LOS ÁNGELES -- Pantuflas. Una mecedora. Una chimenea. Y una jubilación millonaria.
Sintetizábamos con este escenario, en un Blog para ESPNFC hace unos días, la forma en que el futbolista mexicano contempla a la MLS. El Plan de Retiro perfecto sin aportación previa alguna.
Carlos Vela es el nuevo jubilado, prematuro, del futbol europeo. No más batallas encarnizadas en España, ni el desasosiego valeroso de cada semana por sobrevivir en la segunda mejor Liga del mundo. El frac del conformismo, a su medida.
Aún, de lejos, el mejor futbolista mexicano en la actualidad, cierto, venido a menos, pero aún así, el jugador más inteligente y técnicamente completo de México. La buena vida en el edén de San Sebastián le aumentó una talla en su ajuar.
Después de aquella fantástica temporada en que se le arrimó al podio en el que gobernaba -entonces- Messi, a quien le gruñía y reñía -entonces- Cristiano Ronaldo, mientras que Carlos Vela, en la sociedad irreal de la Real Sociedad, disputaba créditos con el depredador Diego Costa.
¡Qué año ese de Carlos Vela al lado de Antoine Griezmann! Compinches de masacres llenas de fascinación. Y el mexicano superaba al francés, pero...
Obvio, el Atlético de Madrid indagó antes de decidir entre Vela y Griezmann. El mexicano no está hecho para la doctrina espartana del Cholo Simeone. Lo suyo es vagabundear en la cancha y concebir artísticamente la fecundidad del gol en la devoción casi cínica de unos segundos.
Simeone entendió que mientras Griezmann tenía el hambre intacta, hambre de gloria, hambre de trascendencia, de museos, de guirnaldas, Vela apenas se desperezaba en la modorra dominical de sus 90 minutos, pero, asombrosamente con eso le bastaba. Las cigarras siempre serán cigarras, en la parábola de su destino.
"Cualquier día de estos decido retirarme. Mi pasión es el basquetbol; el futbol es mi forma de vida", explicó alguna vez en conferencia de prensa Carlos Vela. Ese día las excusas y las esclusas se cerraron, y el mexicano quedó exiliado de los grandes clubes en el confort hedonista de su canal.
Hoy, tal vez sin saberlo, la MLS, se está llenando de notables jugadores mexicanos, que esta liga ve con el prisma que más le conviene a ella. La MLS ve a Gio, a Jonathan y a Vela, y en julio próximo a Javier Hernández, como lo que quiere que sean, y no como lo que en este momento pueden y van a ser.
Fue evidente en Copa Confederaciones: el Gio que protagoniza la MLS naufragó en la competencia y fue relegado en el Tri. En ese torneo, Jonathan fue tal vez el mejor jugador mexicano, pero ahora empezará a vivir en la fascinación de sus instintos y los placeres de la urbe angelina. Su talento está de luto.
Con Vela ocurrirá lo mismo. Y se dará cuenta que tras la trampa semanal del relajo y el relajamiento, le bastará con lo que aún le sobra, de futbol y de vergüenza, para merecer su salario en la licenciosa rutina de 90 minutos en la MLS.
Ojo: tiene todo el derecho de hacer con su vida y con los talentos privilegiados que tiene, lo que le dé su muy regalada gana. La mayor oscuridad está justo debajo de la lámpara, dice un proverbio coreano.
Si ya tiene Vela, como Gio y Jona, el futuro financiero asegurado, y elige la jubilación discretamente millonaria de la MLS, es el bendito derecho de elegir ser maceta de un corredor en penumbras en una Liga que vive en la histeria de tener como mayor ambición, la liliputense ilusión de superar lo más pronto a la Liga Mexicana...
Obviamente sufrirá la selección mexicana, cuando quiera competir en pastizales más honorables -en todos sentidos- que los conkakafkianos, y vea que tres de sus posibles referentes se abotagan de las licenciosas ofertas nocturnas de Los Ángeles.
¿Dónde se meterán ahora aquellos lascivos promotores advenedizos de la hazaña en el Mundial de Perú? ¿Recuerdan a quienes vanagloriaban en exceso a los Niños Héroes de Perú? ¿A aquella, la generación dorada? ¿A los Reyes Midas del 2005 que transformarían la genética del futbol mexicano?
Ahí, ahí están. Unos en las mazmorras del infelizaje, y los dos más notables en las jaulas de oro de su retiro anticipado, en la MLS. Las nueces, salieron vanas...
Reitero, ratifico: Pantuflas. Una mecedora. Una chimenea. Y una jubilación millonaria. La lujosa sala de té de la MLS para el futbolista mexicano.