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¿Desnudó la ira al genuino Juan Carlos Osorio?

SAN DIEGO -- En lugar de andar buscando frases capciosas dentro de las deliciosas galletitas chinas, para inscribirlas en camisetas, Juan Carlos Osorio debió darle una hojeadita y ojeadita a Séneca.

Escribía el filósofo: "La ira: un ácido que puede hacer más daño al recipiente en la que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte".

Con seis juegos en el calabozo de FIFA, negociables seguramente, Osorio encara las consecuencias de sus ofuscaciones. Quedó maltrecho el recipiente.

Si quedó impune el saludo a las mamás de los pinnípedos con ese #MotherFoca ante Nueva Zelanda, no fue así con el arrimón intimidatorio con epítetos musitados al oído del juez de línea frente a Portugal. Ni Pepe le entraba así a Chicharito en la cancha.

Por lo visto, al saberse impune e inmune ante la justicia tras el desplante ante los Kiwis, pensó que una vez más seguiría a salvo. Ojo, después de ese saludo ecológico a las #MotherFoca, nadie, ni Guillermo Cantú ni Decio de María, le advirtió que era una violación al código de conducta interno de la selección mexicana.

El silencio de ambos directivos y jefes de Osorio fue el banderazo de tolerancia absoluta para el técnico colombiano. "Siga m'ijo", le habrían dicho en Barranquilla.

Aquí, a Decio y a Cantú les hubiera servido revisar a Papini: "La ira es como el fuego; no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es tarde". Y con su silencio cómplice no lo apagaron, lo avivaron. Son, pues, cómplices de esta conflagración.

Más allá de los dos arrebatos sofocados de Osorio, ante Nueva Zelanda y Portugal, se agregan agravantes a su gestión administrativa y deportiva de cancha, de futbol.

Cierto que los zalameros bobaliconamente imberbes argumentan que el Tri está a dos puntos de asegurar el pase al Mundial y que eso es elogiable, renegando, así, de la ilusión de todos los mexicanos que es ver, finalmente, el salto al Muro hacia el quinto partido.

Finalmente, sí, finalmente, muchos ya entendieron que México gana partidos con la bendición papal de la chiripa, y que ya se convirtió en un caos castrante el manejo interno del vestuario, con un erosionada vorágine, originado por las rotaciones, los cambios de puesto y de perfiles a los jugadores. Frankenstein se rebela.

Son ya demasiadas las versiones de reporteros cercanos al Tri de la Confederaciones que ratifican que Giovani dos Santos y Carlos Vela habrían amenazado con que van a estar muy, pero muy ocupados si Osorio los invita para las fechas eliminatorias de septiembre y octubre.

Más grave sin duda que los exabruptos del berrinchudo Osorio, es sin duda ese vacío de poder que ha habido en torno a él. Esto ayuda a entender por qué Santiago Baños prefirió ir al Nido del América que la promesa de seguir con un Tri casi mundialista.

Pero, hoy, queda claro que ni Guillermo Cantú ni Decio de María tienen la autoridad moral, deportiva, espiritual ni jerárquica para atreverse con personalidad a dialogar, o incluso reclamar directamente, a Juan Carlos Osorio, por todos los anteriores pecados mencionados antes de este castigo de FIFA.

Ahora con seis partidos de suspensión, que tal vez se reduzcan o tal vez no, se reducen las posibilidades de un escarmiento a Osorio, porque arriba de él no hay nadie con la capacidad para flagelarlo con cuestionamientos, exigencias o algún ultimátum, ya no sólo disciplinariamente, sino en el desarrollo futbolístico de una selección que él prometió llevar a la Final de la Confederaciones y hacerla campeona de la Copa Oro.

Hoy, lejos de ser regañado Osorio, los que deben estar como trepadero de mapaches de lastimados, con urgencias y flagelaciones directas desde el Salón Oval de Televisa, deben ser Decio de María y Guillermo Cantú.

Queda claro que ambos directivos no están cumpliendo con sus obligaciones: vigilar que el Tri juegue mejor y que el entrenador no caiga en exabruptos estrafalarios, demenciales y esquizofrénicos.

Aunque, ojo, tal vez deba agradecerse a Juan Carlos Osorio su manifestación absoluta de personalidad. ¿Doctor Jekyll o Mister Hyde? Tal vez el verdadero Osorio es el que se engendró brutalmente en esas exaltaciones ante Nueva Zelanda y Portugal.

Tal vez todos fuimos engañados. Por eso me alío con esta reflexión del italiano Tommaseo: "La ira ofusca la mente... pero hace transparente el corazón".

Finalmente, ante Nueva Zelanda y Portugal, ¿la ira hizo totalmente transparente y genuino el corazón de Juan Carlos Osorio?