Primero fue Lou Boudreau el que puso en juego la idea de una formación especial para tratar de limitar -sin éxito- "al mejor bateador que ha existido".
Cuando Ted Williams venía a batear, Boudreau, manager de los Cleveland Indians, posicionaba a todo el infield del lado izquierdo del campo.
Estamos hablando de los años 40 del siglo pasado, cuando la novedosa movida fue bautizada como "formación Boudreau", en honor a su creador.
Pero era algo demasiado aislado, ideado para enfrentar a un solo hombre y que ante su fracaso por la clase de bateador que fue Williams, desapareció por muerte natural.
Hasta ahora. Los shifts o formaciones especiales resucitaron a Boudreau unos siete años después de su muerte, ocurrida en el 2001.
En el 2008, la táctica de mover a todos los defensores a un solo lado del infield se puso en práctica 65 veces y un año después se cuadruplicó, al llegar a 260.
Para el 2010 se aplicó 443 y cuando parecía que seguiría creciendo, bajó a 297 en el 2011, antes de repuntar hasta 397 en el 2012.
A partir de ahí, fue como una avalancha de nieve, indetenible, que llegó a 465 formaciones especiales en el 2013, 562 (2014) y 912 (2015).
Fue entonces que el recién estrenado comisionado Rob Manfred habló por primera vez de prohibir esto que ya forma parte de las estrategias del juego.
En el 2016, los shifts superaron el millar por primera vez (1,419) y alcanzaron cinco dígitos en el 2017 y 2018, con 27 mil 187 y 31 mil 836, respectivamente.
Ahora Manfred vuelve a pegar el grito en el cielo y en la reunión de dueños de equipos del mes pasado, el comité de competición le dio un fuerte respaldo al comisionado para, según fuentes, "tratar de poner las cosas en su sitio".
Y parece que Manfred está dispuesto a prohibir los shifts aunque para ello tenga que pasar por encima del sindicato de jugadores.
Las formaciones especiales son feas. Realmente feas. Pero son un recurso táctico más, como el toque de bola (bastante en desuso, por cierto) o el robo de base.
Prohibir los shifts NO es la solución para "poner las cosas en su sitio".
Usted puede prohibir la bola de saliva o el exceso de resina en los bates, porque alteran implementos del juego.
O el uso de esteroides y hormonas de crecimiento porque ofrecen una ventaja extradeportiva a costa de la salud de los propios peloteros.
Pero una táctica para dominar a tal o más cuál bateador no puede ser ilegal, pues en ello no hay trampa alguna.
Y la prueba de ello es que esas tácticas pueden ser derrotadas. No son infalibles en el 100 por ciento.
La clave para vencer al shift la tienen en sus manos los entrenadores.
Trabajen duro y hagan bateadores más inteligentes, que aprendan a usar todo el campo para dirigir sus conexiones.
El día que lo hagan, los managers contrarios se la pensarán mejor antes de mover a todos sus defensores a un solo lado del cuadro.
El trabajo y el entrenamiento serán los que "pongan las cosas en su sitio". No las prohibiciones.
Por cierto, al venezolano Miguel Cabrera, quizás el mejor bateador de Grandes Ligas en los últimos años, no le hacen formación especial.
¿Por qué será?