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Monterrey, la mejor versión de Mohamed como DT

LOS ÁNGELES -- La televisión, inevitablemente, nos muestra en retazos el partido de futbol. Un rompecabezas incompleto, con un paisaje en constante movimiento. Y eso, nos priva, a quienes sólo tenemos ese recurso, de ver al Monterrey en plenitud.

Se advierten sus virtudes ya cuando el ave de rapiña se ceba sobre su presa. Se descifran algunos de sus movimientos y se infieren otros de ellos, pero como la constante actividad de sus jugadores permite improvisar sobre el modelo táctico, hay más sorpresas.

Este Monterrey es la mejor versión de 'El Turco' Mohamed. Muy superior a aquel Xolos que hizo campeón, y mucho más agradable que el América que también coronó entre el tormentoso divorcio con Ricardo Peláez.

Ciertamente favorecido por la calidad y madurez de los jugadores que tiene, Mohamed expone, guardando proporciones, dinámicas, estados físicos y ritmos, algo muy similar a lo que hacía en la cancha aquel Tigres de Carlos Miloc, y que el uruguayo fundamentaba, sobre todo en la transición en los principios del basquetbol.

Insisto: similitud no quiere decir réplica, ni semejanza quiere decir copia, porque, a final de cuentas ni fue aquello un invento de Miloc, ni lo es hoy de Mohamed. Bien lo dijo Arrigo Sacchi: "En el futbol no hay nada nuevo, sino nuevos jugadores que lo hacen novedoso".

Confesando la envidia hacia quienes pueden ver en vivo a Monterrey, y entretenerse incluso con observar, diría la sabiduría china, el bosque entero, sin entretenerse en el árbol que lleva el balón, grabo los juegos de Rayados y los veo de nuevo tratando de encontrar todas las respuestas. Imposible.

La televisión, insisto, por necesidad, por obviedad, persigue a la esférica odalisca, porque ella escribe marcadores, dramas y festejos en la cancha de futbol. Y es imposible en la frescura de un rectángulo cambiante, poder observar todo lo que hace, en sus mejores exhibiciones, el grupo de jugadores de Mohamed.

Criticado, y me incluyo en esa caravana, por quienes hacíamos malabarismos por los defectos de 'El Turco', e incluso hasta envenenarse con las dudas que sembró Peláez acusándolo de irresponsabilidades laborales, pero Mohamed hoy coloca un modelo de futbol que, insisto, en esas tardes luminosas, sólo queda regodearse con lo que intentan, y lamentarse por todo lo que generan pero desperdician ante el arco rival.

¿Era lo que pretendía alcanzar con América en un proceso más largo? Una pregunta ociosa que sólo tendrá respuesta la medianoche del Día del Juicio Final, después que se resuelvan otros asuntitos más importantes.

Más allá de que es evidente que Mohamed está articulando un equipo de época, por la edad de sus jugadores relevantes, hay dos extremos que fascinan en este Monterrey que exhibe condiciones consagratorias.

Esos dos puntos determinantes son la confianza absoluta en Jonathan González, al que inexplicablemente Juan Carlos Osorio, no le presta atención, y la forma en que Mohamed reinventó a un jugador que se enfilaba a la zona de desechos: Neri Cardoso.

Al primero lo debutó por necesidad y lo mantuvo por convicción. Al segundo, le reinventó el puesto, los pulmones, y los valores personales. Cardoso vive sus mejores momentos en el futbol mexicano.

Donde nos privan del espectáculo en las transmisiones de televisión, es en el último tercio de la cancha, insisto, no porque no podamos apreciar la terminación de las jugadas en gol o en aproximación, sino porque para llegar ahí, a ese punto culminante, hay una rotación constante, con una lectura inteligente entre compañeros.

Ahí, en ese último tercio, cuando la pelota aún no llega, o apenas empieza a acercarse, los demonios que tiene al ataque improvisan bajo una partitura de repeticiones ensayadas en la semana.

Y el poder de convencimiento de Mohamed es haber, por ejemplo, despojado, aparentemente, a Pabón, de esa obsesión de paladín del equipo, al grado que parece, tal vez sólo parece, haberse convertido en un generoso doméstico al servicio de Funes Mori y Avilés Hurtado.

Explicaba alguna vez Bora Milutinovic que la mejor posición para entender un partido de futbol, había que colocarse en la zona de los tiros de esquina, y lo más alto posible de una tribuna baja, o a la mitad si es de un solo nivel el estadio.

Ahí, en esa zona, sin duda, y olvidándose de la odalisca esférica, es donde seguramente puede apreciarse claramente lo mejor de este Monterrey de la mejor versión de Mohamed.