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Y para Chivas 'fue Oribe, fue Oribe'

Mexsport

LOS ÁNGELES -- El antes desdeñado es el artífice: Oribe Peralta. Redacta el epitafio de Chivas: 1-0. Y América semifinalista. Más a lo rústico de Nacho Ambriz que bajo la juramentación ofensiva de Ricardo LaVolpe.

No deja de ser legítimo el paso y el pase de El Nido. El fin, ya se sabe, justifica los medios y los miedos. A veces más los segundos que los primeros.

De nuevo, el 'Hermoso'. Con el sello propio. Con ese olfato de cazador furtivo. Con esa danza contorsionista y asesina en el área, esa misma que en Londres, dos veces, colgó en México una Leyenda de Oro en Olímpicos.

Hoy, Oribe, cargando con el sarcasmo del 'Hermoso', es el Adonis de los hombres del área. Un rematador serio que no necesita de goles rocambolescos, chaplinescos o de remates accidentales con la mollera o las parótidas.

Fue además, Oribe ("El orfebre del oro", significa su nombre), el rescatista del Centenario del América, que aún espera poder descarapelar del bochornoso óxido, este año calamitoso. Aunque, no todo lo que brilla es oro.

Chivas se queda, de nuevo, en la orilla. Y de nuevo, el América, le certifica la autopsia: se murió con las ansias del impotente. La pelota fue suya, pero se convirtió en la pistola con que se disparó en su propio pie.

Chivas fue mejor en la cancha. Arriesgó, propuso, intentó, a pesar de que el 0-0 le ponía en la Semifinal. Ser bravo sin ser inteligente es ser suicida. Y Matías Almeyda, el de "las Liguillas en México son aburridas", se equivocó de principio a fin.

El 'Pelado' arrancó con el 'Gullit' Peña, que tuvo sólo notables 20 minutos, antes de desaparecer, y después ser confinado a la banca, de la que, queda claro, no sólo no debió haber salido, sino a la que nunca ya debería regresar. La afición le entregó el edicto del exilio con espectacular y decibélico abucheo.

Y cuando las arenas movedizas de la eliminación se tragaban lentamente al Guadalajara, Almeyda incentivó o no prohibió a sus jugadores el Harakiri de la desesperación: el balonazo al área, en una zona en la que le superaban en el dos a uno, y los pocos servicios que en verdad llegaban tenían destino torcido.

Acostumbrados a hilvanar el juego, a entretejer, en esa estrategia confusa y confundida, terminaba habiendo más jugadores de Chivas en la periferia del área que dentro de ella. Lejos de la pelota, del gol y de las semifinales.

Sin un líder en la cancha, sin alguien que extirpara del subconsciente la histeria de los pelotazos, el control absoluto del balón, fue una elección de crueldad propia, al preferir el Rebaño la forma más lenta de morir.

De esa manera, los centrales de América lucieron como magníficos Maldinis, a pesar de la tosca y cavernícola capacidad de respuesta que tienen Goltz y Aguilar. Por eso fueron cracks: nadie les pidió que pensaran, sólo que reventaran el balón. Y Chivas fue su mejor cómplice.

Almeyda, cierto, hace cambios lógicos, en nombres, en posiciones, en jugadores. Tampoco hay mucha ciencia en ello. En su ajedrez sólo tiene peones sobre cuadros bicolores. Y El Pelado se vio daltónico.

El error fue entonces, por parte de Almeyda, contagiarlos en la neurosis de la desesperación. Quienes entraron terminaron contagiándose de la estrechez de pensamiento. Terminó Chivas transformando a sus pocos y poco talentosos en psicópatas del fracaso.

Queda claro que al magnífico motivador, al Flautista de Hamelín del Guadalajara, se le estrechan las ideas y el discurso cuando de repente tiene que darles tranquilidad, recursos, orden, tregua, pausa, a futbolistas que ha hecho funcionar, en el arranque de los juegos, como modelos de conquistadores.

Y Ricardo LaVolpe, experto en traumas propios y ajenos, en fracasos reincidentes, en acechanzas y miedos de Liguillas, eligió el camino contrario al prometido. Montó dos trincheras, le dio flexibilidad a su equipo desde el comienzo y hasta con la temeridad de colocar a Oribe Peralta con pretensiones de Sambueza.

La diferencia, al final, la hace un hombre. En ese terreno ocioso, en el limbo de los hubiera, si Chivas hubiera tenido a Oribe Peralta, hoy estaría en Semifinales. Pero lo tiene el América.

Y Oribe escapó a la marca, midió el balón, torció el pescuezo con la gracia musculosa de los mejores rematadores, un cisne con catapulta en el gaznate, y Cota debe estar repasando el video para entender que pudo hacer más, que debió hacer más, muchos más que terminar por ser el espectador privilegiado de su propio sepelio.

Oribe, pues. Siempre Oribe. El 'Hermoso' ha hecho del sarcasmo una reivindicación del goleador. Cirque du Soleil lo reclutaría entre sus saltimbanquis ninjas.

Almeyda, Vergara, el Rebaño y la nación chiva, parodiando al Lonje Moco de Derbez, sólo pueden repetir, que lo ocurrido en su estadio "fue Oribe, fue Oribe", ese mismo por el que alguna vez, el dueño del Guadalajara se negó a pagar diez millones de dólares, los que sí pagó por 'Gullit' y Brizuela, sin contar los 16 que invirtió en Pulido.