larga en la historia del deporte profesional en Estados Unidos.
En ese momento no hubo ninguna diferencia entre los millonarios dueños de la franquicia y el recoge bates del equipo o entre los trabajadores del camerino y el cantante de la banda Pearl Jam Eddie Veder o el actor John Cusack, todos festejaron al unísono.
En Wrigley Field las gradas temblaron con el ímpetu de muchos más que los casi 45 mil aficionados que tuvieron la suerte de asegurar uno de los boletos más cotizados en la historia del deporte en Chicago. Temblaron con las decenas de generaciones que jamás tuvieron la oportunidad de vivir un momento como ese, con el béisbol siendo muchas veces su único lazo en común.
Mientras los Cachorros sistemáticamente destruyeron las esperanzas de los Dodgers conectando siete imparables, incluidos tres dobles y dos cuadrangulares contra el as Clayton Kershaw, a las afueras de Wrigley Field, las calles Addison y Clark se fueron abarrotando de aficionados que sólo querían estar cerca de la sede de la historia.
Numerosos miembros de la policía montada y hasta un camión hizo una barricada en su intento de detenerlos, pero su alegría no tenía límite, y ya adentrada la madrugada, en los bares y restaurantes en las calles aledañas a "The Friendly Confines" [Los confines amistosos] se seguían ondeando banderas con la "W" de la victoria ["Win" en inglés].
Los "No tengo palabras"... "No puedo creerlo"... fueron la orden del día entre una alineación titular que promediaba apenas 23 años de edad, con los 'veteranos' del equipo también celebrando con un desboque de emoción tan inusual que hay que agradecer la existencia de fotos y videos que lo grabaron para la posteridad.
"Esto es tan y tan difícil de describir. Este momento es mucho mejor que lo que había soñado", dijo el coach de banca de Joe Maddon, Dave Martínez.
"Es increíble... increíble... increíble", agregó el puertorriqueño observando incrédulo la celebración a su alrededor.
Al salir a reunirse con sus familias en el terreno, las fotos, videos y autorretratos no podían faltar, e incluso dos horas después de haber terminado el partido, empapados en sudor y champán, los jugadores ni sentían el intenso frío que cubrió el norte de Chicago en lo que fue el partido más tardío en otoño jamás celebrado en Wrigley Field.
Javier Báez salió a reencontrarse con su mamá Nelly, su hermano mayor y su novia y amigos con una sonrisa de oreja a oreja, abrazando a Pedro Strop y a Héctor Rondón, sus vecinos a la derecha e izquierda de su casillero toda la temporada, y quienes vivieron cada momento de frustración cuando el puertorriqueño luchaba por un puesto titular en el equipo.
Ya no más. Tras 10 partidos como titular, un trofeo compartido de MVP y 13 hits y 7 carreras anotadas e impulsadas en una postemporada que muy probablemente cambió el curso de su carrera, Báez ya no sabía qué decir al describir el momento, pero sí enfatizó una sola cosa: "Esto aún no termina".
Así concordó su "co-MVP" Jon Lester, "Es increíble ser parte de esto, pero esto no es todo. Sí, llegamos a la Serie Mundial, pero todavía nos falta llegar mucho más lejos".
Cada esquina contaba una historia, con los venezolanos Héctor Rondón y Miguel Montero abrazando fuertemente a sus pequeñas hijas, Strop y Soler gritando y corriendo y tomándose fotos con su familia y amigos, y Willson Contreras bebiéndose las lágrimas de alegría y tomándose 'selfies' con la afición.
Por otro lado estaba Aroldis Chapman con su "papo", su padre Juan Alberto Chapman, que por primera vez desde que su único hijo desertó de Cuba pudo unirse a una celebración de un campeonato.
"Cuatro más, nos faltan cuatro más", señaló Chapman, haciendo eco de las palabras de su receptor, Contreras, tras concretarse el último out: "¡Una vez más! ¡Tenemos que hacerlo una vez más!".
El dirigente Joe Maddon enfatizó que este grupo siempre estuvo ajeno a las supuestas "maldiciones" que habían perseguido a los Cachorros por tantos años, y destacó que ganar el partido del sábado es algo que cambiará por siempre la percepción de la franquicia.
"Nunca entendí eso de que los Cachorros siempre son los 'adorables perdedores,' a mí no me criaron de esa manera", destacó Maddon. "Sé que realmente ellos no le prestaron ninguna atención a todas esas tonterías superficiales; hay que dejar eso atrás y seguir adelante".
"Llegar a la Serie Mundial es un gran logro, pero por supuesto que ganarla sería uno aún mayor", agregó el manager de los Cachorros. "Pero creo que ahora en adelante las personas creerán en que continuarán sucediendo cosas positivas, y no siempre estarán esperando que suceda lo peor".