NUEVA YORK - Ya Matt Harvey se había ausentado por un buen tiempo cuando los Mets de Nueva York lo colocaron en asignación este viernes. Por ende, no hubo imágenes de despedida para un pitcher que en una ocasión llegó a ubicarse entre la élite del béisbol, llorando ante las cámaras o limpiando su armario.
El fin llegó tres horas antes que los Mets abrieran su serie ante los Rockies de Colorado, cuando el gerente general Sandy Alderson comenzó una rueda de prensa y tranquilamente, resumió los hechos de ese día.
Alderson se veía cansado, producto de las tensiones en una semana difícil. Y se mostraba en conflicto cuando se refirió a Harvey como "un individuo llamativo, agradable y vulnerable", e insistió que parte de él iba a extrañar tener a Harvey dentro de su equipo a diario.
"Intento no dejar que mis emociones interfieran con la toma de decisiones. Sin embargo, la empatía forma parte del proceso de toma de decisiones", dice Alderson. "Me agrada Matt, a pesar de todo lo que ha ocurrido".
Es natural pensar que los Mets sintieron una gran dosis de alivio al cortar lazos con Harvey. Se convirtió en un lanzador muy oneroso para justificar mantenerle, un pitcher con muchas fallas, demasiadas para corregir con un ajuste aquí y otro allá. Un paso por el bullpen a modo de reiterar lecciones no iba a cambiar esta dinámica.
Si bien el aspecto pragmático de Alderson sabía bien que era hora de pasar la página, el historiador del béisbol que hay dentro de él sentía cierto remordimiento al ver que una relación que en una ocasión fue sumamente prometedora se había hecho polvo. Cuando Harvey llegó a Nueva York en 2012, personificaba los sueños y aspiraciones de la afición de los Mets, que había depositado su fe en el poder del pitcheo abridor joven. Recuerden aquella electricidad que corría por el estadio cuando Harvey ponchó a 11 bateadores en 5 1/3 innings en su debut en Grandes Ligas, o cuando tomó el escenario como pitcher abridor de la Liga Nacional en el Juego de Estrellas 2013, celebrado en el Citi Field. Provocó comparaciones con Tom Seaver gracias a su estilo de enviar los lanzamientos, y con Dwight Gooden, gracias a la capacidad que tenía de hacer que toda una ciudad se detuviera a verle cada cinco días.
Los cuatro días que transcurrían entre cada apertura no eran menos interesantes. Si Harvey no estaba posando desnudo para la edición Body Issue de ESPN The Magazine o saliendo con una súper modelo rusa, estaba en el sofá del programa Tonight Show con Jimmy Fallon, o paseando por horas a través de las calles de la Gran Manzana, para así satisfacer su fascinación por todo lo que significa Nueva York.
A pesar de todo lo anterior, la cruda realidad es que no se han producido muchos momentos mágicos recientemente con los trucos de Harvey. El último se produjo en la Serie Mundial de 2015, cuando Harvey convenció al mánager Terry Collins de dejarle terminar un intento de blanqueada contra los Reales en el Juego 5. Kansas City armó un rally, la temporada de los Mets llegó a su fin y Harvey sumó una cirugía para reparar un síndrome del opérculo torácico a su lista de problemas médicos en la siguiente campaña.
Al final, las lesiones acabaron con las oportunidades que tenía Harvey de alcanzar todo el potencial que había mostrado en Nueva York. Harvey forma parte de una lista corta en la cual se incluyen Chris Carpenter, Shaun Marcum y Jaime García, todos lanzadores que han sido objeto de una reconstrucción de su codo y padecido el síndrome del opérculo torácico en la última década. Noah Lowry nunca volvió a pitchear tras sufrir síndrome del opérculo torácico en 2009 y Tyson Ross sí regresó, aunque en condiciones gravemente disminuidas.
La velocidad de la recta de Harvey, medida en 92.5 millas por horas, sigue siendo suficiente a fin de que él tenga éxito, si cuenta con buen dominio de su pitcheo y un plan, pero requerirá de un compromiso por parte de él. Los Mets no se imaginaban ver a Harvey ir a Triple-A para jugar en Las Vegas, hacer tres o cuatro aperturas para volver a Nueva York, donde le esperase un puesto en la rotación. Lo que sí vieron fue una serie de fallas de mecánica que requerían de cambios radicales de principio a fin, similares a los hechos por Cliff Lee y Roy Halladay, quienes fueron a los rangos más bajos de ligas menores para enrumbar sus carreras por la senda correcta. Simplemente, Harvey no estaba dispuesto a dar semejante paso.
Fue revelador cuando Alderson expresó que Harvey se permite conocer bien por personas que él conoce y en las cuales "semi confía". Si Harvey va a comenzar de nuevo en este año, el último de su contrato para luego ser agente libre, preferiría hacerlo con una tabula rasa, en vez de un ambiente gastado donde todas las partes están colmadas de tanto bagaje histórico.
Es muy poco probable que Harvey llegue a conseguir en su nuevo hogar un mejor sistema de apoyo que el disponible para él en Nueva York, con el coach de pitcheo Dave Eiland y el mánager Mickey Callaway, quienes tuvieron amplio éxito con Corey Kluber, Carlos Carrasco, Trevor Bauer y otros lanzadores en su anterior empleo con los Indios de Cleveland. Callaway objetó la idea de que Harvey nunca estuvo dispuesto a intentar un paso por el bullpen. Y tanto el estratega como Eiland están asumiendo en lo personal que las cosas no funcionaron como se esperaba.
"Sentimos que le fallamos a Matt Harvey", dijo Callaway. "Creo que nuestro trabajo es el de ayudar a cada jugador, y no se siente muy bien cuando no puedes hacerlo".
Callaway está siendo muy cruel consigo mismo. Matt Harvey se lesionó, la magia de 2012 y 2013 se disipó y todas las partes involucradas estaban dispuestas a ponerle fin a esta unión. Incluso, si Harvey y la gerencia de los Mets tenían visiones radicalmente distintas sobre el futuro del pitcher, sí estaban de acuerdo en una sola cosa: Había llegado la hora de decir adiós.