LOS ÁNGELES -- Necedad compararlos. Imposible. Uno manifiesta el poder absoluto de la naturaleza humana: Lionel Messi. El otro manifiesta el poder absoluto de la perseverancia humana: Cristiano Ronaldo.
Sería como comparar prodigios como el Everest o la Aurora Boreal, caprichos esplendorosamente divinos de la naturaleza, con la divina capacidad del hombre para tratar de competir en su oficio con el Creador, a través del Taj Mahal o las Pirámides de Egipto. Unos son engendrados, otros creados.
Ningún futbolista en el mundo puede soñar con imitar a Messi. Ninguno. Todos, absolutamente todos, sucumbirían bajo el estigma lapidario de falsificaciones patéticas. Serían la adulteración hecha ridículo, o el ridículo hecho adulteración.
Pero, y seguramente quienes veneran frenéticamente a Cristiano Ronaldo, disentirán, pero, insisto, todos, absolutamente todos los futbolistas mediana o excelsamente facultados, deberían, sí, deberían, aspirar a ser CR7.
Descartado Messi como modelo a seguir, porque su instinto de altísima velocidad, la confabulación intuitiva y motriz que posee rebasan el vértigo de lo humano, Cristiano presenta otra referencia, otro arquetipo, un vehemente prototipo de lo que muchos futbolistas con talento pueden ser. La diferencia entre el engendro y la creación.
Esta temporada, CR7 ha agregado una sorpresa. Se reinventó, cuando parecía que la sofisticación de su modelo de atleta y de jugador había alcanzado su propio Everest. Cuántas voces tenía la ignorancia asegurando que estaba llegando a su ocaso, avejentándose en el castigo del tiempo y sus rutinas exigentes de evolución.
A esos charlatanes, forenses de la carrera de CR7, puestos en ridículo por el mismo portugués, no les queda más que esconderse bajo las faldas de su mezquindad. El adalid del Real Madrid encontró, en el recambio de su propio plan de reconstrucción y resurrección, la Fuente de la Eterna Juventud.
Con 32 años, se convierte en el despiadado Dorian Grey del futbol. Insisto: CR7 envía un mensaje a otros que medianamente talentosos, temen, o se conforman, o son ciegos, pero no se atreven a tomarlo como referencia. Se conforman con ser embrutecidos diamantes en bruto.
Elijamos ejemplos. Uno muy puntual. ¿No tiene James Rodríguez las condiciones propicias para poder, si quisiera serlo, una versión propia de CR7? Dueño de gran talento natural, de astucia, de visión, de golpeo de balón, y de frialdad ante el gol, elige ser un armadillo que se refugia en su propia armadura.
A Cristiano se le fustiga por banal y vanidoso. Su dedicación extrema a la perfección y el embellecimiento de su físico, pasando por detalles que originan sarcasmos como citas con manicurista y pedicurista, terminan siendo la carroña morbosa que se consume ávidamente, incluyendo las fugas a Marruecos.
Pero, él ha logrado perfeccionar el estuche con que llegó al mundo. A su manera. Hoy, lo hemos dicho, con base en valoraciones físicas de laboratorio, puede competir en 400 metros y en relevos de 4x400, gracias a su potencia, rapidez y resistencia; su salto desafía a jugadores de la NBA, y la elasticidad y el control de sincronía muscular de su cuerpo permitiría acercarlo, con desventajas, cierto, a un gimnasta de alta competencia.
Lo evidente es que Cristiano Ronaldo, el futbolista, no nació así. Ni siquiera creció así. Él, al trabajo inconcluso de Dios y la naturaleza, le agregó la persistencia de convertirse en un futbolista más competitivo. Del barro imperfecto ha querido hacer una efigie perfectible.
Todo esto, claro, a un costo muy elevado, bajo una doctrina ascética enfocada al deporte. Nutrición computarizada, entrenamientos extra, reposo prolongado. Eso que llaman entrenamiento invisible, pero que él hace visible en la cancha.
CR7 tomó la decisión de convertirse en el mejor del mundo. A cualquier costo. Él se convirtió en el Miguel Ángel de su propio David. Y hoy se encuentra de nuevo muy cerca de otro Balón de Oro, muy cerca de otra Liga y muy cerca de otra Champions.
Por eso, cada futbolista profesional, con un talento distinto, porque no hablo de picapiedras ni pataduras, debería querer imitar el fundamento de autoedificación del atacante del Real Madrid.
Insisto: si esos futbolistas de mediano talento o de mucho talento como Pogba, Dybala, Griezmann, Mahrez, Aubameyang, Suárez, Bale, Benzema, De Bruyne, por citar sólo algunos, empezaran a tomarlo como paradigma de su propia evolución, podrían, emular o incluso rebasar lo conseguido por CR7.
Estos y muchos otros deben entender que, habida cuenta, no podrán acercarse siquiera a la versión sobrenatural de Messi, y tienen, en cambio, un punto de partida, humanamente, para perfeccionarse física y futbolísticamente.
Este año, apegándose a la poligamia gloriosa que pretende Cristiano Ronaldo en un año deportivo (Euro, Champions, Liga y ¿Confederaciones?), se convierte en el futbolista más rentable del mundo.
Al final, el mensaje está ahí para todos los privilegiados con talento excepcional para el futbol: si quieren, porque pueden, blasones similares a los de CR7 no les están prohibidos, por el contrario, les están totalmente permitidos.
Si no están predestinados divinamente para ser un monumento natural como el Cañón de Colorado (Messi), sin duda pueden ser arquitectos de su propia y soberbia Muralla China (CR7).