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¿0-0? Llame a 1-800-Láinez

LOS ÁNGELES -- "Láinez". Dícese de la distancia más corta entre la inoperancia y el gol.

Así fue la noche del jueves en Ciudad Universitaria. Pumas 1-1 América. Diego Láinez, el mocoso irreverente de 18 años le endosó medio boleto a quien lo tiene -generalmente- a medio tiempo: Miguel Herrera.

Diego Láinez, lo deslumbrante de la noche. Fugaz, incluso. Vida y muerte en Semifinales en seis segundos. En el umbral del minuto 21.

Pegadito a la raya -alguna vez- de cal, como los extremos bohemios de otros tiempos. Paralela a la línea, la ruta del balón. Diego Láinez recibe de Paul Aguilar. Y la magia empieza.

El pequeñín recibe. Y mal corre Malcorra. Las piernas y las neuronas de Láinez carburan con vértigo. Malcorra forcejea, jalonea, trata de atenazarlo. Bip, bip, le susurra el Correcaminos Láinez al Coyote de Pumas.

Tres segundos y Láinez le manda una postal al acalambrado Malcorra desde el área de Pumas. Pespuntea la pelota como abuela zurciendo calcetines: cortito y firme. Cabeza levantada y el cuerpecillo sacando ventaja de su bajísimo centro de gravedad.

Amaga una milésima de segunda de la eternidad con meter el pase. "Diagonal matona", nos cantaría El Perro Bermúdez. Y no. Láinez recompone y descompone a la defensa de Pumas. Quintana se queda un segundo en la artritis del titubeo.

A pradera limpia, Láinez ya resolvió el crucigrama en su cabeza mientras Quintana aún no encuentra ni el periódico. El americanista ya revisó el horizonte y contempló a Saldívar, quien musita mil padrenuestros y mil avemarías para que ese desgraciado mozalbete centre y no dispare.

Algo hace mal Láinez que le resulta perfecto. Su cuerpo rebasa al balón, por eso la puñalada a Pumas es aún más vistosa. Su pierna izquierda pierde el vuelo del impacto y entonces la cucharea lo suficiente para que Saldívar aún se pregunte cómo aquel enigma locomotriz nunca se lo enseñaron en secundaria. 0-1.

Seis segundos habían pasado entre el pie de Paul Aguilar, la red de Pumas, el brinco en el marcador y el alarido en la tribuna.

No lo encontré en el Larousse, pero seguro busqué mal, porque seguro en algún diccionario del universo debe decir claramente: "Láinez". Dícese de la distancia más corta entre la inoperancia y el gol.

¿El resto? Lucha, esfuerzo, empate de Pumas, y el bochorno absoluto, que hasta llega a ser sospechoso, del colombiano Roger Martínez, al cobrar el penalti con una enésima porción de la testosterona de Láinez en la jugada del gol. Desde el manchón de lo imperdonable, el cafetero perdona a Pumas.

América sale de Ciudad Universitaria ganando 1-1, con las cláusulas letales de la burocracia del reglamento. El gol de visitante abre puertas insospechadas.

¿Será Diego Láinez titular en la vuelta? Sólo Miguel Herrera lo sabe. Tiene a medio tiempo -generalmente- al que le da el medio boleto.

¿Seguirá Malcorra, aunque mal corra, como marcador de punta? Sólo David Patiño sabe si a su talentoso lo mantendrá de patiño de Láinez.