Los Miami Marlins y Seattle Mariners, franquicias que están separadas por 3,300 millas, han vivido en inviernos consecutivos destrucciones masivas de sus buenos y prometedores equipos de pelota para lanzarse a lentas reconstrucciones que impactan la calidad general, de una liga que en el 2018 tuvo de todo, menos balance competitivo.
Un año después de que Derek Jeter, el nuevo jefe de las decisiones de personal en la Pequeña Habana, vendiera casi todo lo que tuviera valor para convertir a los Marlins en un conjunto de ligas menores en las ligas mayores, Jerry Dipoto, el gerente general de los Marineros, está desmenbrando el roster de uno de los pocos clubes que se atrevió a desafiar el dominio absoluto de los cuatro que salieron favoritos para ganar la Serie Mundial.
Jeter aseguró que los Marlins serían un relleno en la Liga Nacional la temporada pasada cuando cambió a los jardineros Giancarlo Stanton, Marcell Ozuna, Christian Yelich y Dee Gordon, entre otros movimientos, durante el invierno anterior. En una industria en la que el promedio de la nóminal salarial de los 30 clubes fue de $83 millones de dólares, los Marlins pagaron $46.8 millones.
No fue casualidad que Miami terminó con el peor récord del viejo circuito (63-98) y apenas convocó 800 mil fanáticos al parque, la menor cantidad de su historia. Más peligroso aún, la incapacidad competitiva de los Marlins y otros clubes, impactaron negativamente los números de toda la industria y encendieron las alarmas en la oficina de la Asociación de Jugadores de Grandes Ligas.
"Bajas asistencias, disminución de la audiencia y, lo que parece que estamos viendo es, una desconexión fundamental de los fanáticos y lo que parece ser un problema de integridad competitiva", dijo Tony Clark, director ejecutivo del sindicato de peloteros, en una entrevista con ESPN Digital durante la pausa del Juego de Estrellas.
"No deberíamos ser, como industria, tan tolerantes con ese comportamiento anticompetitivo", dijo Clark.
Los Mariners no han jugado en la Serie Mundial en sus 42 años de existencia y los últimos movimientos de su gerencia deportiva, básicamente, reducen exponencialmente que un posible debut en el clásico de otoño ocurrirá en un futuro muy cercano para la franquicia de la ciudad esmeralda.
En el 2018, los Marineros ganaron 89 partidos (su mayor cantidad en 16 años) y se quedaron a unos 500 fanáticos de llevar tres millones a casa por primera vez en 17 años, aunque terminaron en un lejano tercer lugar en la División Oeste y a ocho partidos de un puesto de playoffs en la Liga Americana.
Seattle no ha jugado en la postemporada desde que estableció el récord de triunfos en una temporada (116) en el 2001, pero logró jugar para .500 en tres de los últimos cinco años, algo que no debería subestimarse para una organización que solo ha participado en 21 partidos de playoffs y juega para .472 desde su fundación en 1977.
En lugar de agregar las piezas que faltaron el año pasado para, sino pelear la división con los poderosos Houston Astros, por lo menos desafiar a los Oakland Athletics por el segundo lugar y un potencial puesto a los playoffs en el 2019, los Marineros decidieron entrar a modo "autodestrucción" para luego pasar a la fase #25 de una eterna "reconstrucción" que no termina.
Desde que concluyó la temporada, el gerente general Jerry Dipoto cambió a su mejor pitcher abridor, el zurdo James Paxton, a los New York Yankees; su estrella más cara, el intermedista dominicano Robinson Canó, y su cerrador, el puertorriqueño Edwin Díaz, a los New York Mets; el preparador y posible sustituto de Díaz, el dominicano Alex Colomé, a los Chicago White Sox; el receptor regular Mike Zunino y el jardinero sustituto Guillermo Heredia a los Tampa Bay Rays, y el torpedero dominicano Jean Segura a los Philadelphia Phillies.
En la mayoría de esos movimientos, Seattle recibió prospectos valiosos y baratos, algunos que están cerca de ayudar en el equipo grande, otros que están un poco más lejos. En realidad, el ejercicio de proyectar prospectos en el béisbol es la menos exacta de las ciencias aplicadas al deporte.
Con las Reuniones Invernales programadas para comenzar el fin de semana en Las Vegas, es muy probable que Dipoto aún no haya terminado en su plan de aniquilar por completo lo que dejó su predecesor Jack Zduriencik en Seattle. El antesalista Kyle Seager y el jardinero Mitch Haniger podrían estar empacando en cualquier momento, mientras que el veterano y eficiente bateador designado quisqueyano Nelson Cruz es un agente libre.
Sin importar cómo quede ensamblado el roster del próximo abril, es poco probable que Seattle sea un contendor, lo que ampliará más la brecha entre los campeones Boston Red Sox y los aspirantes Houston Astros, Cleveland Indians y Yankees con el resto del circuito.
Para ser rentables, los equipos profesionales, como todas las empresas, tienen que hacer sacrificios y pasar por procesos a veces dolorosos, pero una cosa es aprovechar la oportunidad de quitarse de arriba los últimos cinco años de pagar $24 millones por temporada a Canó, quien comenzará el 2019 con 35 años de edad, y salvar cerca de $64 millones en el movimiento, y otra es desmembrar por completo un conjunto que estaba cerca de competir.
La temporada pasada, los Marineros tuvieron la nómina salarial más cara de su historia ($160 millones de dólares) y la décima más elevada de las ligas mayores y ocho de sus jugadores tenían salarios garantizados por más de $120 millones para el 2019, una razón más que justificable para que un equipo de mercado pequeño apriete el botón del pánico y cambie de dirección.
El asunto es que los Marineros no son exactamente una organización atrapada, económicamente hablando, como Miami, Oakland o Tampa Bay, por citar algunos ejemplos conocidos. Todo lo contrario.
En el reporte anual de la revista Forbes sobre el valor de las franquicias de Grandes Ligas, los Marineros ocuparon el puesto #15 con un valor estimado de $1,450 millones de dólares, un aumento de un 4% con relación al mismo estudio del año anterior. Hay que aclarar que la valoración de Forbes no incluye los intereses que tienen los equipos en sus cadenas de televisión regionales, un activo que eleva el precio en caso de que el club sea puesto en venta, y otros factores positivos.
En abril del 2013, los Marineros y DIRECTV Sports Networks (DTVSN) anunciaron un acuerdo para transmitir los partidos en el área noroeste del pacifico. Ninguna de las dos entidades ofreció detalles económicos, pero la prensa reportó que los Marineros recibirán $2 mil millones de dólares por 17 años (un promedio de $117 millones anuales hasta el 2030) y una porción de acciones de la empresa.
Hagan las matemáticas: Una franquicia con $117 millones anuales de la TV local, más tres millones de aficionados en el parque (comiendo y bebiendo) y el dinero de la radio, la televisión nacional, MLB.com, venta de artículos, patrocinios, etcétera, étc, etc.
Piénsalo bien antes de abrir una página en "GoFundMe.com" de recaudación de fondos para los "pobres" Marineros.
Las partidas al mismo tiempo de Canó, Colomé, Cruz, Díaz, Paxton, Segura y Zunino (y los otros que podrían agregarse) reducirán notablemente la nómina salarial, pero también la calidad de los Marineros, por un largo tiempo, lo que hace menos probable que termine la espera de tener una Serie Mundial por primera vez en la historia.
El plan de los Marlins y los Mariners podría ser bueno a largo plazo para esas franquicias (al menos eso es lo que tratan de vendernos sus diseñadores), pero lo seguro es que es muy malo para el resto de las Grandes Ligas.