En su afán por agilizar los juegos, el comisionado Rob Manfred y el béisbol de Grandes Ligas deberían aprobar la regla del nocaut beisbolero, o como también se le conoce como regla de la misericordia, que desde hace años se aplica en eventos internacionales y por la cual se le concede la victoria a aquel equipo que llegue al séptimo inning con diez o más carreras de ventaja.
Las probabilidades de que un conjunto consiga levantarse de semejante paliza son mínimas, casi inexistentes, con todo y la máxima de Yogi Berra de que "el juego no se acaba, hasta que se acaba".
Según el departamento de información y estadísticas de ESPN, desde el 2009, en 489 juegos de Grandes Ligas un equipo tuvo ventaja de diez o más carreras en la séptima entrada. ¿El resultado final? 489-0.
Un partido en el que uno de los dos contendientes ha anotado diez o más veces en menos de siete innings ya es de por sí largo y tedioso.
Completar las nueve entradas le añadiría al menos una hora más de duración a un juego que está decidido en un 99 por ciento, por lo que muchos fanáticos comienzan a abandonar el estadio o cambian el canal en busca de una mejor opción.
Detener las acciones en ese punto no va para nada en contra de la esencia del juego y evitaría continuar un espectáculo deplorable.
Lo vimos en el Clásico Mundial de Béisbol y en otros certámenes internacionales sin que se haya muerto alguien o acabado el mundo.
Pero vayamos más lejos aún. La última vez que un equipo llegó al séptimo episodio con desventaja de diez carreras y consiguió remontar y ganar, George Bush Padre no había siquiera llegado a la mitad de su mandato presidencial, la Unión Soviética todavía existía y aunque ya había caído el Muro de Berlín, no se había oficializado la reunificación de Alemania.
Fue el 21 de agosto de 1990, cuando los Filis de Filadelfia visitaban a los Dodgers de Los Angeles.
Después de siete capítulos, los Dodgers ganaban 11-1 y John Kruk, quien no abrió como titular en ese partido, sólo quería irse del estadio para poder legar a tiempo de recibir servicio de habitación en el hotel donde se hospedaban los Filis.
En el octavo Filadelfia descontó dos y puso la pizarra 11-3, para lograr la milagrosa remontada con ocho anotaciones en el noveno.
Con el juego 11-8, Kruk salió de emergente y con dos corredores en bases disparó cuadrangular que empató el marcador.
El puertorriqueño Carmelo Martínez se encargaba de remolcar la ventaja con doblete.
Después del juego, Kruk dijo que al darse cuenta de que ya no llegaría a tiempo al hotel antes de que terminara el servicio de habitaciones, entonces a los Filis no les quedaba más remedio que ganar el partido, para que el esfuerzo no hubiera sido en vano.
Desde entonces han pasado casi 27 años. Por eso, para que entiendan los puristas del béisbol, aplicar la regla del KO no va a desvirtuar el deporte por eliminar un fenómeno que se da una vez cada tres décadas.