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No tiene quien le llore...

ESPN Digital

El cabezal de la columna en El País es realmente abrumador, pero es una verdad: un futbolista no debería medirse por la cantidad de goles o de trofeos que consigue cada año. Debería valorarse por las lagrimas que derrame el niño de la tribuna norte el día en que decida marcharse… En México, increíblemente, hemos encontrado una historia fraguada a la antigua, una relación jugador-afición-equipo que solo parecía encontrase ya en los museos de los clubes.

Es el cabezal del artículo de Oscar Sanz en El País sobre el proceso de desvinculación entre Cristiano Ronaldo y el Real Madrid, sin duda, la gran “telenovela” futbolística del verano que, sin embargo, como lo describe el propio periodista, contrario a lo que se podría esperar, no tuvo espacio para lagrimas y lo que suele sobrar -o debe existir siempre- en una telenovela con una relación que se rompe, que se descompone o se acaba es, precisamente, una emoción que produzca llanto y humedad.

Cristiano Ronaldo es la “punta del iceberg” de lo que justamente se han convertido la mayor parte de los héroes deportivos y futbolistas de nuestros tiempos: mercenarios al servicio del juego, de la industria y de sus propios beneficios. La relación hombre-juego-aficionado se ha descompuesto por el valor del dinero. Las exposiciones románticas se quedaron en el museo del club, en el lejano pasado de una realidad que no volverá nunca.

Pero hay algunas -y espero que otras muchas- excepciones. Una de ellas la tenemos en el futbol mexicano. Se llama André-Pierre Gignac, francés, juega para Tigres, es el mejor futbolista de la Liga y aunque sus impresionantes números, sus apariciones en momentos fundamentales del juego, sus destrezas físicas y técnicas parecen imponerse por encima de todo, lo que realmente lo hace distinto en su “compromiso”.

Un futbolista fraguado a la antigua, que entendió, desde el primer día en que puso pie en México y en Monterrey, la responsabilidad para con la tribuna, la relación con los hinchas, la rivalidad, los clásicos, el entorno de la institución, su valor social y hasta cultural. Gignac no sólo es un tipo que rinde en la cancha como quizá haya otros muchos en la historia del futbol mexicano, también es, en una época donde los valores sentimentales por el juego y los colores se han perdido en los tonos “verdes” de los dólares, un referente de que ha marcado diferencia en la cancha y lo que es aún más trascendente, en la vida institucional del club.

Pueden que no queden muchos como él, pero con que exista uno u unos cuantos, existirá siempre un lazo, una referencia por los verdaderos valores de este maravilloso juego llamado futbol.

El “no tiene quien le llore” me parece terrible, lapidario, brutal, vil, pero es una verdad: un futbolista no debería medirse por la cantidad de goles o de trofeos que consigue cada año. Debería valorarse por las lagrimas que derrame el niño de la tribuna norte el día en que decida marcharse…

@Faitelson_ESPN