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Premios 2017: Molitor y Lovullo merecen el Manager del Año

Hay una leyenda urbana en el béisbol que dice: los buenos equipos los dirige cualquiera. Falso.

Dirigir es un arte, que combina, entre muchos aspectos, los conocimientos del juego, táctica, estrategia y psicología para compenetrar 25 egos diferentes en torno al objetivo de ganar.

¿Cuántos pilotos no han tenido en sus manos grandes equipos y han sido incapaces de ganar?

Leyenda urbana II: los mejores managers son aquellos que hacen buenos a los equipos malos. Cierto, ciertísimo.

Entre los finalistas al premio de Manager del Año en ambas ligas hay de todo, desde aquellos que hicieron mucho con poco, hasta los que no les alcanzó a pesar de tener suficiente material humano.

En la Liga Americana, los finalistas son A.J. Hinch, manager ganador de la Serie Mundial con los Astros de Houston, Terry Francona, de los Indios de Cleveland, y el miembro del Salón de la Fama de Cooperstown Paul Molitor, de los Mellizos de Minnesota.

Francona y Hinch consiguieron más de 100 triunfos con sus respectivas novenas y de antemano se sabía que serían competidores desde principio a fin.

Los Indios se habían quedado a un triunfo de ganar el Clásico de Octubre del 2016 y como campeones defensores del joven circuito, partieron como favoritos, aunque se quedaron en el camino en la primera ronda de los playoffs.

Los Astros fueron el producto de un proceso de maduración que ya se veía venir y pintaban para ser -- como de hecho lo fueron -- la versión del 2017 de los Cachorros de Chicago de un año antes: un equipo plagado de talento joven listo para el gran salto.

Lo que nadie se imaginó es que los Mellizos llegarían a la postemporada, aunque apenas jugaran un solo partido -- el de los comodines -- y lo perdieran.

Molitor fue un mago. Lo que consiguió lo hizo con prácticamente el mismo equipo que en el 2016 fue el peor de todo el béisbol, único con más de 100 derrotas y que incluso perdió figuras claves a mitad de temporada porque parecía que no le alcanzaba la gasolina y la gerencia decidió vender y se deshizo de algunos.

Así se fue el cerrador Brandon Kintzler, luego de salvar 28 partidos y asistir a su primer Juego de Estrellas.

Pero la tropa de Molitor siguió peleando cada out, cada inning, cada encuentro y las 59-103 del 2016 las convirtieron en 85-77 en el 2017, por delante en la división central de equipos con mayor favoritismo, como los Reales de Kansas City o los Tigres de Detroit.

Si el premio de Manager del Año no se lo gana el de Minnesota, estaríamos en presencia de una gran injusticia.

En el viejo circuito, la lucha está entre el debutante Torey Lovullo, de los Diamondbacks de Arizona, el veterano Bud Black, de los Rockies de Colorado, y el ganador del premio en el 2016, Dave Roberts, de Dodgers de Los Angeles.

Seamos honestos. Roberts es una mala caricatura de cómo se dirige un juego de pelota y la mejor prueba fue la Serie Mundial, que dejó escapar con su comedia de disparates, luego de tenerla al alcance de la mano.

Olvídense de que los Dodgers tuvieron el mejor récord de todo el béisbol (104-58). Dejen a un lado las frías estadísticas y analicen las tropelías de su dirigente.

No será difícil darse cuenta de que estamos en presencia de uno de los más ineptos mentores de todas las Grandes Ligas y su presencia en el trío de finalistas es una broma de mal gusto.

La verdadera batalla debe estar entre Lovullo y Black, que al igual que Molitor, llevaron a sus equipos a la postemporada un año después de que Arizona y Colorado terminaran con récord negativo.

Luego de nueve campañas al frente de los Padres de San Diego, Black supo sacar provecho en su primer año con los Rockies de un cuerpo de serpentineros novísmo, encabezado por los debutantes venezolanos Antonio Senzatela y Germán Márquez, aunque tuvo un equipo ofensivo de lo mejor de todo el béisbol, liderado por el dúo de Charlie Blackmon y Nolan Arenado.

Más méritos tiene Lovullo, estrenándose como director en las Mayores y que fue capaz de convertir en ganador (93-69) y meter a la postemporada a un conjunto de Arizona que un año antes había terminado con balance de 69-93.