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Clásico de la Guillotina: Jémez vs. LaVolpe en un acto de rapiña

LOS ÁNGELES -- Clásico del Patíbulo. Un duelo en el camposanto. En realidad los dos despiden tufo a fiambre, a descomposición, pero, aún se mueven. Uno rescatará al otro.

Un acto de rapiña de 90 minutos. Matar para vivir. Un platillo exquisito para el mejor gourmet necrófilo. Que se vistan de frac los depredadores.

Los dos, presuntamente, arquetipos del juego bonito, ofensivo, espectacular. Paco Jémez contra Ricardo LaVolpe, en esa farsa, idiomática incluso, que mal llaman #ClásicoJoven. Una ofensa al lenguaje y al futbol.

Llegan, ambos, casi embalsamados al duelo de este sábado. El Estadio Azteca será el magnífico mausoleo para uno de ellos. Y ambos, llegan atarantados brutalmente, América y Cruz Azul, por adversarios tapatíos: Chivas y Atlas.

Claro, ambos tienen una escapatoria vía la cobardía autorizada: el empate. El futbol permite el indulto ante el recurso insulso y desesperado de jugar al empate.

¿Cuál es el "menos pior"? Cuestión de gustos y, seguramente, de lealtades pasionales o asalariadas. Como sea, ni uno ni otro son tan espectacularmente seductores, menos aún el lapuentismo adoptado por el Nido.

Hoy, parece jugar mejor Cruz Azul que además carga el penoso vía crucis de la saña y la ojeriza del arbitraje, y difícil precisar si es una venganza directa contra Carlos Hurtado, el poder tras el trono celeste.

Hoy Cruz Azul parece tener una idea más clara de a qué quiere jugar. Hoy, sus lamentos son puntuales: sus delanteros desperdician y los árbitros los acuchillan, pero al menos un mapa táctico lo tiene.

Con sólo un punto más en la tabla que Jémez, Ricardo LaVolpe, invicto en 34 años, ya agotó hasta el apéndice de las excusas. Es el único que tiene más rutas de escape que el Chapo Guzmán.

Fatiga, jetlag desde diciembre, arbitraje, rivales, clima, 14 de febrero, y que las malditas corbatas de su mentalista no funcionan, son los desahogos de un técnico que, queda claro, ya no sabe ni dónde está parado como lo demostró al meterse a la cancha y zancadillear al Chapito.

Más allá de que a veces parece vivir en la mazmorra de sus recuerdos, de sus alucinaciones de hace 20 años, hoy, agrava su situación con Michael Arroyo, y se lleva una mentada de madre del Chino Romero, por marginarlo y experimentar con un debutante en el Clásico.

LaVolpe vive en el claustro de su narcisismo. El espejo le cuenta fantasías. "Espejito, espejito...". Por lo tanto es incapaz de hacerse su propio escrutinio. De auscultarse a sí mismo con honestidad.

Y claro, si él no lo hace, Ricardo Peláez ya debería haberlo hecho. Acaso el que aseguraba que confrontaba a Miguel Herrera, Turco Mohamed, Gustavo Matosas y Nacho Ambriz, arruga, se culipandea ante LaVolpe.

Peláez lo sabe y su afición lo sufre: por números como los de LaVolpe en este torneo y con los refuerzos que tiene, hubiera echado a todos los mencionados: Herrera, Mohamed, Matosas y Ambriz. Bueno, en un acto de suprema hombría, ya debería haberse despedido a sí mismo.

¿Merecen más tiempo? Cruz Azul no lo tiene. A Jémez le puede llevar seis meses más y muchos millones de dólares encontrar su paraíso. Pero, La Máquina, de seguir con este pésimo funcionamiento, sin duda, está condenada a arrancar en julio como penúltimo en la Tabla de Porcentajes.

Hoy, ya, de manera inmediata, Cruz Azul debe empezar a salvar su pellejo, consiguiendo puntos. Hoy, con seis de 21 puntos posibles, sólo está cavando su tumba... y boca abajo.

A LaVolpe se le corrompió el vestidor. Lo pudrió él mismo. Sus acciones envilecidas contra Carlos Darwin y Michael Arroyo evidentemente han erosionado el espíritu de grupo. Y además, los jugadores ya entendieron que moralmente, el argentino no es un tipo que merezca el sacrificio.

Y, lo más triste será la confrontación entre dos aficiones en duelo. A una le robaron la felicidad del Centenario, y la otra se encamina a 20 años sin un trofeo de Liga.

Los jugadores de Cruz Azul salieron unidos a respaldar a Jémez. Los jugadores del América, en voces de Goltz y Peralta, salieron antes del Clásico a decir, lacónicamente, que sabían que "si perdemos, la cabeza del entrenador está en peligro".

Aparte pues su galera en la necrópolis del Azteca. Los zopilotes y los cuervos, esos que crían para que les saquen los ojos, están de fiesta, porque se viene el Clásico del Patíbulo. No lleve corbata, la corbata está lista, en forma de horca, para Jémez o LaVolpe.