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Ese segundo balón es el menor problema del América

LOS ÁNGELES -- Esos, los eruditos que alguna vez lucraron en cancha con un silbato, hoy están confrontados. Tanta discrepancia desnuda la incompetencia en el arbitraje mexicano. Entre tanto sabio exiliado del arbitraje, olvidan su privilegio absoluto: aplicar su criterio.

Ocurrió en León. La Fiera estuvo dormida 89 minutos. En cinco, se atragantó de plumas: 2-1 al América.

El ajusticiamiento de las Águilas llega al minuto 93. Elías Hernández desborda por derecha, mientras hay dos balones en la cancha. Él acarrea el legítimo. El otro, el balón usurpador, el polizonte, se queda quietecito, como la Mujer de Lot: una estatua de sal.

Elías hace su tarea de toda la noche: llega a fondo y centra. Esa fórmula le había dado a León el 1-1 con remate de Boselli. La misma maniobra, distinta concepción. El centro de Hernández es a primer palo y Burbano impacta el 2-1.

Claro: América apela, repela. Había dos balones en la cancha y, a juicio de las víctimas, debió pararse la jugada y cobrar con balón a tierra.

El árbitro Diego Montaño mantiene la decisión. Fue su criterio, aplicando el reglamento. Con la biblia del arbitraje en las neuronas, al juez no le vacilan las hormonas para ratificar la validez del gol. León pone a las Águilas espaldas planas.

La engorrosa y mal redactada Regla 5 del librito arbitral conduce a una engorrosa conclusión: la decisión es del árbitro conforme a las circunstancias. Para Montaño, el segundo balón no interrumpía ni distraía la jugada.

América no se inmutó ni escandalizó cuando la jugada se llevaba a cabo. Claro, cuando se consuma el gol y la derrota, entonces sí, se alborotó el gallinero... literalmente.

Pero para El Nido lo preocupante no debería ser la coherencia o incoherencia del árbitro ante las circunstancias del juego, sino lo que ocurrió en los 92 minutos previos al gol.

Embozarse, enredarse en la protesta por ese segundo balón en el minuto 93, sin duda pretende disfrazar todo lo que el América dejó de hacer en los 92 minutos anteriores, incluyendo la inexplicable presencia de cierta abulia competitiva.

Si el América se sumerge en su propia cortina de humo, bajo el autoflagelo falso de que el árbitro los acuchilló, perderá de vista la utilidad de las lecciones recibidas los 92 minutos previos.

Miguel Herrera y sus jugadores deben rendir cuentas de lo que esta noche de miércoles se negaron a hacer respecto a la consistencia de otros juegos. Su deuda está en esos 92 minutos previos.

La decisión arbitral, errónea o no, define el resultado, pero la inestabilidad acusada antes de esa jugada fue construyendo el resultado, especialmente porque la fórmula con la que León les marca los dos goles debió ser revisada y practicada durante la semana. Pero, si dos veces te sentencian de la misma manera...

Por otro lado, la biblia del silbante ampara a Diego Montaño. Él como árbitro leyó, bien o mal, las circunstancias de la jugada.

Y además, el América puede bañarse en esas aguas favorables, para tratar de convencer a la población del Ódiame Más de que no han sido, no son y nunca serán protegidos o apadrinados por el arbitraje...