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EE.UU con la misma falta de compromiso de siempre

Si me preguntan qué es lo que más me llamó la atención de la plantilla que llevará Estados Unidos al IV Clásico Mundial de Béisbol, diría que es la falta de compromiso de las principales estrellas del país para con el certamen.

Parecía que como nunca antes, Estados Unidos le prestaría al evento todo el interés que merece, por el nombramiento de Joe Torre como gerente general y de Jim Leyland como director.

Sin embargo, una vez que se anunciaron este miércoles los rosters oficiales de los 16 equipos participantes, son más las ausencias que las presencias en la selección de las barras y las estrellas.

No es que Estados Unidos no tenga un conjunto poderoso, pues tiene de donde escoger y mucho.

Es un buen equipo, pero está lejos de ser el mejor posible.

Una banda que incluye a Buster Posey, Paul Goldschmidt, Eric Hosmer, Ian Kinsler, Nolan Arenado, Brandon Crawford, Giancarlo Stanton y Andrew McCutchen es de temer.

Pero cuando esperábamos ver en la plantilla a los estelarísimos Clayton Kershaw, Madison Bumgarner, Jake Arrieta, Chris Sale o David Price, por sólo citar a cinco, para formar una rotación de miedo, ahora resulta que todos se bajaron del tren y ahora los abridores están entre Chris Archer, J.A.Happ, Marcus Stroman, Sonny Gray, Tanner Roark o Michael Fullmer.

De igual manera, Mike Trout, señalado como el mejor jugador de las Grandes Ligas de los últimos años, jamás mostró interés en participar, así como Bryce Harper, Josh Donaldson o Kris Bryant, quien apunta a convertirse en la nueva cara del beisbol.

El Clásico Mundial, nacido en el 2006, es un torneo muy mejorable aún, que recibió un impulso muy especial con la victoria de República Dominicana en su tercera edición, luego de que Japón se impusiera en las dos primeras.

Desde el punto de vista publicitario, los triunfos de los japoneses ante Cuba y Sudcorea en las finales del 2006 y 2009, respectivamente, no resultaba muy redituable, en parte, por tratarse de mercados demasiado distantes al epicentro del evento y en el caso de los antillanos, por no estar insertados en el concierto del béisbol profesional mundial.

Por eso fue tan importante la corona de los dominicanos sobre Puerto Rico en la final del 2013, más allá de que no hay un país en el planeta donde se viva el béisbol con más pasión que en Quisqueya La Bella.

Se suponía que ahora era el turno de Estados Unidos, por la buena salud y el futuro del torneo, en medio de rumores de que esta podría ser la cuarta y última edición.

Es cierto que la fecha en que se celebra el Clásico es justo antes del inicio de los campos de entrenamientos primaverales y que la mayoría está lejos de la forma deportiva óptima.

Pero en igualdad de condiciones llegan los dominicanos, boricuas o venezolanos, por sólo citar tres ejemplos, y sin embargo, le ponen mucho más corazón.

Y no puede decirse que la diferencia esté en que los jugadores latinos mantienen su forma por participar en las ligas invernales de sus países, mientras los estadounidenses usan el tiempo para descansar.

Falso. Casi ninguna de las estrellas latinas de las Grandes Ligas, que estarán en sus respectivas selecciones nacionales, jugaron en los torneos domésticos de sus países.

Todo está en el corazón, en el interés que se le ponga, en el nivel de compromiso de cada cual.

Mirándolo fríamente, sin apasionamientos nacionalistas, el Clásico necesita de un buen papel de Estados Unidos para ayudar de cimentar un evento que puede llegar a convertirse en el clímax del béisbol internacional, como también requiere de una actuación meritoria de los actuales campeones dominicanos, de los puertorriqueños y de los venezolanos, estos últimos hasta ahora con deudas, como los norteamericanos.

Y es que esas cuatro naciones, junto con Japón y Cuba, representan la élite del béisbol mundial, aunque ya sabemos las razones por las que ese último país no puede contar con sus mejores peloteros.