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Ferretti catequiza al oráculo de la pusilanimidad táctica

Mexsport

LOS ÁNGELES -- Ese, el que roba tácticamente, este sábado se suicida tácticamente. Ese, el que vocifera haber sido el segundo mejor del torneo anterior, es, de momento, el segundo peor de la Liga.

Ese, Ricardo LaVolpe, que, como las musas de José Alfredo, quiere sacar juventud de su pasado, hoy tiene un presente desastroso y un futuro incierto.

Tigres le hizo 4-2 al América. Pudieron ser seis... u ocho. La vejación implacable en el marcador, pudo ser una humillación escalofriante. Los postes y un Gignac a quien parece caducarle ya la medicina urgente de la hipnoterapia, evitaron la tragedia desproporcionada.

Mientras Ricardo Ferretti sigue recitando el fiel pragmatismo de su doctrina básica, en el vestidor de enfrente, en el del que se siente el Steve Jobs del futbol, buscó de nuevo improvisar en hombres, ubicaciones, recorridos... y el 4-2 es una bagatela ante la superioridad del adversario.

América fue un flan. Una media cancha flácida, gelatinosa, con una confundida línea defensiva, más la incapacidad de LaVolpe para entender el ligerísimo enroque de posiciones, abrieron avenidas al ataque de Tigres.

El oráculo del ajedrez futbolístico, ese que dice ser mentor de Pep Guardiola, no sólo no reacomodó para contener a Pizarro y a Zelarayán, sino además se vio pueril en sus reacciones ante la fiesta que por derecha le armó Juergen Damm.

Simple: LaVolpe no sólo se olvida de su avejentada escuela del lavolpismo, sino que además se encuentra en párvulos en sus pretensiones de graduarse como lapuentista.

El plagio en el América ya no sólo está en el Himno del Sevilla, sino en el pizarrón de la lumbrera táctica, como se promulga LaVolpe, el lapuentismo es aún un Cubo de Rubik para el argentino. Y, además, en El Nido, no hay muchos huevos para empollar.

Porque, queda claro, no todo es culpa de LaVolpe, aunque su responsabilidad es dominante. Reapareció en varios jugadores la inapetencia competitiva, esa que refleja o el hartazgo, o el desdén o la renuncia al esfuerzo.

Tigres fue más inteligente. No sólo desde la banca. Sino en cada uno de los futbolistas, más allá de los despistes de Ayala y Juninho. Ganaba en orden, en anticipación y en darse cuenta de la postura timorata del adversario.

América tuvo la fortuna de que Sosa, Zelarayán, Damm, Pizarro y el mismo Gignac, perdonaron posibilidades de gol. En especial el francés, quien debe revisar la fecha de vencimiento de la garantía de los servicios de John Milton, porque incluso ejecutó una grotesca y despatarrada chilena, fallada ridículamente, y que incluso hizo que los kinesiólogos prepararan los collarines.

Para las Águilas, las amenazas no terminan. La Jornada 4 le envía un huésped incómodo al Estadio Azteca. Un Carlos Reinoso con un cuadro experimentado, y como él mismo, con ese nutriente explosivo que da la mezcla catalizada de amor, odio y rencor hacia el América.

Y el que amamantaba a los ingenuos e inocentes con el discurso del invicto, hoy carga dos derrotas al hilo.