A pesar de sus más de 60 años de edad y décadas de duro trabajo bajo el sol en un polvoriento terreno de béisbol del campo dominicano, José Cordero rompió en llanto de agradecimiento y emoción cuando recibió una inesperada noticia.
Ante la indignante indiferencia de las autoridades deportivas de la República Dominicana, otras manos generosas se extendieron en su ayuda para que su equipo, Bravos de Pontezuela, campeón de la zona del Caribe, pueda debutar desde viernes en la Serie Mundial de Pequeñas Ligas.
Los muchachitos de La Paloma, una empobrecida localidad cercana a Santiago de los Caballeros, en el centro del país, derrotaron 8-4 a Aruba en la final regional caribeña, disputada el mes pasado en la isla de Antigua, para llegar a la Serie Mundial por segunda vez en tres años.
Pero no se habían apagado los ecos del festejo por la clasificación al máximo evento de las Pequeñas Ligas, que se celebra cada año en Williamsport, Pennsylvania, cuando comenzaron las tribulaciones de estos peloteritos, quienes por falta de apoyo oficial estuvieron cerca de no participar en el torneo al que tanto sacrificio y sudor les costó llegar.
En el 2015, la novena que dirige José "El Brother" Cordero rompió una sequía de 19 años sin que la República Dominicana clasificara para la Serie Mundial.
Entonces, después de intensas gestiones, el gobierno nacional aportó parte del dinero necesario para los trámites consulares del equipo, unos 4,000 dólares que son una montaña de dinero en una comunidad tan pobre La Paloma.
Dos años después, las promesas de las autoridades deportivas de correr con esos gastos cayeron en saco roto.
Ni el Ministerio de Deportes, ni la liga profesional de béisbol dominicana, ni el comité olímpico nacional han mostrado el más mínimo interés en ayudar a los peloteritos.
Los organizadores del torneo en Williamsport se encargan de los costos de alojamiento y transportación de los participantes hasta la sede, pero cada equipo extranjero participante debe rendir una serie de trámites en sus respectivos países para obtener las visas que les permitan entrar a Estados Unidos.
En el caso de los dominicanos, cada persona que vaya a una entrevista de visado en la embajada estadounidense debe pagar 160 dólares, más otros trámites, que para el grupo completo suman $4,000.
De hecho, los obstáculos no comenzaron después de la victoria en el certamen regional en Antigua.
Para llegar a esa instancia, El Brother y los padres de los jugadores tuvieron que hacer de tripas corazón para recaudar los fondos que les permitieran asistir a la vecina isla.
"Nadie se ha ocupado de nosotros. Ni un saludo. Otros años incluso ni siquiera hemos podido participar en los torneos regionales por falta de dinero", contó con dolor Cordero en conversación telefónica con ESPNDeportes digital.
"En el 2015 y este año organizamos actividades para recaudar fondos y hasta los padres de los muchachos salieron a pedir dinero a los autos en las calles, para ver cómo reuníamos lo necesario", añadió.
El drama llegó hasta el programa radial radial Grandes en los Deportes, que conducen los colegas Enrique Rojas y Dionisio Soldevila, a quienes El Brother les contó sus penurias.
"Para poder completar el dinero tuvimos que pedir un préstamo de 70 mil pesos (unos 1,500 dolares) que yo no sé cómo lo vamos a pagar después, pues nosotros somos de un campo adentro muy pobre", narró Cordero esta semana a Enrique y Dionisio en su show de radio.
Hablemos claro: esos muchachitos ya no están representando a su pequeña comunidad.
Ahora ellos llevan la bandera de la República Dominicana, de la misma manera que lo hicieron los atletas Félix Sánchez o Luguelín Santos o los boxeadores Félix Díaz y Pedro Nolasco en los Juegos Olímpicos, por sólo citar unos ejemplos.
Más allá de los resultados que obtengan en Williamsport, ya son un orgullo nacional y deberían las autoridades deportivas del país cubrir esos gastos consulares, no como un favor, sino como una obligación. Si no, ¿para qué están ahí?
Pero si los dirigentes deportivos no lo ven así, por suerte hubo otros que se sensibilizaron con la causa, comenzando por los presentadores de Grandes en los Deportes, quienes se comprometieron a poner el dinero que faltaba.
De inmediato comenzaron las respuestas y el colombiano Pipe Urueta, quien dirigirá a los Tigres del Licey en la próxima temporada invernal, ofreció hacer un aporte.
Luego Mario Soto, presidente de la asociación de peloteros profesionales dominicanos, prometió pagar el dinero del préstamo que consiguió El Brother Cordero para financiar el viaje.
Las cosas trascendieron las fronteras quisqueyanas y llegaron lejos, muy lejos, gracias a Guille Esquivel, una mexicoamericana de Los Angeles, fiel oyente del programa de Rojas y Soldevila y vinculada a la fundación del toletero dominicano Nelson Cruz, de los Marineros de Seattle.
Unas llamadas de Guille Esquivel resolvieron de una buena vez el entuerto.
Cruz y sus compatriotas y compañeros de equipo Robinson Canó y Jean Segura se metieron la mano en el bolsillo para poner tres cuartas partes de los fondos necesarios.
El cubano Alfredo Despaigne, quien juega en la liga profesional japonesa con los Halcones de Fukuoka, completó lo que faltaba.
"¡Imagínate! ¡Que tenga que ser un cubano desde Japón porque aquí a los que tienen que hacerlo no les interesa! De verdad no tengo palabras para agradecer a Despaigne, a Nelson, a Canó, a Segura y a esa muchacha que hizo las gestiones", dijo emocionado el manager de la novena infantil.
Por ahora las cosas se resolvieron. El Brother no tendrá que hipotecar su vida al regreso a República Dominicana y el equipo podrá enfocarse únicamente en jugar pelota y disfrutar la fiesta que es la Serie Mundial de las Pequeñas Ligas.
Pero no se trata de esta solución temporal. Se trata de mirar con luz larga, de echar a un lado la indolencia que pulula en nuestros países y apoyar el deporte infantil como una labor social.
Lamentablemente, hay grandes probabilidades de que el año próximo se repita esta película y quizás ni tenga este final feliz.