Parecía que Miguel Cabrera superaría sin problemas las barreras de los 3,000 hits y 500 jonrones, cifras que usualmente representan un pasaporte sellado hacia el Salón de la Fama de Cooperstown.
Hoy el camino hacia esas cifras luce cuesta arriba.
Cabrera sufrió ruptura del tendón de su bíceps izquierdo, al fallar un swing ante Jake Odorizzi, de los Mellizos de Minnesota.
Un examen de resonancia magnética posterior reveló la gravedad de la lesión, que requerirá cirugía y dejará fuera de acción hasta el 2019 al mejor bateador de las Grandes Ligas en los últimos 15 años.
El venezolano, quien desde el día de su debut con los Florida Marlins en el 2003 pareció destinado a la grandeza, fue además, a lo largo de sus primeras 14 campañas un hombre de hierro, al participar en al menos 150 partidos en 11 de ellas.
Esa salud envidiable (o voluntad para salir al terreno aun con molestias menores), unida a sus extraordinarias habilidades para pegarle a la pelota, le permitieron acumular año tras año números de lujo, que tuvieron su clímax en el 2012, cuando se convirtió en el primer bateador en más de cuatro décadas en conseguir la Triple Corona de bateo.
Pero con la edad comenzaron a llegar las lesiones para el dos veces Jugador Más Valioso y en cuatro ocasiones campeón de los bateadores en la Liga Americana.
En el 2015, con 32 años, se perdió 43 partidos. El 2017 fue el peor de su carrera, pues tuvo que lidiar con molestias recurrentes que limitaron su acción a 130 encuentros, en los que bateó apenas para .249, con 16 jonrones.
En el 2018 ya había estado una vez en la lista de inhabilitados y al momento de su infortunado swing al aire, bateaba para .299, con solamente dos bambinazos.
Ahora mismo, el venezolano tiene 2,676 imparables y 465 vuelacercas, con lo que le faltarían 324 hits para los 3,000 y 35 jonrones para los 500.
De la manera en que ha bajado su ritmo productivo, debería estar alcanzando ambos logros para finales de la temporada del 2020, a menos que las lesiones vuelvan a jugarle una mala pasada, lo cual es cada vez más probable.
A su favor tiene el tiempo que le resta de su actual contrato, otro de esos disparatados pactos de más de 200 millones que la gerencia estará lamentando cada día hasta el 2023.
El implacable paso del tiempo ha convertido a Cabrera en un jugador mortal, común y corriente con lógica tendencia a la baja, a quien se le deben todavía nada menos que 154 millones de dólares, con dos improbables opciones para el 2024 y 2025, que pudieran elevar la cifra hasta 214 millones.
Con semejante deuda, el futuro de los Detroit Tigers está hipotecado por los próximos diez años, como si se estuvieran viendo en el espejo de Los Angeles Angels de Albert Pujols.
Pero incluso, en el peor de los panoramas, aunque no consiguiera llegar a los tres mil hits y 500 jonrones, no creo que por una cuestión de cifras exactas alguien pueda cuestionarle su entrada al Salón de la Fama a quien dominó como nadie el arte del bateo en los últimos 15 años.