Shohei Otani, el llamado Babe Ruth japonés, podría aterrizar en el 2018 en las Grandes Ligas y ya varios equipos comienzan a frotarse las manos y a hacer sus cálculos para hacerse de sus servicios.
La comparación de Otani con el Bambino viene dada por la rara capacidad del japonés de desempeñarse con calidad tanto en la lomita, como en la caja de bateo.
Pero hasta ahí. Paren de contar. El 'Sultán de la Estaca' es la encarnación suprema del béisbol, con casi 100 triunfos como serpentinero y 714 cuadrangulares, por sólo citar dos de sus extraordinarias estadísticas.
Posiblemente los 30 equipos hagan su apuesta por el versátil jugador, incluso los más pobres, pues el sistema de posteo para tener derecho a negociar con Otani ya está limitado a 20 millones de dólares, que recibiría el equipo Nippon Ham Fighters, al que pertenece, en tanto el máximo contrato posible que puede conseguir es de 10.5 millones, por tratarse de un agente libre con restricciones.
En otras palabras, como no ha completado seis temporadas en su país y apenas tiene 23 años, no podrá firmar un megacontrato que sí lograría si esperara un par de campañas más.
Entonces, dadas esas condiciones, es de imaginar que casi todo el mundo intentará capturar la presa, que se antoja barata de acuerdo con las expectativas que despierta.
Sin embargo, por poco dinero que cuesta, la apuesta sigue siendo arriesgada y no hay garantía de que repita en el mejor béisbol del mundo sus actuaciones de Japón.
Como bateador, en cinco años como profesional, sus números no han sido para nada extraordinarios, de esos que dejan a cualquiera con la boca abierta.
Sólo una vez, en el 2016, sobrepasó los 100 partidos jugados (104), cuando logró sus mejores números en jonrones (22) e impulsadas (67).
En total, en 390 desafíos en la liga profesional japonesa, Otani batea de por vida para .301, con 47 bambinazos y 163 remolques en 995 turnos.
Como pitcher, suma balance de 40-15 en 80 aperturas, con efectividad de 2.57, aunque en el 2017 ha estado lesionado de su brazo de lanzar y presenta récord de 1-2 con 6.97.
Es un hombre ponchador, pues ha abanicado a 605 rivales en 528 episodios.
Esas son, a 'grosso modo', los principales números de su carrera en Japón, que no son para abrir demasiado los ojos, ni la chequera.
Además, están los antecedentes de otros jugadores venidos de Japón con una aureola mística, sin que en su mayoría hayan logrado traducir esa grandeza a tierras estadounidenses.
Hasta la fecha, 63 peloteros nacidos en Japón han llegado a las Grandes Ligas.
Sólo uno, Ichiro Suzuki, ha sido una estrella en toda la dimensión de la palabra y sólo es cuestión de tiempo que entre al Salón de la Fama de Cooperstown.
Depende de cuando decida retirarse y espere los cinco años reglamentarios para su inmortalización.
Después de Ichiro, el único de los jugadores de posición con actuaciones sobresalientes fue Hideki Matsui, quien en su país era apodado 'Godzilla', pues era un verdadero monstruo con el madero, con un promedio de 33.2 jonrones por año.
Aunque fue un buen jugador, sobre todo con los Yankees de Nueva York, nunca llegó a justificar la fama de rompecercas que lo precedía, al disparar 175 bambinazos en diez temporadas en las Mayores.
Si hablamos de serpentineros, apenas dos, Hideo Nomo y Tomokazu Ohka, han podido sostenerse por diez o más campañas en Estados Unidos.
Nomo tuvo siete campañas con más de diez triunfos y terminó su carrera con 123-109 y efectividad de 4.24, bueno, pero nada del más allá, mientras que Ohka fue un mediocre que dejó marca de 51-68, con promedio de limpias de 4.26.
¿Recuerdan el revuelo que causó Daisuke Matsuzaka con su supuesto envío del 'gyroball'?
¿O ya olvidaron a Hideki Irabu, quien se hacía llamar el Roger Clemens japonés, a quien George Steinbrenner rebautizó como 'cerdo gordo'?
Con todo y que la liga profesional japonesa es la segunda mejor del mundo, la diferencia de calidad con las Grandes Ligas es abismal y la transición se hace en extremo difícil.
Con esos antecedentes y los números que el propio Otani ha puesto hasta ahora con los Nippon Ham Fighters, no veo razón para ese entusiasmo desmedido o exagerado por su próxima llegada a las Mayores.